Corría enero de 1966 abriendo las puertas a un año complejo, lleno de retos y dificultades, de amenazas y desafíos comunes para los pueblos del mundo y especialmente para los movimientos revolucionarios de izquierda, para los que hablaban y apostaban por el comunismo, pero también para los que luchaban por su liberación, por su soberanía, por su dignidad.
La Habana acogió entonces a cientos de hombres y mujeres de bien de todo los continentes, solidarios y esperanzados, motivados en extender la mano a quienes más lo necesitaban y entre todos, discutir, pensar, trazar nuevos caminos, rutas, que les permitiera seguir luchando por el mundo mejor que soñaban.
Durante casi dos semanas y al decir del entonces primer Ministro Fidel Castro “frente a los augurios del imperialismo”, se realiza un encuentro que marcaría la historia de la solidaridad mundial, al crearse un organismo de carácter tricontinental con un comité de ayuda a los movimientos de liberación, plasmando en la conocida Declaración de La Habana, un grupo de acuerdos que recogían las aspiraciones más sentidas de los pueblos que luchaban contra el colonialismo, el racismo u otras formas de dominación imperial.
Surge así desde La Habana, la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Africa, Asia y América Latina (OSPAAAL), como reconocimiento al papel y el ejemplo de la Revolución Cubana y sus principales líderes y su vocación plenamente solidaria, desde los propios inicios de la última etapa de nuestras luchas. En su esencia y como su nombre lo refiere, aquella enseñanza del Che, de sentir como propia y luchar contra cualquier injusticia cometida contra cualquier hombre en cualquier parte del mundo.
Aunar voluntades y estar en las primeras batallas por las causas más justas que han tenido lugar en cada uno de los rincones de nuestro planeta, muy especialmente en los continentes de Asia, África y América Latina y el Caribe, ha sido el objetivo de esta organización que defendió siempre el derecho de los pueblos a luchar por la independencia y soberanía nacional y contribuir a un mundo de paz y prosperidad.
Desde el propio encuentro que le dio origen, la OSPAAAL fue considerada como “una gran victoria del movimiento revolucionario” y aunque nunca resultó fácil unificar tantos pueblos diversos, de movimientos y formas de luchas tan diferentes, se imponía una motivación mucho más poderosa: enfrentar al enemigo común, al imperialismo yanqui. Fue así que por primera vez se unen con los pueblos de África y de Asia, las representaciones de los pueblos de América Latina.
Desde entonces – resaltaría el líder de la Revolución Cubana- se conocería más profundamente, más detalladamente el pensamiento y la situación concreta de cada uno de los movimientos que luchaban por su liberación, la situación de cada uno de los pueblos y se vería cómo se acrecentaba la solidaridad y la fuerza de los movimientos revolucionarios a escala mundial.
Cada una de las más de 80 representaciones que participaron en aquella Conferencia fundacional dejó plasmada su huella. Se expresó entonces la preocupación y el reconocimiento hacia el pueblo de Viet Nam, vilmente masacrado en una guerra imperial injustificable; se habló del África que libraba una lucha decisiva por ser libre; de las situaciones en Estados como Lao o Cambodia, de los Golpes de Estado como formas violentas de llegar al poder en muchos países de África y América Latina, del rechazo a invasiones militares y dictaduras impuestas por la fuerza, hechos que cada vez eran más comunes y provocaban inestabilidad, retroceso económico y muertes de personas inocentes.
Por lo que representaba América Latina y ser Cuba el único país libre hasta entonces, se resaltaron las condiciones del continente y la necesidad de unirse cada vez más, de impulsar movimientos armados en territorios como Venezuela, Perú, Colombia o Guatemala, así como la inmensa preocupación por la dominación a la que eran sometidos los dominicanos.
“En la América Latina no debe quedar ni uno, ni dos, ni tres pueblos luchando solos contra el imperialismo. La correlación de fuerzas de los imperialistas en este continente, la proximidad de su territorio metropolitano, el celo con que tratará de defender sus dominios en esta parte del mundo, exige en este continente, más que en ninguna otra parte, una estrategia común, una lucha común y simultánea”, diría Fidel.
Las alertas de líder cubano
Aquel 15 de enero de 1966, en el acto de clausura de aquella Conferencia que dio origen a la OSPAAAL, el líder de la Revolución cubana, demostraría como tantas veces después, su visión integradora y futurista de la realidad, de la historia y fue certero, duro en sus reflexiones y alertas sobre las infinitas adversidades que se cernían contra los pueblos pero a la vez, sobre el camino preciso para avanzar en la lucha contra el imperialismo.
Fidel advirtió que apenas comenzaba la hucha y que solo la unión de los pueblos, de los hombres de bien podía lograr que se triunfara. Dijo que ante todo el deber es luchar y hay que había que cumplirlo porque el deber de un revolucionario es hacer Revolución, pero no de palabras, no en teoría, sino con acciones verdaderas, teniendo como eje la unidad.
Y ejemplificó con el caso latinoamericano: “Si los imperialistas no tienen que enfrentarse solo al pueblo dominicano, o solo al pueblo de Guatemala, o solo al pueblo de Venezuela, o solo al pueblo de Colombia, o solo al pueblo de Perú, si también tienen que luchar —a la vez que en cada uno de estos pueblos— contra los demás pueblos oprimidos, como Brasil, como Bolivia, como Paraguay, como Ecuador, como Argentina, y otros pueblos de Centroamérica; si la lucha se libra en amplia escala, si cada uno de estos, de los revolucionarios de este continente, cumple con su deber (…); si los revolucionarios invierten menos energía y menos tiempo en teorizaciones, y dedican más energía y más tiempo al trabajo práctico, y si no se toman tantos acuerdos y tantas alternativas y tantas disyuntivas y se acaba de comprender que más tarde o más temprano los pueblos todos, o casi todos, tendrán que tomar las armas para liberarse entonces avanzará la hora de la liberación de este continente”.
No faltaron tampoco las alertas sobre las reiteradas campañas mediáticas del imperialismo, de los medios de comunicación pagados para denigrar los procesos progresistas. La Revolución Cubana ya lo estaba viviendo, muchos eran los ejemplos y allí los señaló, les dio nombre porque no solo se trataba de desacreditar a sus dirigentes, sino también cuestionar, criticar y hasta mentir sobre los pasos y las medidas que tomaba el gobierno revolucionario, tratando además de confundir, de generar situaciones complicadas a lo interno y con los amigos del mundo que veían en el proceso cubano una guía, una esperanza.
“Porque es incuestionable que solo a la reacción y solo al imperialismo les puede interesar desacreditar a la Revolución Cubana, destruir la confianza de los movimientos revolucionarios en la Revolución Cubana, destruir la confianza de los pueblos de América Latina en la Revolución Cubana, destruir su fe. Y por eso no han vacilado en el empleo de las armas más sucias y más indecentes”, afirmó.
Ratificó también la vocación solidaria de los cubanos y la disposición de enfrentar al imperialismo sin el más mínimo temor y de todas las formas que fueran necesarias. Recordó entonces la Crisis de Octubre, la actitud del pueblo y del gobierno ante la inminente amenaza nuclear y aseguro que crecerían, sin dudas, los enormes peligros hacia Cuba, no solo porque lo imponía la cercanía a la metrópolis imperialista, sino también porque crecería el ejemplo de la Revolución Cubana, las victorias de Cuba, de la posición de Cuba frente al enemigo.
Fidel denunció situaciones que se desarrollaban en el mundo contra los pueblos, Golpes de Estado, asesinato de líderes revolucionarios y acciones violentas, intervenciones y despliegues militares contra los movimientos más avanzados, contra aquellos que pretendían silenciar, desmembrar y el interés del imperialismo por saber las formas en que se expresaría la solidaridad entre todos.
50 años, desafíos, pasos firmes…
Durante su primer siglo de vida, de acción solidaria constante y sin límites, la OSPAAAL ha demostrado que no existe causa justa en el mundo en la que los pueblos no puedan unirse, discutir, acometer acciones que giren sobre sus luchas: cómo los pueblos pueden y tienen la obligación, independientemente de sus fuerzas, recursos, de su tamaño, de unirse porque aprendieron también a tener voz propia, opinión, niveles de decisión entre todos, por el bien de todos.
Esos días de enero de 1966 significaron un punto de encuentro para estrechar lazos y ser, por encima de diferencias o distancias geográficas, sociales, políticas, religiosas, étnicas, raciales y hasta ideológicas, solidarios. Significaba la posibilidad de caminar juntos, de luchar por el derecho a ser dignos y expresar por encima de todo, sentimientos de hermandad entre los seres humanos comprometidos con el bienestar común.
Al decir de su Comité Ejecutivo actual “ese despliegue de comprometida solidaridad (…) se ha concretado siempre con el mayor respeto hacia toda la diversidad de formas de lucha que buscan alcanzar el bienestar y la prosperidad de nuestra gente, la paz, la justicia social, la verdadera democracia en nuestras naciones, con libre determinación de su destino, soberanía e independencia”.
Quizás por ello, en un mundo actual tan convulso y cada vez más amenazado por guerras, conflictos políticos, crisis migratorias, terrorismo desenfrenado, crisis económica y ambiental, la OSPAAAL tenga hoy mucho más por hacer, por ser fieles a la esencia solidaria que les dio origen, tal como ha sido en el acompañamiento a causas tan nobles como la del pueblo palestino, la de los pueblos masacrados del África, la independencia de Puerto Rico y en el apoyo a procesos integracionistas como el ALBA o la CELAC.
Junto al pueblo cubano, centro de cada batalla, la Organización de Solidaridad con los pueblos de África, Asia y América Latina ha sabido ser coordinador, impulsor y protagonista de la lucha revolucionaria, centrando el debate, para enfrentar los desafíos de cada momento. A su vez, ha acompañado a los cubanos en la lucha por la eliminación del bloqueo impuesto a la isla por Estados Unidos por más de 50 años o en la batalla por la liberación de los Cinco Héroes cubanos que sufrieron injusta prisión en cárceles norteamericanas.
Cuba sabe bien lo que ha significado la solidaridad, los pueblos del mundo lo reconocen y la OSPAAAL se ha hecho eco de esos lazos que nacieron en La Habana y hoy se impone que sean cada vez más fuertes. No existe diferencia para la hermandad, la esencia sigue siendo la misma y más vigente que nunca. El imperialismo no cesa en sus pretensiones ambiciosas aunque los métodos hayan cambiado, aunque las realidades sean otras. En esa unión que tuvo desde su raíz, seguramente estará la fuerza para seguir luchando por esa Patria que - los cubanos sabemos bien-, también es la humanidad.
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