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lunes, 9 de diciembre de 2024

Esto es otra historia

Y es que Obama será percibido y aceptado a partir del criterio de que su paso por La Habana resultará fuente de un diálogo respetuoso y constructivo, como corresponde a iguales, y no por el ejercicio prepotente e injerencista que caracteriza los distorsionados vínculos entre algunos fuertes y los pretendidos “venidos a menos”...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 20/03/2016
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Cuba recibe a Obama
El presidente de los Estados Unidos y su comitiva no encontrarán rechazo ni hostilidad en Cuba. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Más allá de anuncios, juicios o pronunciamientos políticos destinados a contentar determinados puntos de vista, lo cierto es que la visita a Cuba del presidente norteamericano, Barack Obama, nada tiene que ver con las que históricamente, y hasta hace poco más de cinco decenios atrás, realizaban a la Isla los personeros oficiales estadounidenses de cualquier rango.

Ahora el mandatario y su comitiva no pisan un terreno controlado y manipulado por el binomio de los poderes externos y la comparsa reaccionaria nativa, entrenada en escuchar y acatar. Sin embargo, a pesar del mal gusto de aquellas memorias, y tal vez hasta sorprendentemente para algunos desconocedores, el presidente de los Estados Unidos y su comitiva no encontrarán rechazo ni hostilidad en Cuba.

Por el contrario, serán seguros receptores de la hospitalidad, el espíritu franco, las expectativas y hasta la curiosidad de no pocos compatriotas, sentimientos bien lejanos de la obsecuencia, el acatamiento ciego o el deslumbramiento irracional. Y es que Obama será percibido y aceptado a partir del criterio de que su paso por La Habana resultará fuente de un diálogo respetuoso y constructivo, como corresponde a iguales, y no por el ejercicio prepotente e injerencista que caracteriza los distorsionados vínculos entre algunos fuertes y los pretendidos “venidos a menos”.

De manera que lo que muchos esperan de la visita del jefe de la Casa Blanca es que el inusual huésped pueda conocer de cerca al menos una parte de la realidad nacional, que exponga abiertamente sus criterios y propósitos, y que se abran nuevas y más amplias posibilidades de diálogo y cooperación bilateral sobre temas de interés mutuo para ambos países.

Además, su presencia debe constituirse en un nuevo e importante paso hacia la mejoría de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, y en una muy buena ocasión para ratificarle al mandatario visitante la voluntad del gobierno cubano de continuar avanzando en la construcción de una nueva relación, sobre la base de la observancia de los principios claves que rigen los vínculos globales, y que tienen en la autodeterminación y el respeto mutuo sus piedras angulares.

La presencia de Barack Obama en Cuba debe contribuir también a que todos aprendamos que es posible vivir civilizadamente sin la necia espina de que tengamos que profesar, como un embrutecedor calco, las mismas ideas políticas, económicas y sociales. Y es que la grandiosidad del género humano y el sustrato de su desarrollo integral radican, entre otras cosas, en su diversidad de percepciones, culturas, ideas y creencias, y en el hacer del sano reconocimiento a lo ajeno la garantía de un devenir más creativo y armonioso.

Porque nadie que se respete y respete verdaderamente a los otros, puede echar mano a la imposición (incluso la más brutal) para colocar camisas de fuerza y uniformes únicos al resto de sus semejantes. ¿O es que acaso los norteamericanos tolerarían y asumirían mansamente dogmas y pareceres diseñados para ellos por líderes o sistemas foráneos? Quien no admite que le apabullen, no pude apabullar a los demás, o como reza un colorido cartelito que un artista ambulante de la Habana Vieja adosó al costado de su tambor por estos días: “El derecho ajeno debe ser respetado si se quiere la armonía. Viva la amistad entre Cuba y los Estados Unidos.”

En consecuencia, vale afirmar que si la decencia se entiende y asume como principio personal y global, si las diferencias no crean muros, y si el espíritu es construir y no trampear ni engatusar, entonces podremos concluir que estaremos satisfechos del paso por nuestra tierra del actual ocupante de la Oficina Oval.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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