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domingo, 8 de diciembre de 2024

Otra vez la excusa de Cuba y el terrorismo

La permanencia de la Mayor de las Antillas en la lista de países patrocinadores del terrorismo ratifica una de las políticas más absurdas sostenidas por la Casa Blanca...

Haroldo Miguel Luis Castro en Exclusivo 31/03/2023
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Joe Biden
Nuestro país sigue sufriendo las consecuencias de permanecer entre las naciones terroristas. Sobre todo, el sector comercial, que se ha visto afectado por el dominio del aparato financiero norteamericano (Foto:laprensa.ar).

Hace solo unos días el Secretario de Estado de Estados Unidos (EE.UU.) Antony Blinken aseguró que no había planes de eliminar a Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo. Preguntado por la archiconocida congresista republicana María Elvira Zalazar en el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, el máximo representante de la democracia estadounidense dijo que, de haber alguna revisión en el futuro, se haría a partir de los criterios establecido para ello por el Congreso.

Así, quedó ratificada nuevamente una de las políticas más absurdas que ha mantenido la Casa Blanca contra la Mayor de las Antillas a partir de intereses bien específicos. Porque ni siquiera los funcionarios de EE.UU. implicados en el diseño de la política exterior hacia Cuba consideran necesario su presencia en dicha lista.

Recordemos que en octubre del pasado año una serie de entrevistas realizadas por NBC News a exanalistas de inteligencia que trabajaron tanto en administraciones republicanas como demócratas, confirmaron que la Isla no promueve el terrorismo de ninguna manera. Incluso, Larry Wilkerson, jefe de gabinete del Secretario de Estado de Colin Powel en la gestión de George W. Bush (2001-2009), dijo que la presencia de la nación caribeña en el listado se trata de “una ficción para reforzar la lógica del bloqueo”.

Y es que la permanencia de nuestro territorio en dicho documento ha respondido a la amplia estrategia de presión promovida por Washington para lograr un cambio en el sistema socioeconómico.

Aun cuando en el marco del acercamiento entre Cuba y Estados Unidos (EE.UU) el entonces presidente Barack Obama (2009-2017) nos excluyó en 2015 por primera vez desde 1982, Donald J. Trump (2017-2021) volvería a incorporarnos a nueve días de culminar su mandato como “broche de oro” de un periodo marcado por las políticas restrictivas.

Por aquel entonces, el secretario de Estado de turno, Mike Pompeo, justificó la decisión con argumentos que desconocieron los principios vigentes en el derecho internacional y en la Carta de las Naciones Unidas. Nuestra negativa de extraditar a los miembros del Ejército de Liberación nacional de Colombia tras romperse los diálogos de paz con su gobierno y las estrechas relaciones diplomáticas con Venezuela sirvieron de punta de lanza a una retórica caricaturesca y sin sentido.

Con la victoria de Joseph R. Biden en las elecciones presidenciales de 2020 varios anticiparon un cambio de postura. Pues, quien fuera vicepresidente en los dos mandatos de Obama, prometió en su campaña electoral revisar la hostilidad heredada de Trump.

Además, el equipo que designó para manejar la política exterior destacó por su familiaridad con el tema cubano, debido a que varios estuvieron implicados de manera directa en las negociaciones efectuadas antes y después del restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Entre ellos, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas—nacido en La Habana— y el propio Antony Blinken.

Si bien Biden llegó a la Casa Blanca con intereses definidos y una visión política diferente a la de su antecesor demócrata, se esperaba que asumiera una actitud similar a este respecto a Cuba; a pesar de que el contexto regional e internacional se antojaba mucho más desfavorable que el asumido tras Bush y se viera obligado a priorizar desafíos internos como la delicada situación sanitaria causada por el coronavirus, la crisis económica el desempleo, el racismo sistémico o la violencia policial.

En sus primeros seis meses el dignatario apenas se involucró de forma pública en los asuntos vinculados al territorio nacional. Eso sí, mantuvo el bloqueo económico comercial y financiero y las 243 medidas impulsadas en la era Trump. Una estrategia pensada para aprovechar el impacto negativo de la COVID-19, agudizar el descontento social y terminar de asfixiar el gobierno encabezado por Miguel Díaz- Canel Bermúdez.

Solo a raíz de las manifestaciones del 11 de julio hubo un interés público que se tradujo en declaraciones injerencistas y en la validación formal de las medidas coercitivas legadas de los gobiernos anteriores.

El presidente de EE.UU. no ha podido mostrar hasta la fecha pruebas que justifique a Cuba entre las naciones terroristas. De hecho, sus argumentos se han ido desmontando de a poco. Pues el 1ro de marzo de este año, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional publicó un informe en el que expertos estadounidenses concluyeron que no existe evidencia para achacar el mal llamado “síndrome de La Habana” a un arma de energía o a un adversario extranjero.

Lo que fue considerado por el director de la Central de Inteligencia Americana, William Barr, como “una de las investigaciones más grandes e intensivas en la historia de la Agencia” apenas ha variado uno de los principales discursos que influyeron en el retroceso de las relaciones bilaterales.

El conflicto armado en Colombia y las conversaciones del ejecutivo con los grupos guerrilleros tampoco es ahora una excusa viable, puesto que el mandatario Gustavo Petro ha pedido “el cese de la injusticia cometida entre el gobierno de Duque y Trump, porque lo único que hizo Cuba fue ofrecer un espacio para que hubiera finiquitado un proceso de paz”.

Sin embargo, nuestro país sigue sufriendo las consecuencias de permanecer entre las naciones terroristas. Sobre todo, el sector comercial, que se ha visto afectado por el dominio del aparato financiero norteamericano. El hecho de que los bancos cierren sus operaciones con entidades cubanas por miedo a ser multados por el Departamento de Estado o del Tesoro nos priva de ingresos y disminuye su capacidad de compra, lo que dificulta la adquisición de insumos imprescindibles para la satisfacción de las necesidades más elementales.

Hasta para los artífices del entramado de la política estadounidense la inclusión de Cuba en la lista, al tratarse de una medida injustificada, daña los intereses de seguridad nacional de EE.UU. por deslegitimarse el propósito de la norma. Y aunque en las manos de Biden queda la posibilidad de eliminar una decisión sin sentido que ha marcad una nación verdaderamente víctima de terrorismo, cualquier postura fuera del guion ya visto se antoja, ahora mismo, poco probable.

Medidas impuestas a Cuba en el gobierno de Trump

 


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Haroldo Miguel Luis Castro

Periodista y podcaster


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