miércoles, 24 de abril de 2024

Una caja enorme de cemento y cristal

Aunque el 14 de agosto de 2015 el Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, haya reinaugurado la embajada de su país en Cuba, el edificio pudo recuperar su condición diplomática, pero no por ello ha vuelto a convertirse en la caja de Pandora que fue...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 23/07/2016
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Agresivas decisiones del presidente Dwight Eisenhower, a principios de la década de 1960, dirigidas a golpear la economía cubana, conllevaron que el gobierno revolucionario emprendiera la nacionalización de empresas y propiedades norteamericanas en Cuba, cuya compensación saldría de la cuota azucarera que se otorgaba a la Isla en el mercado estadounidense, la que finalmente se suspendió por completo.

Entre las propiedades nacionalizadas estaba la embajada de Estados Unidos en Cuba, un edificio ubicado a un costado del malecón, que había sido abandonado por los diplomáticos norteños luego del rompimiento de relaciones entre ambas naciones en 1961.

En 1977, bajo la protección de la Embajada de Suiza, la edificación pasó a acoger la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana y recuperó su estatus de embajada en 2015, como parte del proceso de restablecimiento y normalización de relaciones entre ambos países. En ese período esta no sería la primera vez que la edificación acaparara los titulares internacionales, al convertirse en escenario de hechos que evidenciaran la tensión diplomática que provoca la política hostil del gobierno norteamericano hacia Cuba.

UNA CAJA ENORME DE CEMENTO Y CRISTAL

Concebida en lo que los expertos llaman un estilo modernista-brutalista, la actual embajada de Estados Unidos en Cuba se terminó de construir para fines de 1953, el año en el que Fidel Castro y un grupo de revolucionarios cubanos asaltaban los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes con el ánimo de crear un movimiento insurreccional que pusiera fin a la dictadura de Fulgencio Batista.

La firma norteamericana Harrison y Abramovitz tuvo a su cargo el diseño del edificio de seis pisos en el que predominan amplios ventanales de cristal para ornamentar el tedio de concreto gris que caracteriza gran parte de la imagen de la edificación.

Los jardines fueron diseñados por el arquitecto paisajista californiano Thomas Church Dolliver. El contratista para la construcción fue Jaime Alberto Mitrani también profesor de ingeniería civil en la Universidad de La Habana.

Se dice que la sede diplomática fue la de mayor envergadura en la capital cubana, solo superada luego por la embajada de Rusia.

Durante varias décadas el mantenimiento y conservación del edificio estuvo a cargo de la Embajada Suiza, que tras los acuerdos de Fidel y Jimmy Carter, en 1977, la tuvo como una de sus secciones diplomáticas en la Isla.

A muchos, la forma del edificio, que hasta cierto punto rompe con el paisaje de esa zona del Vedado habanero, se asemeja a una gran caja de cemento y cristal, una caja de Pandora.

PROVOCACIONES Y ESPIONAJE

Amparada en la inmunidad diplomática, desde el propio Triunfo de la Revolución, la edificación se convirtió en la puerta trasera a través de la cual ingresaron al país agentes secretos para conjurar planes de desestabilización que fueron desde la intervención armada abierta hasta el terrorismo.

En el propio año 1959, cuando era vergonzosa la estampida de los sicarios batistianos, la sede diplomática fue el centro de operaciones de una conspiración para que el general Eulogio Cantillo asumiera el poder y, como había ocurrido tantas veces anteriormente, se frustrara la asunción al poder de los revolucionarios.

Allí también radicó una base de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desde la que se elaboraron planes, incluso militares, para atacar el proceso cubano. Dignos de una película de espías, dichos proyectos pasaron desde la introducción de agentes encubiertos hasta la captación de mercenarios. Con el tiempo adquirió matices más sutiles bajo el nombre de “apoyo a la oposición”.

La actual embajada, cuando aún era una sección de intereses, sirvió de escenario para shows mediáticos encaminados a distender las relaciones. Allí se celebraron fechas “históricas”, incluso se llegó a representar un proceso de votación presidencial norteamericana. En 2006, se colocó un panel electrónico en lo alto de su fachada para transmitir mensajes provocativos.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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