viernes, 19 de abril de 2024

Un “chef” llamado Carlos Tabares

Palabras que son una celebración a la humildad de un hombre que es grande por muchos motivos y cuya nobleza es doblemente legítima por ser espontánea y sincera...

Abel Lescaille Rabell en Exclusivo 25/01/2015
13 comentarios

Escribo y mis palabras no solo son un alivio para el estupor del que todavía me estoy recuperando, sino una celebración a la humildad de un hombre que es grande por muchos motivos y cuya nobleza es doblemente legítima por ser espontánea y sincera.

Mi historia tiene mucho para versionar, podría inventarme algunos detalles para hacerla más interesante, pero voy contarla tal como ocurrió, tengo testigos que no me dejarán mentir, tengo también un par de fotos para los más suspicaces, y si de algo sirve, conservo intactas todavía la vergüenza, el desconcierto y la admiración hacia un hombre excepcional.

Hace unos días en la redacción de Cubahora me orientaron escribir un artículo sobre los desafíos de la nueva gastronomía en La Habana. El trabajo incluía una entrevista con el vicepresidente de la Federación de Asociaciones Culinarias de la República de Cuba (FACRC), el reconocido chef Carlos Otero, a quien debía contactar para fijar un encuentro en la sede del proyecto Artechef, ubicado en la esquina de 3ra y A en el Vedado.

Aquel día me llevé de la oficina el número de móvil de mi futuro entrevistado en dos lugares diferentes: como contacto en el celular y en un correo en el que me daban algunas orientaciones del artículo que debía escribir.

El 9 de enero hice la primera llamada al señor Otero desde el celular de Josué, un amigo que iba a ir conmigo para hacer algunas fotos y grabar la entrevista, de forma que miré en la computadora los dígitos que estaban en el email. La hora quedó fijada para las 3:00 pm, pero sobre las 4:30 Carlos no había llegado y tuve que irme para otra entrevista. Antes de marcharme le dejé mi número de teléfono a una trabajadora del lugar para que me avisara si mi entrevistado llegaba pronto y poco rato después recibí una llamada del propio chef, quien luego de excusarse me citó para las 7:00 pm.

Ya estaba en camino hacia Artechef cuando lo volví a llamar, esta vez desde mi celular, utilizando el nombre del contacto que había registrado desde la redacción. Recuerdo que le dije que iba saliendo para hacerle la entrevista y me sorprendió que su respuesta fuera “Ven acá, ¿No puede ser después del juego?”. “¿Qué juego?”, le pregunté sinceramente sorprendido, “Contra Pinar del Río”, me dijo, y comprendí que se refería al juego de pelota de aquella noche.

Imaginé que debía ser un verdadero fanático del béisbol para volver a cancelar la cita y aceptar otra después de las once de la noche, pero como ese fervor es muy común en muchos cubanos no me extrañó demasiado, así que fui para la casa a ver el partido yo también y a esperar a que terminara. Sin embargo, luego del final del juego, un fuerte aguacero no me permitió salir y ante la evidente suspensión del encuentro opté por no molestarlo de nuevo.

Un par de días después, sobre las 12:00 m., repetí la llamada e intenté concertar nuevamente una conversación y me dijo que no había problemas, pero que en ese momento estaba en los entrenamientos del Latino, que fuera para allá. Esa respuesta si me dejo impactado. “¿Al Latino?”, le pregunté para comprobar si había escuchado mal, “si, ven ahora mismo si quieres”, respondió tranquilamente. Algo contrariado le dije que no podía ser allí, que mejor otro día lo volvía a llamar, y luego de colgar estuve varios segundos tratando de entender la situación. Yo tengo colegas que van a ver también esos entrenamientos y conozco gente que sigue no solo el béisbol sino todo el deporte nacional de igual forma, de modo que una vez más acepté esa devoción como algo normal.

Entonces esperé hasta el viernes 16 para volver a llamarlo y no me sorprendió cuando me dijo que andaba por Tulipán y que en poco tiempo partía para el juego, recuerdo que pensé: “Este chef, después del incombustible Andy Vargas, es definitivamente el más grande fanático de Industriales que conozco, si no, está jugando conmigo”.

Esa noche llamé a mi tutora de Cubahora, le dije que no había podido resolver la entrevista y le comenté que el chef a quien me había encomendado visitar era quizás un discípulo de Armandito el tintorero y no el vicepresidente de la FACRC. Ella me pidió que insistiera, me dijo que la entrevista hacía falta y terminé por aceptar con resignación mi destino.

Debo decir que, luego de cuatro conversaciones y tres entrevistas frustradas, en la mañana del 19 de enero estaba especialmente molesto cuando decidí llamarlo de nuevo. Le marqué sobre las 10:30 a.m., pero no respondió. Unos minutos más tarde mi teléfono recibía una llamada y me alegré mucho al ver que el contacto indicaba Carlos Otero, entonces decidí colgar y volver a llamarlo con mi saldo. Le pregunté si podía verlo por fin y me dijo que estaba paseando con sus hijas, pero que si era necesario sacaba un tiempo, “me hace falta que sea hoy porque tengo que publicarla el jueves”, casi que le exigí, y en un tono muy comprensivo me preguntó dónde me hacía falta verlo. Le expliqué que era preciso ir hasta Artechef para poder hacerle fotos y sacar algún video en el lugar, y él mismo me pidió que estuviera en allí en 40 minutos.

Mi amigo fue conmigo una vez más para tomar las fotos y grabar un par de videos. En el camino, lo juro, fuimos conversando de béisbol. Por eso cuando llegamos a la esquina de 3ra. y A me sorprendí tremendamente al ver que cerca de nosotros estaba Carlos Tabares, el capitán de Industriales. “Mi hermano, mira a Tabares”, le dije con evidente emoción a mi amigo y le hice un saludo cómplice al jardinero central extendiéndole el pulgar.

Para mi sorpresa el pelotero no solo me devolvió el saludo sino que me dijo: “oye, ya te iba a llamar”. Asombrado por sus palabras miré hacia los lados para ver si hablaba con otra persona, pero en toda la avenida no había nadie más, solo estábamos Josué y yo. Todavía sorprendido me le acerqué y le pregunté: “Tabares, tú me estás hablando a mí”. Y respondió afirmativamente, como si yo fuera la persona a la que estaba esperando.

No respondí. Estuve un par de segundos sin aliento mirando a quien junto a Urgellés ha sido mi pelotero preferido más allá de la suplencia o la gloria. Me sentí importante y exclusivo, aunque era consciente de que esa importancia era apócrifa y sin fundamentos.

Fue el propio Tabares quien me sacó de aquella ingravidez cuando explicó: “Vengo por la entrevista para Cubahora”, y esta vez fue mi amigo quien le dijo emocionado: “¡Qué casualidad!, él también es periodista de Cubahora”. “Es verdad, pero yo vengo a entrevistar a un chef…”, alcancé a decir, pero antes de terminar la frase entendí que el encuentro no había sido fortuito y sentí caer sobre mi todo el peso de aquel error inexplicable: Llevaba varios días hablando con Carlos Tabares, la leyenda azul, el ídolo de mi madre, el alma del equipo de Industriales y no con el prestigioso chef Carlos Otero, a quien todo este tiempo había estado juzgando desacertadamente.

Nadie podrá imaginar el desconcierto que experimenté al no poder entender cómo había llegado a una situación como esa, tenía ante mí a uno de los mejores jardineros centrales de la historia del béisbol cubano; quien, todo sea dicho, después de haber estado casi toda la temporada en el banco había saltado al terreno el día anterior para conectar tres hit (uno de ellos jonrón) frente al equipo de Ciego de Ávila; y tenía que decirle que todo había sido un error, que en ese momento era a otro Carlos al que necesitaba entrevistar, que lo había llamado más de cinco veces por gusto, porque en ese momento era tanta la sorpresa, tan intensa la vergüenza, que mi mente se quedó vacía para todo lo que no fuera pedirle disculpas.

Le dije que para mí era un honor inmenso poder entrevistarlo y él me dijo que lo llamara cuando quisiera, que ya me sabía su teléfono y que cualquier día me iba a atender como lo había hecho hoy. Entonces, como si no hubiera sucedido nada, se montó de nuevo en su carro y siguió con el recorrido que le había prometido a sus hijas. Todo ocurrió en unos pocos segundos, casi sin darme cuenta estaba otra vez con las manos vacías, había dejado escapar al jugador de béisbol más carismático de Cuba y Carlos Otero no era más que una incertidumbre.

Antes de explicarles cómo fue que ocurrió todo esto tengo que detenerme a destacar la insondable humildad del número 56 de Industriales. No es necesario recordar que Tabares lo ha ganado todo en el béisbol, que su calidad como pelotero es indiscutible, pero la gloria no lo ha abrumado y es, sobre todas las cosas, una persona amable, carismática y sencilla.

El capitán de los azules no solo interrumpió su descanso y el paseo con su familia para concederme la entrevista, (yo que no trabajo en la televisión y ni siquiera me he graduado de Periodismo), sino que desvió su camino, fue a donde me hacía falta sin cuestionarse para qué quería verlo en un restaurante, gastó gasolina, tiempo, y todo para que lo confundieran con otra persona.

Aún así, aclarado el incidente, no se sobresaltó en lo absoluto ni dejó de sonreír, simplemente aceptó las disculpas con magnanimidad de caballero, aunque no dudo que cuando entró al carro debió haber preguntado de dónde habría salido ese tipo que lo hizo ir hasta allí por gusto.

Luego del increíble acontecimiento estuve todo el día cavilando, tratando de entender cómo había ido a parar a mi teléfono el contacto del Capi azul. Yo no lo había inventado y por arte de magia no había llegado hasta ahí. Cuando llegué a la casa encendí la computadora y en el correo pude ver que los números del correo y del contacto en mi celular eran distintos, a diferencia de las voces que a través del teléfono se escuchaban idénticas.

Cuando llegué a la redacción fui a ver a quien me había dado el teléfono del chef, entonces buscamos en su agenda y vimos que los números de los dos Carlos estaban escritos uno debajo del otro y, para mayor fatalidad, con una letra muy pequeña, por eso al dármelo se había confundido tan fácilmente. Al correo no había vuelto desde entonces y como nunca necesité aprenderme de memoria el celular de Otero, pues para llamar desde mi móvil solo necesitaba buscar el nombre del contacto que no permite ver el número exacto, nunca pasó por mi mente que pudieran ser distintos y mucho menos que uno de ellos fuera el del legendario pelotero.

Ahora, mientras escribo esto, veo a Tabares en el televisor, veo cómo busca el primer lanzamiento de Norge Luis Ruiz y no le perdona la recta, lo veo correr hasta primera satisfecho y siento que nunca he sido tan feliz ante un juego de beisbol. “¡Ese es el caballo!”, dice mi mamá emocionada como nunca luego del hit. Desde primera Tabares sigue sonriendo. Ahora que todo ha pasado pienso que he tenido suerte de que haya sido su número el que me dieron de forma equivocada y no, por ejemplo, el de Víctor Mesa; pienso también que he tenido suerte de haber conocido a unos de los mejores peloteros del béisbol revolucionario y suerte de saber que algún día lo voy a volver a ver, porque todavía le debo una entrevista.


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Abel Lescaille Rabell

Se han publicado 13 comentarios


Vilaclarareño
 30/1/15 11:46

Admiro a victor mesa  pero no hay que exegrar  de humilde solo le queda el recuerdo dela infancia . Pero esto no es sobre Victor Mesa si no sobre tabares. que cuando empezo se parecia mucho a   Victor cuando jugaba, la explosividad, carisma , picardia , y talento le sbroataban por los poros . En fin es un pelotero de esos que te hacen querer el beisbol , Le voy a Villa CLara aunque pierda  pero nada me ha impedido admirar a los industriales y sus peloteros grandes . Tabares esta en el  amor del pueblo de cuba como industrialista y como pelotero grande que lo hace todo bien  de esos que no e olvidan nunca aunque pase el tiempo . Hermosa cronica periodista  equivoquese a cada rato y entreviste a otros heroes del beisbol que abundan tanto en industriales pinar del rio matanzas  y en toda cuba .  Tabares es grande  porque no ha perdido su esencia y eso lo hacemas grande aun como ser humano gracias campeon por tu entrega a los azules y con el equipo Grande

Olga
 28/1/15 16:19

Buena oportunidad para el joven el que se confundiera de teléfono y pudiera conocer personalmente a Tabares líder de nuestro equipo azul que aspiramos que este año vuelva a ser campeón. Felicidades a Tabares por dar a este joven periodista la oportunidad de vivir esta experiencia y dar ejemplo de sencillez y humildad 

Alex
 28/1/15 16:13

Buen artículo, buen periodista, mejor pelotero, Felicidades a ambos  

Sergio
 28/1/15 16:11

Magnifico artículo, felicitaciones al joven periodista. Industriales campeón

Industrialista
 28/1/15 15:07

Mucha suerte la de este joven periodista, Tabares sigue siendo un ejemplo de deportista y de ser humano excepcional. Felicidades por el artículo y ojalá pronto podamos disfrutar de la entrevista prometida al capi azul. Industriales CAMPEÓN, con un capitán así que nadie lo dude.

Marga
 28/1/15 12:38

Eso nada mas le pasa a Abel Lescaille jajajajajajajaja

Gisela
 28/1/15 12:30

Me alegro mucho por ser tan buen periodista, mientras leia, me estaba imaginando los sucesos. Sigue asi mi hijo

Dr. Ernesto Vicente
 28/1/15 12:23

Formidable su artículo, te felicito de todo corazón

LIZT
 28/1/15 11:15

Matancera, no te ofendas, y POR FAVOR no me comapares al Capi Azul con Víctor Mesa. no son iguales, la diferncia es abismal, el carisma, la sencillez, ah y no tiene que ser Víctor para que invite a una cerveza. Cualquiera puede hacerlo.

matancera
 28/1/15 8:34

pq no el de victor mesa a lo mejor hasta te hubiese invitado a una cerveza lo conoces no verdad entonces no lo critiques

leticia
 27/1/15 12:38

linda experiencia Abel y felicidades, continua asi

Anita
 26/1/15 11:50

Abel, linda experiencia, ojalá se te repita!

 

Michelle
 26/1/15 9:40

jejjej muy graciosa la experiencia del estudiante, menos mal que fue Tabares y no Victor Mesa jajjajaja

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