sábado, 27 de julio de 2024

Estados Unidos, sin razón y sin escoltas

Cuba se apresta a presentar en la ONU su proyecto de resolución contra el bloqueo y vuelve la interrogante de qué hará el país que impone la muralla...

Enrique Manuel Milanés León en Exclusivo 14/10/2016
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Cierto día de septiembre de 2015, nada menos que en el inicio de las sesiones en la Asamblea General de la ONU, Barack Obama dijo estar seguro “…de que el Congreso levantará inevitablemente un ‘embargo’ que ya no debería estar ahí”, pero lo cierto es que, un año después, el bloqueo —que es el verdadero nombre de ese cerco— sigue ahí después de tanta pesadilla, como cruel parodia del terco dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso.

En la mismísima Habana, durante su visita en marzo de este año, el presidente de Estados Unidos reconoció que esta “obsoleta” práctica “solo hace daño al pueblo de Cuba, en lugar de ayudarlo”, sin embargo, sus hechos van a las greñas con sus palabras.

Ahora que Cuba se apresta a presentar otra vez en Naciones Unidas su proyecto de resolución contra el bloqueo que padece a manos de Estados Unidos, vuelve la interrogante de qué hará el país que impone la muralla, a casi dos años de anunciar de manera simultánea con la isla la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas y emprender el largo camino de la normalización. Porque lo cierto es que el año pasado el mundo entero esperaba un cambio en la postura norteamericana en la ONU… que no se produjo.

Las causas de este contrasentido son harto complejas. Independientemente de las inconsecuencias de Obama —que en el propio 2015 en que llamaba al Congreso a ceder renovó las sanciones a Cuba amparado en la Ley de comercio con el enemigo… ¡de 1917!, poniendo en entredicho su muy reiterado discurso de “olvidar el pasado”—, cualquiera se da cuenta de que, tras las cortinas de la Casa Blanca, poderosas fuerzas deciden tanto o más que él en este tablero.

Obama critica el bloqueo en público, pero parece intimidado por fuertes lobbies que escriben el guion de los diplomáticos que el Departamento de Estado envía a la ONU. El hombre más poderoso del mundo está entre la espada y el bloqueo, porque para refrendar su palabra tendría que llevarle la contraria a una ley aprobada por su propio país y que los círculos del odio se niegan a desmantelar.

Pese a la dinamización de los intercambios —da la impresión de que los primeros bloqueados son los norteamericanos interesados en la normalización— el bloqueo se recrudece. Una enumeración de casos no es el objetivo de este trabajo, pero durante 2016 continuaron las millonarias multas a terceros y la persecución financiera a cualquier movimiento comercial de Cuba. Y mientras La Habana recuerda las facultades del presidente para quitarle amarras al bloqueo, la más rancia derecha estadounidense impulsa enmiendas para impedir que Obama alivie el estrangulamiento.

Sumando dolores, el bloqueo persistentemente negado por los enemigos políticos de La Habana ha costado en cinco décadas al pueblo cubano 125 873 millones de dólares a precios corrientes. La Cuba mejor que con tal dinero se hubiera levantado es la misma Cuba, ejemplar y subversiva, de la pesadilla de Washington.

Todos los grandes imperios han sido fuertes levantando muros. Pero todos los muros se derrumban. Así como, al interior de Estados Unidos, cada vez crece más el reconocimiento al derecho de Cuba a comerciar en paz. En el plano internacional la nación norteña ha perdido —salvo el incondicional Israel— toda la escolta con que se ha opuesto en la ONU, durante 24 años, a la resolución cubana.

Un breve repaso permite ver que además de Israel, que se ha plegado a Washington en detrimento de Cuba las 24 veces, entre las naciones que votaron en contra o se abstuvieron en una etapa en que el mundo respaldaba a la isla bloqueada, se encuentran Palaos —7 veces en contra y dos abstenciones—, Islas Marshall — 8 en contra y dos abstenciones— y Micronesia, con dos abstenciones.   

¿Por qué esos pequeños estados insulares —tan defendidos por Cuba en los foros de medio ambiente y economías vulnerables— se resistían a secundarnos en la ONU? Por el poder que sobre ellos tiene el rival de boleta de Cuba. 

Todos ellos formaron por muchos años el Territorio en Fideicomiso de las Islas del Pacífico, administrado por Estados Unidos desde poco después del cese de la Segunda Guerra Mundial y cambiado luego a un tratado de libre asociación con Washington, que da a los ciudadanos de estos países permisos de trabajo en la mayor potencia mundial que, por cierto, aporta a aquellos ayuda financiera.

Más que un reproche político a esos Estados vulnerables, lo que toca ahora es destacar que, si en 2015 ellos votaron con Cuba y contribuyeron a que 191 países dejaran solos —sin abstención incluso— a Estados Unidos e Israel, fue un acto audaz a la altura de la razón de Cuba.

Israel es otro caso. Si bien en 2015 algunos periodistas manifestaron asombro porque Estados Unidos emprendiera un acercamiento a Cuba sorpresivo para el Gobierno sionista, que hizo a algunos círculos preguntarse qué debían hacer en la ONU, la complicidad entre ambos es irrompible.

El mismo Obama que dice querer el fin del bloqueo a Cuba garantizó a Israel en 2013, en su primera visita allá como presidente, una “alianza eterna”.

En eso los hechos no le desmienten. Hace pocas semanas fue firmado el acuerdo de ayuda militar de Estados Unidos a Israel por valor de 38 000 millones de dólares, el mayor en la historia de Estados Unidos. Pese a recelos mutuos y a que Benjamin Netanyahu se ha dado el lujo de desairar a Obama más de una vez, Washington sabe que el Cercano Oriente es una región de truenos y que “la llave” de tales tormentas pasa por Tel Aviv.

Aun antes de ese pacto, Israel era el mayor receptor anual de ayuda directa estadounidense, en lo militar y en lo económico, desde 1976, y el mayor receptor total de asistencia norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial.

En el plano diplomático, otro tanto. Entre 1972 y 2011, Estados Unidos vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU 41 proyectos de resoluciones que condenaban a Israel. Ello no solo lo ha convertido en la potencia que más ha vetado resoluciones sobre un tema específico, sino que ha demostrado que, en la práctica, Israel es una especie de “sexto miembro permanente” del Consejo de Seguridad.

Una anécdota explica estas conexiones. En noviembre de 2012, la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 67/19 para admitir a Palestina como Estado observador no miembro. Obtuvo 138 votos a favor y 41 abstenciones. ¿Saben quiénes estuvieron entre los nueve en contra? Estados Unidos, Israel, Palaos, Micronesia e Islas Marshall. ¿Era sobre Palestina o sobre Cuba? Era, como el cerco a La Habana, sobre la fuerza y la razón.

De cara a la cercana votación en la ONU sobre el bloqueo a Cuba, el único pronóstico adecuado es que Cuba vencerá. Para hacerlo por nocaut tendríamos que dar dos golpes de razón fulminantes, a Washington y a Tel Aviv, que seguramente pelearán juntos.

Hace un año se rumoró en ciertos círculos que Estados Unidos manejó la posibilidad de abstenerse si La Habana proponía un texto “diferente”. Ya en el foro, el diplomático Ronald D. Godard lamentó que Cuba presentara “la misma” resolución anual y lanzó una velada amenaza sobre la eficacia de la postura cubana. Ahora no puedo adivinar, pero es difícil que, ante el mismo bloqueo, la isla, que tiene una sola palabra, elabore un proyecto diferente.   


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Enrique Manuel Milanés León

Con un cuarto de siglo en el «negocio», zapateando la provincia, llegando a la capital, mirando el mundo desde una hendija… he aprendido que cada vez sé menos porque cada vez (me) pregunto más. En medio de desgarraduras y dilemas, el periodismo nos plantea una suerte de ufología: la verdad está ahí afuera y hay que salir a buscarla.


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