Al cumplirse un aniversario más de su muerte, acaecida el 8 de marzo de 1979, he querido rendir en estas líneas homenaje a la trayectoria de Pedro “Natilla” Jiménez, quien además de excelente lanzador en sus años jóvenes, resultó factor determinante en los triunfos alcanzados por la pelota revolucionaria en sus primeros años.
Abolido el profesionalismo en Cuba, dirigió por tres temporadas al equipo de Orientales, posteriormente trabajó con jóvenes lanzadores pinareños y poco después marchó a la entonces provincial de Las Villas, donde permanecería seis años, convirtiéndose a partir de 1969 en valioso y leal consejero de Servio Tulio Borges y, por ende, en elemento de primerísima importancia en los triunfos de Azucareros.
No solo un consejero, sino que “rastreó” los terrenos de la provincia en busca de talentos. Fue así que una afortunada tarde de domingo se tropezó en las lomas del Escambray con un diamante en bruto, de nombre Antonio Muñoz, al que bastaron unos pocos swines para que el viejo estratega lo remitiera al cuartel general de los Azucareros.
Natilla y Servio integraron pronto una fórmula ganadora cuyos resultados se vieron no solo con los Azucareros sino con los equipos Cuba que ganaron las series mundiales efectuadas en República Dominicana 1969, Maracaibo 1970 y Cuba 1971, así como los Panamericanos de Cali 1971 y los Centroamericanos de Panamá 1970.
En la referida fórmula, Servio aportaba los conocimientos técnicos y teóricos adquiridos en la Escuela de perfeccionamiento de Educación Física, pero le faltaban los elementos que solo se obtienen luego de varios años en los terrenos de juego. Esos los puso “Natilla”.
NATILLA EN LOS AMATEURS
Como amateur participó en las entonces llamadas series mundiales de 1939, 1940, 1941 y 1943, clásico este último en el que fue declarado jugador más valioso del certamen.
Con anterioridad había lanzado en los Juegos Centroamericanos de Panamá 1936, en los que dio el triunfo a Cuba en el partido decisivo con un descomunal jonrón como emergente, pues además de gran lanzador era un bateador de respeto a quien utilizaban con frecuencia en ese rol.
En justas internacionales de carácter oficial, “Natilla” ganó seis desafíos y perdió uno; en Cuba sumó 79 triunfos y 25 reveses siempre con los azucareros de Hershey, equipo al que llevó en 1938, 1939 y 1940 al campeonato de la Unión Atlética Amateur de Cuba.
En 1938, uno de sus mejores años en el amateurismo, ganó 15 juegos y perdió uno. En la llamada Serie Co-Criolla, entre los campeones de la Unión Atlética y la Liga Social, tiró tres lechadas frente a los “cangrejeros” del Deportivo Cárdenas, una de ellas por la vía del cero hit, cero carrera.
En la Serie Mundial de 1943 perdió su único desafío en estos clásicos al caer 1-0 ante el fuerte equipo de República Dominicana. Horas antes, el derecho del central Hershey había dado sepultura a su pequeña hija, víctima de repentina enfermedad. Al llegar uniformado al dogout y pedir “Natilla” la bola para el calentamiento habitual, el manager Reinaldo Cordeiro, quien dos días antes le había dado tal responsabilidad, lo liberó de la misma.
“Natilla”, conociendo lo que representaba para Cuba este desafío luego de la derrota del día anterior frente a México, se negó rotundamente. Y al darse la voz de play ball estaba en la lomita. Por ironías de la vida la carrera que decidió el juego (1-0) fue propiciada por dos errores consecutivos del antesalista Luis Suárez, fildeador muy seguro, a quien los aficionados, no por gusto, llamaban “la muralla guantanamera”.
Contaba el maestro de la crónica deportiva Eladio Secades que finalizado el juego Natilla emprendió el largo camino hacia las duchas, situadas al final del terreno, acompañado por una conmovedora ovación. No se supo, significaba Secades, si la ovación estallaba en reconocimiento al pitcher o en solidaridad con el dolor del padre.
Al día siguiente “Natilla” empuñaba de emergente frente a Panamá por el inicialista y cuarto bate Virgilio Arteaga y rechinaba la bola contra la pizarra del centerfield para dar a Cuba la victoria que la retornaba al primer lugar. ¡Ese era “Natilla” Jiménez, corazón y lo otro!.
En 1944 saltó al profesionalismo. En la fuerte Liga Cubana de Béisbol Profesional debutó con el Habana, equipo para el cual ganó seis y perdió otros tantos juegos, no obstante lo cual fue designado novato del año. Debe aclararse que por entonces no se compilaban los juegos salvados y “Natilla”, que además de abridor relevaba con frecuencia, salvó unos cuantos desafíos para su equipo. En la siguiente temporada, también con el Habana, resultó el más ganador con marca de 13 y 7.
En 1946 se apuntó 19 victorias con el Indianápolis, clasificación triple A, y rechazó una oferta para firmar con los Indios de Cleveland (Grandes Ligas)y se fue a jugar a México. Una lesión en el brazo de lanzar y un posterior accidente jugando en la Liga Venezolana troncharon su carrera activa.
El sepelio en el cementerio de Santa Cruz del Norte, La Habana, fue despedido por Servio Borges quien luego de resaltar la figura de “Natilla” hizo público reconocimiento de cuánto el béisbol de Las Villas y muy especialmente él le debían.
“Natilla” Jiménez, a 35 años de su muerte
Formó junto a Servio Borges un dueto victorioso. Rastreador de talentos. Ganaba con el brazo y el bate. Corazón y lo “otro”…
1 comentarios
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Ismael Glez
10/3/14 8:44
Elio, magnificas anecdotas de otro de los inmortales del beisbol cubano. Siga deleitandonos a todos los buenos y avidos aficionados con otras anecdotas, porq asi hara mas profundo el querer por el pasatiempo nacional a las generaciones pasadas, presentes y futuras. Q tenga un buen dia amigo mio.
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