sábado, 27 de abril de 2024

Pifias tácticas

Los brutales atentados en París deberían dar mucho que pensar...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 16/11/2015
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A escasas dos semanas de la llegada a la Ciudad Luz de más de cien jefes de Estado y gobierno de todo el orbe para participar en una nueva y decisiva cumbre medioambiental, terroristas del Estado Islámico, EI, se encargaron de sembrar la muerte en las calles parisinas mediante la explosión indiscriminada de bombas y el ametrallamiento de civiles.

Un espectáculo que por ahora ha trastocado las noches casi permanentemente glamorosas de la capital francesa, y obligado incluso al cierre de espacios turísticos y culturales vitales como la Torre Eiffel o el Museo del Louvre en prevención de nuevas acciones asesinas.

Para algunos lo sucedido el pasado viernes 13 de noviembre en París equivaldría a una suerte de “11 de septiembre francés”,  en referencia a los atentados terroristas de 2001 en los Estados Unidos y, porque además, tienen el mismo origen torcido de los eventos que enlutaron Nueva York catorce años atrás.

Y es que en ambos casos, los autores de semejante barbarie no han sido otros que los mismos extremistas y fanáticos que han ganado espacio y poder a cuenta de la errática política del Occidente, opulento y onanista, de establecer pancistas alianzas con grupos de adictos al terror para extender por la fuerza su control sobre Asia Central y Oriente Medio, escenarios vitales de la geopolítica hegemonista que apunta directa y abiertamente contra Rusia y China.

Vale recordar las consideraciones de importantes personeros de la derecha norteamericana cuando, por ejemplo, se les cuestionó su alianza con Al Qaeda en contra del gobierno progresista afgano, y luego en la lucha con las tropas soviéticas que acudieron en su apoyo.

Según esas fuentes, en materia de “resultados estratégicos”, no resultaba indeseable ni injustificado el pactar y apoyar a los terroristas islámicos, si con ello se causaba un estrago de proporciones mayúsculas a la hoy inexistente URSS.

De manera que, por encima de zarpazos como el de las Torres Gemelas, el balance del maridaje con los pretendidos yihadistas ha seguido siendo para las fuerzas imperiales un negocio donde los “riesgos” pueden ser tolerados a cambio de las grandes ganancias expansionistas que tal alianza puede producir.

En consecuencia, los extremistas violentos fueron esenciales en el desmembramiento de Libia y ahora en el intento de derrocar a las legítimas autoridades de Damasco, entre otras aventuras tácticas mancomunadas.

Y el Eliseo, vale decirlo, no ha sido ajeno a este lleva y trae con los grupos fanáticos mesorientales, e incluso consideraciones como las del analista Sarkis Tsaturyan, aparecidas en el sitio digital Red Voltaire en octubre último, subrayan el especial interés oficial galo de sacar  definitivamente  de juego al presidente sirio Bashar El Assad mediante el apoyo a los grupos terroristas dislocados en Siria.

Para Tsaturyan, en buena medida se trata del intento de recolocar a Francia en el entorno de sus antiguas colonias de Oriente Medio, entre las cuales Siria y  Líbano despiertan un interés especial.

Mientras, el académico Charlie Winter, especializado en el EI, precisó que lo sucedido este noviembre en París está relacionado, entre otras cosas, con “el exceso de combatientes extranjeros que se desplazan a o desde el escenario sirio a través del territorio francés”, y precisó que el EI cuenta en sus filas con numerosos franceses radicalizados capaces de actuar dentro del país.

De hecho, dijo la prensa local, “la policía y una fuente cercana a la investigación de los atentados, indicaron que un ciudadano francés sería uno de los cuatro atacantes que irrumpieron en el concierto de la sala Bataclán” para ametrallar al público.

La participación de aviones franceses en las tituladas acciones aéreas de los Estados Unidos contra el Estado Islámico  desde hace más de un año, también se cita como uno de los motivos de que París se haya convertido en blanco del grupo terrorista, que además aseguró que ampliará su campaña asesina a otras capitales y ciudades europeas.

Veremos entonces si luego de la tan brutal experiencia parisina, el jugar con fuego deja de ser una de las tácticas preferidas de aquellos intereses que solo aspiran a encabezar un hipotético reino totalitario a escala global, no importan las vías e instrumentos para lograrlo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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