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viernes, 13 de diciembre de 2024

Las horas del ajetreo

Casi definidos los dos contrincantes para noviembre, la campaña electoral norteamericana abre la etapa de lo injurioso e inesperado...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 29/06/2016
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En efecto, como lo sucedido recientemente en un mitin en el cual Hillary Clinton, la virtual candidata demócrata a la presidencia, se presentó mano a mano con la senadora del ala progresista de ese partido, Elizabeth Warren, en una arenga común contra el posible nominado por los republicanos, el magnate Donald Trump.

La aparición de ambas hizo correr de inmediato las especulaciones acerca de si la Warren, la última legisladora demócrata en dar su apoyo a la ex primera dama a partir de severos desacuerdos mutuos, sería la acompañante de la Clinton en la boleta de las presidenciales.

El discurso de la congresista por Massachusetts no dejó lugar a dudas de que los demócratas parecen alinearse definitivamente en apoyo a la también ex secretaria de Estado, en un frente que ha colocado el vencer al díscolo Trump como la tarea clave de estos comicios.

De hecho, el aspirante liberal Bernie Sanders ya reconoció que no será candidato por los demócratas, y se limitó a sugerir a la Clinton que trate de ubicar como posible vice presidente al “político más progresista que pueda hallar.”

Y precisamente Elizabeth Warren parecería llenar esa solicitud, toda vez que, según expresiones de varios medios de prensa,  es una figura que no congenia con el poder excesivo de Wall Street y aboga por importantes reformas nacionales destinadas a favorecer a los sectores más vapuleados de la población.

Además, resulta una de las más críticas personalidades demócratas de Donald Trump, al que no ha dudado en tildar de racista, intolerante, avaro y promotor del odio.

No obstante, algunos comentaristas indican que tal vez nominar a la Warren para la vicepresidencia no resultaría atractivo para ciertos sectores de votantes, puesto que serían dos mujeres optando por los principales cargos ejecutivos, algo inédito en la historia de la nación.

Así, se habla entonces, como otros posibles nominados a vicepresidente, del senador Tim Kaine, un político sensible a los problemas de los hispanos y de los primeros en apoyar a la Clinton, y de Julián Castro, actual Secretario de Vivienda y de origen mexicano.

Con todo, por el momento las encuestas siguen favoreciendo a la Clinton como posible ganadora de los comicios de noviembre, con una ventaja que oscila entre cinco y doce puntos con relación al aspirante contrario.

Y justo Donald Trump persiste como destinado a asumir, finalmente la candidatura republicana, aun cuando días atrás miembros de la alta cúpula de ese partido indicaron que no aceptarán su nominación.

Esta afirmación hizo que algunos analistas subrayaran que al parecer la inquina de tales figuras puede llegar al extremo de preferir la presencia en la Casa Blanca de una administración demócrata, antes que ceder espacio a un aspirante que califican de irreverente e imposible de controlar.

Por su parte Trump, a todas luces convencido de que nadie puede frenar su ascenso a la boleta presidencial republicana, ha centrado sus ataques contra Hillary Clinton, a la que acusó en sus más recientes intervenciones de ser la “candidata más corrupta de todos los que se han postulado para la Casa Blanca en los últimos tiempos.”

Señaló que la Clinton usó sus prerrogativas oficiales y políticas para emprender negocios propios y familiares, lograr donaciones monetarias, y establecer acuerdos nada limpios con ciertas empresas a cambio de sobornos.

Trump también culpa a los demócratas de la parálisis del aparato productivo nacional y de establecer malos acuerdos internacionales que han destruido la economía local y provocado altas tasas de desempleo y pobreza.

En fin, que poco a poco volvemos a presenciar el repetido espectáculo que precede a cada lance electoral norteamericano, donde todo está permitido y cada contrincante no pone reparos en insultar, degradar y desmoralizar a su oponente, haciendo de la dominancia del otro una carta esencial en la batalla por el control de la Oficina Oval.

Es un show de orden histórico, al que incluso ya José Martí se refería con desagrado y perplejidad en pleno siglo XIX.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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