jueves, 28 de marzo de 2024

La polarización cuando murió Fidel

Cubanos enfrentados, unos con argumentos y otros simplemente arroyados por esa costumbre de no quedarse callados, de un bando o del otro, pero casi nadie indiferente...

Osbel Almora Rodríguez en Exclusivo 25/12/2016
3 comentarios
Homenaje a Fidel
Yo estaba de luto por la muerte de Fidel, a quien mi padre me enseñó a querer como si fuera nuestro padre. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Estábamos familiares y amigos reunidos en la cancha de baloncesto de la sala polivalente de mi Pinar del Río. Algo importante había pasado. Mi hermano, sentado sobre una mesa, recibía el consuelo de su pareja, vestida de novia. Todos hacían silencio. Mi hermano estaba devastado, mi madre seria y yo buscaba con la vista a mi padre para ver si podía entender algo. Entonces desperté a casi ocho mil kilómetros de distancia, al otro lado del Atlántico. Un SMS en el teléfono mezcló las palabras “triste”, “Fidel”, “falleció”. Puse las noticias con escepticismo y el mensaje de Raúl me despertó de una vez.

Aquella fue una mañana muy difícil. Fui a trabajar intentando distraerme en pensamientos más optimistas, y para cuando volví a ver la tele encontré un bucle muy triste con los festejos en Florida. En mi Cuba aún dormían o simplemente no se hacía mucho. Los que estaban allá me contaron que aquella semana la Isla había hecho más silencio que nunca. Yo sufrí no estar allá para compartir aquel dolor. Pero en Florida seguían festejando.

Lamentablemente, en los medios del mundo y en las redes sociales las proporciones se desbalancearon a favor de los festejos, o esa fue mi impresión. Penosa realidad que los contentos pudieran manifestar mediáticamente sus emociones mejor que los tristes. Y esa ventaja fue y siempre será alimentada por los contentos interesados. Los que dominan y siempre verán el símbolo de Fidel y lo que representa como una amenaza a su dominio. Entonces los contentos ignorantes festejaron a sus anchas, fueron groseros e indignos, celebraron patéticamente la muerte del que siempre creyeron su enemigo, pero que nunca derrotaron en vida.

Pero entre los contentos no todos eran ignorantes, hay que decirlo. Muchos contentos dolidos también se manifestaron, con educación y respeto, solo subrayando la ausencia de dolor, aquellos que por pensar diferente fueron víctimas de injusticias por ser confundidos con ignorantes. Fue un momento de reflexión: el dolor sincero no se puede ignorar. Gente que aprecio y respeto, amigos, familiares, conocidos… Gente que por no integrarse fueron víctimas de las circunstancias y de las torpezas de tristes ignorantes.

Y me dolió mucho el regocijo de los contentos ignorantes y los absurdos de muchos contentos oportunistas. Pero necios y desconsiderados siempre encontrarán un drenaje en mis pensamientos. Sin embargo, no pude ser invulnerable ante la posición de los contentos dolidos. Y más afligido me sentí cuando los primeros tristes, dolidos por las ofensas, respondieron como ignorantes. Tristes y contentos se alinearon en polos opuestos, cual electrones y protones.

Cubanos enfrentados, unos con argumentos y otros simplemente arroyados por esa costumbre de no quedarse callados. Cubanos todos en la isla o por el mundo, de un bando o del otro, pero casi nadie indiferente. Cubanos unidos en una confrontación, porque hay que decirlo, somos gente de “pique”.

Todos los que me conocen sabían que yo estaba triste y dolido, pero no me pronuncié entonces. Siempre he creído que con el dolor, “en caliente”, no se producen las mejores ideas, y menos, palabras acertadas. Yo estaba de luto por la muerte de Fidel, a quien mi padre me enseñó a querer como si fuera nuestro padre. Y no quería que nadie viniera a molestarme mientras estaba de luto.

Siempre guardaré gratitud y admiración ante todos los tristes y dolidos que sí respondieron a primera hora ante la alegría ignorante con argumentos respetuosos. Fueron mi orgullo y consuelo en esos días. Los más elocuentes conmovieron. Otros repitieron consignas acertadas, pero que yo sabía sinceras. Y lamenté que no fueran más. Creo que Cuba necesita más que nunca de esos tristes ilustres.

Pero ante todo, el silencio fue mi tributo  a la Cuba mejor que siempre querré. La Cuba con lo mejor de la Revolución de Fidel. La Cuba unida a pesar de diversa. Una Cuba que no cambie su esencia humana y cultural de hoy, pero que abrace todas las contribuciones con respeto y diálogo. Una Cuba con más tristes ilustres que tristes ignorantes.


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Osbel Almora Rodríguez

Periodista dela Revista Cubana de Física Plaza de la Revolución

Se han publicado 3 comentarios


eddy
 28/12/16 11:08

Creo que ha sido un comentario muy profundo, donde se demuestra que a pesar de diferencias, los inteligentes hemos estado siempre en el grupo de los tristes. Hasta Siempre Comandante

Daimi
 28/12/16 10:12

muy conmovedor tu artículo....también estoy entre los tristes y dolidos, pero optimistas porque la obra de Fidel no perecerá

O. Almora
 9/10/17 14:14

Muchas Gracias!

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