sábado, 20 de abril de 2024

La valía de la sensatez

Cuba y Francia confirman que el diálogo con respeto puede hacer grandes cosas...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 03/02/2016
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A su llegada a La Habana en mayo del pasado año, el presidente galo, Francois Hollande, calificó a su país como “un aliado fiel” de la Mayor de las Antillas en su marcha hacia el futuro.

Era la primera visita de un jefe de Estado francés a Cuba en ciento trece años de relaciones diplomáticas ininterrumpidas, gesto que ha sido reciprocado por todo lo alto en estos días con la presencia en París del mandatario Raúl Castro.

Y no hablamos, desde luego, de encuentros donde las formalidades diplomáticas y protocolares han sido el plato fuerte. Por el contrario, durante cada cita ha quedado en evidencia que entre La Habana y Paris existen importantes motivaciones como para marchar juntos adelante, fortalecer los intercambios, dialogar con amplitud y confianza, cooperar en las más disímiles ramas, y hacer más intensa y actualizada la historia de lazos que parten de acciones, simpatías e influencias mutuas.

Cuba, se ha dicho más de una vez, ha devenido un elemento importante en el escenario latinoamericano y caribeño, que en los últimos tiempos ha sabido sobreponerse a una larga noche de dependencia y trabaja por construir un universo regional que, bajo la premisa del respeto a las diferencias, le otorgue el peso y la valía global que merece y requiere.

La activa presencia cubana en la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, así como su prestigio político, su resistencia y sus solidarias y constructivas acciones a favor de los pueblos del Sur de nuestro hemisferio, hacen de la Isla un elemento clave e influyente que no pasa por alto para el resto del orbe.

Por demás, y a pesar de una larga etapa de incomprensión impuesta con relación a Cuba por sectores conservadores de la Unión Europea en línea con la larga hostilidad de Washington, se ha mostrado activo París en privilegiar y retornar al diálogo constructivo, y de hecho las recíprocas visitas de Hollande y de Raúl Castro, confirman el papel francés en el logro de un entendimiento positivo entre el bloque europeo y el Archipiélago.

Desde luego, existen además intereses económicos mutuos confirmados por la larga presencia en Cuba de empresas francesas a pesar de las presiones e intentos de internacionalizar el bloqueo a la Isla por los sucesivos gobiernos norteamericanos a lo largo de más de cinco décadas. Un cerco que, por demás, las autoridades galas han rechazado consuetudinariamente en las votaciones realizadas en el seno de la ONU sobre el particular.

Así, Francia se cuenta entre los primeros socios comerciales de Cuba, y ha hecho valer su influencia para los recientes arreglos financieros de la Isla con sus acreedores internacionales agrupados en el llamado Club de París.

Se trata de aspectos que, desde luego, no han pasado por alto para los presidentes de ambas naciones en cada uno de sus recientes encuentros, pero es que mas allá de la política, la economía y las finanzas, los lazos entre París y La Habana tienen ingredientes mucho más íntimos y apegados al carácter, aspiraciones e historia de ambos pueblos.

Tanto Hollande como Raúl Castro lo significaron en sus discursos cuando hablaban de la presencia en Cuba de colonos franceses dedicados al cultivo del café desde inicios del siglo diecinueve, del surgimiento de la ciudad de Cienfuegos a instancias del galo Jean-Louis Laurent de Clouet, del color de ambas banderas nacionales, de la inspiración de los cubanos en La Marsellesa para entregar a la patria su himno nacional, de los lazos del genial Víctor Hugo con los patriotas anticolonialistas de la Isla y su intercambio de correspondencia con José Martí, y de la influencia en nuestra tierra de las ideas de emancipación y equidad derivadas del ideario revolucionario francés que proclamó como máximas universales la libertad, la igualdad y la confraternidad.

En consecuencia, todo promete una buena época y un nivel superior en los vínculos cubano-franceses en los años por venir, en los cuales estarán por definirse para Cuba los términos y consecuencias reales de la trabajosa normalización de relaciones iniciada con los Estados Unidos hace poco más de año, así como la valía de las transformaciones de orden interno que pretenden cambios sustanciales de orden económico con su inevitable incidencia en la vida social.

Vale entonces saber que, como lo reiterara Francois Hollande, en ese empeño Francia pretende ser un leal acompañante de los cubanos.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista

Se han publicado 1 comentarios


cano
 3/2/16 9:26

Lo primero que hay que entender es que el diálogo ya es respeto.

 

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