jueves, 28 de marzo de 2024

Discurso de Fidel en el Aula Magna: significado y vigencia

Intervención del Doctor en Ciencias Filosóficas, Emilio Duharte Díaz, en el espacio Dialogar, dialogar de la Asociación Hermanos Saíz...

Emilio Duharte Díaz en Presidencia de la República Dominicana 17/11/2015
1 comentarios

Salón de Mayo del Pabellón Cuba

23 de octubre de 2015

Muy buenas tardes a todos los presentes.

Ante todo deseo agradecer al Dr. y compañero Elier Ramírez, de la dirección de la AHS, por la invitación a DIALOGAR con ustedes sobre un tema de tanta trascendencia.

Aprovecho la oportunidad –si el Dr. Elier me lo permite- de hacer una especie de promoción del número 279 de la Revista Universidad de La Habana, que debe ser publicado pronto (quizá se aproveche la propia fecha del 17 de noviembre para su presentación) donde se incluyó un Dossier dedicado a este mismo acontecimiento al que se tributa con esta sesión de Dialogar Dialogar. Quisiera entonces reconocer también a la dirección de esa revista, encabezada actualmente por el Dr. Jorge Hernández Martínez, también Director del Cehseu, por esa iniciativa.

Este discurso de Fidel constituye un material de enorme impacto teórico, práctico-político e ideológico.

No es mi interés caracterizar en general el discurso ni referirme a todo su contenido.
Como hay varios panelistas –no nos hemos puesto de acuerdo en lo que vamos a tratar cada uno, y eso es bueno- cada cual ha seleccionado seguramente aquellos aspectos que considera de mayor resonancia para la Cuba de hoy y del mañana.

Yo, por mi parte, he querido concentrar mi atención en un asunto que considero medular para los procesos de transformaciones que tienen lugar hoy en Cuba. Se trata precisamente de las relaciones entre ese discurso del compañero Fidel, la tesis muy polémica acerca de la irreversibilidad del socialismo y las reformas políticas necesarias en la Cuba de hoy.

Por tanto, girará mi exposición alrededor de cuatro temáticas fundamentales: debate sobre la irreversibilidad del socialismo, necesidad de la integralidad de las nuevas transformaciones en Cuba, imprescindible multidisplinariedad en el análisis político y elevación de la participación popular en la toma de decisiones.

Primero: sobre la tesis de la irreversibilidad del socialismo. El socialismo en Cuba se encuentra en una etapa transicional, en circunstancias en gran medida anormales, dictadas por múltiples condiciones y factores que llevaría mucho tiempo explicar y que, en general, ustedes dominan bien.

A las dificultades externas del proceso de transición política –vista esta como conjunto de tendencias de cambios necesarios dentro del sistema socialista – se suman los objetivos incumplidos y los errores propios de diferentes etapas de la Revolución en Cuba. Como señaló el propio Presidente Raúl Castro, Primer Secretario del Comité Central del Partido, en su Informe Central al VI Congreso del PCC: “Lo que aprobemos en este Congreso no puede sufrir la misma suerte que los acuerdos de los anteriores, casi todos olvidados sin haberse cumplido. Es duro el planteamiento, pero muy realista. Muchos se han reído de este asunto, pero lo cierto es que estamos en el país en un momento de inflexión: o hacemos las transformaciones que hacen falta, o perdemos el proyecto, más allá de la colosal obra social, cultural y política de la Revolución.

En la continuidad del proceso de construcción socialista el sistema tiene que fortalecer permanentemente su legitimidad y reconstruir el consenso mediante el perfeccionamiento constante del sistema económico, político, social, cultural e ideológico socialista, para lo cual deben producirse nuevas transformaciones en el país. Cuando se habla de legitimidad, sin la cual no hay consenso alguno, se está hablando del reconocimiento, la aceptación social, la confianza en un proyecto, una organización, un líder, un proceso.

Las reformas económicas y políticas –término al que también se rehúye- que se instrumentaron en Cuba en los años 90 del siglo XX contribuyeron a ello y abarcaron todo el sistema en su conjunto. Estoy refiriéndome a reformas económicas, políticas, sociales e ideológico-culturales, que permitieron paliar la crisis y garantizar la supervivencia de la Revolución.

El final del siglo XX y los inicios del XXI estuvieron signados por la aplicación de las reformas con sus altas y sus bajas. Especialmente los años 2006-2008 quedaron marcados políticamente por la sucesión del poder en los máximos niveles de dirección de la Revolución. Tal proceso ha estado caracterizado por cambios en el estilo y métodos de conducción del gobierno y, en general, en la manera de hacer política. La VII Legislatura de la Asamblea Nacional en febrero de 2008 eligió el nuevo Consejo de Estado y ratificó como su Presidente al propio compañero Raúl Castro.

El discurso político del gobierno desde esa fecha se ha perfilado como búsqueda de un nuevo consenso en el país a lo interno. En el plano externo es cada vez mayor el reconocimiento de Cuba, cuyo colofón seguramente fue la Cumbre de las Américas de 2015 en Panamá, con sus altas y sus bajas.

En el trasfondo de todos estos procesos se encuentra la posibilidad o no de la irreversibilidad del proyecto socialista en Cuba.

Que sea irreversible o no este proceso depende de múltiples factores: económicos, políticos, sociales, culturales, psicológicos e ideológicos, vistos integralmente. En determinados períodos, cuando desde la academia, la investigación científica u otros escenarios, algunos colegas hacían alusión a la posibilidad de regresión del socialismo en Cuba si no se cumplían ciertas condiciones que garantizaran el proceso contrario, eran vistos por muchos, cuando menos, como actores políticos “desviados ideológicamente” o agentes portadores de la perestroika y la glásnost. Esto se producía, incluso, después de haberse desencadenado la debacle del llamado “socialismo real” en Europa del Este y la antigua URSS a finales de los años 80 e inicios de los 90 que demostró que tal viraje –incluyendo la desintegración de la propia URSS- podía suceder incluso con una gran superpotencia como aquella y con una organización como el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que contaba en sus filas con más de 18 millones de militantes.

Años de trabajo, logros, dificultades, errores, nuevas rectificaciones, otra vez desaciertos, condujeron a aquel análisis hecho por el compañero Fidel Castro en su discurso por el 60 Aniversario de su ingreso a la Universidad de La Habana, pronunciado en el Aula Magna de esta Alta Casa de estudios el 17 de noviembre de 2005. Fue una alocución que, a mí entender, tuvo una gran trascendencia nacional y mundial, y produjo en muchas personas sentimientos paradójicos: de incomprensión y lamento y, a la vez, de racionalidad y satisfacción. Lo primero, por la severidad del planteamiento –aunque muy realista- y porque hubo que esperar ese momento para comprender y aceptar a nivel social esa realidad –no concebida ni admitida antes y no tolerada por muchos cuando se promovía el debate desde las propias bases del sistema político-. Lo segundo, porque fue una oportunidad de reflexión acerca de la interrogante formulada por Fidel: “¿Es que […] los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben?” o su afirmación sobre la posibilidad real de que “este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse […] nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”. Fue una ocasión importante para meditar nuevamente acerca de preguntas formuladas por Fidel en aquel discurso: ¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario?, ¿cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo?, y fue también una oportunidad para la concientización de que la vía de lograr esto último es superar los propios dogmas, doctrinarismos, deficiencias y errores, y emprender las transformaciones necesarias que conduzcan al perfeccionamiento del socialismo como sistema.

Dentro de ese conjunto de cambios legitimadores están las posibles reformas políticas que deben implementarse en Cuba.

Aquí se ha perfilado un gran problema: La actualización del modelo económico debe ir acompañado de la actualización del modelo político, social, cultural e ideológico, que garantice la integralidad de los procesos de transformación revolucionaria de la sociedad.
Es un gran problema para la legitimidad y el consenso que hasta hoy en nuestro país, al menos públicamente, no se haya promovido un debate nacional y un proceso de construcción nacional del consenso acerca de cuáles son las reformas que en los órdenes mencionados deben acometerse.

Más allá del significado del término “actualización del modelo económico”, sobre el cual se puede polemizar , me interesa en este debate introducir el tema acerca del imprescindible enfoque integral de los cambios en la Cuba de hoy, aunque haga énfasis en lo político, de acuerdo al objetivo que me he planteado para esta exposición.

Desde el VI Congreso del Partido en 2011 hemos hablado solo de actualización del modelo económico, como si no fuera necesario que a él se integre la construcción de un modelo integral, que abarque las demás aristas mencionadas.

Debatir solo lo económico –aunque se observen matices políticos imprescindibles- es riesgoso. Sigue válida la idea marxista acerca del papel determinante de la economía. Pero también de la influencia inversa activa de la política sobre aquella: ningún problema económico puede resolverse sin un correcto enfoque político. Se dirá que los Lineamientos de política económica y social aprobados en el VI Congreso del PCC son políticas relevantes, y es cierto, pero no son las únicas.

No se debe posponer más la integración del trabajo económico, político, social, cultural, ideológico, académico y científico en un solo haz de acciones transformadoras. Si bien fue acertado el VI Congreso al priorizar en abril de 2011 la adopción de los Lineamientos, o la Primera Conferencia Nacional al aprobar en enero de 2012 los Objetivos de trabajo del Partido, puede considerarse un poco demorado –ya concluyendo el año 2015- el no iniciado aún imprescindible proceso de debate popular acerca de los cambios en el sistema político.

Los Lineamientos no nos ofrecen “el cómo”; su implementación exige el diseño y ejecución de políticas públicas concretas y de leyes específicas, las cuales requieren también de consenso para no torcer el rumbo. Es sabido que sobre algunas políticas económicas –diseñadas o no- no hay consenso, incluso entre los propios economistas, y el VII Congreso del Partido en abril de 2016 deberá pronunciarse al respecto.

Los Objetivos de la Primera Conferencia también necesitan ser concretados, precisados y tampoco abarcan todos los problemas políticos e ideológico-culturales claves que deben ponerse en la agenda política nacional.

Sería pretencioso pensar, por otro lado, que los “experimentos” de Artemisa y Mayabeque, por sí solos, van a resolver el problema. En ellos también hay imprecisiones, incomprensiones, simplificaciones, insuficiencias y fallas que aconsejan repensar algunas formulaciones y prácticas. No en vano el Gobierno adoptó recientemente la decisión de extender por otros dos años esta experiencia.

Muchos no han fijado la atención en que el VI Congreso aprobó no solo Lineamientos, sino también la “Resolución sobre el perfeccionamiento de los órganos del Poder Popular, el Sistema Electoral y la División Político Administrativa”. El “cómo hacerlo” exige igualmente más pensamiento y acción.

Surgen nuevos espacios de debate –muchos al margen de las instituciones y de las organizaciones reconocidas “oficialmente”-. Redes sociales, sitios web, boletines electrónicos, mensajes digitales de todo tipo, ponencias en eventos, cartas, recomendaciones, cuestionamientos, inundan las mentes por vías múltiples. Las opiniones van desde razonamientos y propuestas a favor de la transformación revolucionaria, más democrática y más humana de la sociedad cubana; pasan por la resistencia a esas mismas reformas –incluso económicas-; hasta las opciones que, desde un enfoque liberal, neoliberal o neoconservador de la política y la democracia, se plantean el objetivo de desmontar el sistema socialista en Cuba. Ignorar eso no es conveniente. Abandonar espacios, tampoco. Por eso celebro mucho la decisión de la AHS y particularmente del profesor Elier de promover este encuentro. A ello se refirió también Fidel en su discurso: a la necesidad del debate, algo que por mucho tiempo hemos hecho poco o no lo hemos realizado sistemáticamente o, sencillamente, no hemos sabido crear una sólida cultura del debate, de la polémica, del diálogo, de la deliberación, lo que es un reto para la Revolución cubana hoy.

A mi juicio, al VI Congreso y a la Conferencia Nacional deben seguir eventos de continuidad para la formulación de propuestas concretas de reformas con propensión integral: de los procesos económicos, políticos, sociales, culturales e ideológicos en conjunto, en interpenetración e interinfluencias. El VII Congreso será una oportunidad importante para ello. Solo lamento que todavía no estemos debatiendo públicamente sobre varios temas cruciales que garanticen la continuidad del sistema, por supuesto, renovado, creador, más humano y más democrático.

No se puede avanzar con eficiencia en el proceso de actualización del modelo económico sin precisar, con acuerdos nacionales, los derroteros del desarrollo político con el que aquel interactúa, para lo cual es clave el incremento de la participación popular real y efectiva. Es muy importante y recomendable extender el debate político nacional tal y como lo hizo el Congreso partidista durante su preparación y realización, que permite concluir que el proceso de discusión y aprobación de los Lineamientos… puede ser considerado entre las experiencias más trascendentes de la práctica político-participativa cubana de todos los tiempos. Pero lo trascendente y heroico –siguiendo el pensamiento y espíritu del Che -(12) debe convertirse en cotidiano. Por eso hay que sistematizar, generalizar esas experiencias. Conocer y tener en cuenta el sentir de los diversos sectores del pueblo –con su participación directa- sobre el conjunto de los temas referidos al sistema político –que no tienen que ver solo con el Partido- sería de gran utilidad para trazar la mejor estrategia de perfeccionamiento y relegitimación política permanentes. Es una garantía de irreversibilidad que el pueblo se sienta “dueño” real y partícipe activo de las decisiones más trascendentes y no un simple “consultado”, o “movilizado”, o “asistente” a reuniones y asambleas, términos con los que se confunde a veces o se sustituye una verdadera participación.

Ello prepararía mejor a la población para la guerra cultural que tiende a intensificarse, y reduciría aún más las posibilidades de convertir al país en caldo de cultivo para la estrategia subversiva del imperialismo mundial.

Ya Raúl primero, y luego un Pleno del Comité Central, plantearon la necesidad de una consulta popular. Eso es excelente. No aparece en la mencionada Resolución del VI Congreso. Pero habría que plantear con fuerza qué tipo de consulta es la que hace falta, para que no se nos quede en un acto formal, como algunos que hemos visto en los últimos tiempos. ¡¡¡Son las paradojas de los procesos de cambios….!!! No es nada demasiado extraño. Por eso hay que estar alertas, para enfrentar la resistencia a los necesarios cambios, que deben ser más revolucionarios y más socialistas.

Quiere decir, que el nivel de amplia participación popular que no se promovió en la discusión del Documento Base de la Primera Conferencia Nacional, pero sí del proyecto de Lineamientos del VI Congreso, y que se ha cubierto de formalismo en varios procesos nacionales, debe abrirse para los nuevos cambios que requiere el país, lo que podría significar emprender un nuevo proceso de debate político nacional que culminaría con una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional que decida finalmente sobre la instrumentación de los que resulten de consenso para la Cuba actual. Algunas decisiones sería aconsejable someterlas a referendo popular, figura prevista en la Constitución socialista cubana que puede ser utilizada con más amplitud en estos procesos para la toma de decisiones claves, por ejemplo, la aprobación de la nueva ley electoral, lo que daría mayor legitimidad al proceso transformador.

De todas maneras, no se está en presencia de una “carrera de velocidad”, pero tampoco puede haber lugar para el estancamiento ni para el temor a los riesgos, de los cuales no está exento ningún proceso de toma de decisiones políticas. Hay que continuar aprendiendo a gestionar el riesgo.

Otra arista de la participación como factor legitimador, de consenso y, por tanto, de irreversibilidad del socialismo en Cuba, tiene que ver con la decisión del VI Congreso –crucial para el análisis científico-político de ese evento y de los necesarios cambios políticos en Cuba- de aprobar la Resolución ya mencionada sobre el perfeccionamiento de los órganos del Poder Popular, el Sistema Electoral y la División Político Administrativa, que muchos olvidan que también fue un acuerdo de ese congreso y limitan la acción de este evento partidista solo a los Lineamientos…. Aunque sin muchas especificaciones –y sin efectuarse aún el debate popular necesario- expresa la voluntad política del Partido de emprender estudios, evaluaciones y acciones práctico-políticas concretas en algunas esferas de la política.

En este sentido, el VI Congreso encargó al Comité Central del Partido, una vez realizadas las precisiones necesarias, presentar a la Asamblea Nacional las recomendaciones correspondientes para la instrumentación de los cambios que se consideren pertinentes. Sin embargo –y esto es muy importante- la legitimidad mayor, en mi opinión, estaría determinada por el nivel de participación popular que se logre en la aplicación de esta Resolución –implicando el diseño de normas y de políticas-. Por eso me parece clave la propuesta del compañero Raúl Castro sobre la consulta popular, pero como dije: con un diseño y una ejecución adecuados, sin formalismos y sí con participación real y efectiva.

Hay un objetivo crucial, vieja demanda de la sociedad cubana, que aún no adquiere dimensión significativa: “desarrollar las investigaciones sociales y los estudios sociopolíticos y de opinión; hacer un mayor uso de sus resultados para la toma de decisiones, la evaluación de impactos en todos los sectores de la sociedad; y trabajar especialmente en la conceptualización de los fundamentos teóricos del modelo económico y social” apropiado y deseable para Cuba. Su garantía no es posible si esa intención no se institucionaliza debidamente, si no se establece una política pública que la proyecte, ofrezca el apoyo moral, material y financiero adecuado, y regule una relación más estrecha y armónica entre ciencia social y política, entre resultados científicos y formulación y toma de decisiones políticas.

Resulta crucial, entonces, observar la multidisciplinariedad en el análisis de propuestas para la toma de decisiones: no siempre se tiene en cuenta que, fenómenos y procesos referidos, por ejemplo, a la Economía –o, sencillamente, que aparenten ser estrictamente económicos- exigen que desde su propio diseño se integren especialistas no solo de ese campo del conocimiento, sino también de Sociología, Ciencias Políticas, Derecho, Antropología, Filosofía, Ética, Estética, Psicología y otras ramas del saber. Es necesario también que los estudios sociopolíticos y de opinión que realiza el Partido establezcan un vínculo más estrecho y no formal con la academia, con las universidades y centros de investigaciones sociales, con los especialistas de esas instituciones que pueden apoyar las investigaciones, a la vez que enriquecerse con ellas.

No obstante, se observan modestos cambios en esta dirección y constituye un buen indicio que un grupo de recomendaciones hechas desde la ciencia social, económica y política cubanas hayan tenido cierto reflejo en los discursos del presidente Raúl Castro y en los acuerdos del VI Congreso y de la Primera Conferencia Nacional. Este es un tema al que también le dedicó atención el compañero Fidel Castro en el Discurso mencionado del Aula Magna: “Necesitamos muchas ideas bien claras –decía él dirigiéndose a los jóvenes estudiantes- y muchas preguntas dirigidas a ustedes, que son los responsables, acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo” .

La multidisciplinariedad es importante para evitar decisiones basadas en criterios unilaterales, parcializados, sin la debida integralidad. Ella nos ayudaría, sin dudas, a la revisión que, seguramente, el VII Congreso del Partido en abril de 2016 hará de los Lineamientos… y su implementación. No es secreto que es necesario incorporar a este análisis opiniones y valoraciones no solo de los economistas –que, de hecho, no han llegado a consenso sobre muchos aspectos de la concepción de las reformas y de las políticas públicas o gubernamentales para implementarlas- sino también de otros especialistas de las Ciencias Sociales y no sociales también.

Ese enfoque contribuiría, igualmente, a la comprensión del debate y las decisiones sobre asuntos que podrían parecer de menos trascendencia, pero que impactan el imaginario, la conciencia y la participación populares. Me refiero, por ejemplo, a la conversión del Capitolio Nacional en sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular, órgano supremo de poder que hoy no tiene sede propia. Tener en cuenta el problema de los mitos, el simbolismo político, las tradiciones, ritos, ceremonias, etc., que son objeto de la Antropología Política, ayudarían significativamente a ese y otros estudios imprescindibles para la Cuba actual, en su vínculo indiscutible con la ideología y otras esferas de la vida social. Del mismo modo esta disciplina científica nos ayudaría a entender en profundidad y a no repetir errores como la suplantación de la institucionalidad revolucionaria por mecanismos paralelos que atentan contra la confianza popular en las instituciones y agreden la legitimidad, tal y como sucedió en un pasado relativamente reciente a raíz de la “batalla de ideas”.

La perspectiva multidisciplinaria nos revelaría del mismo modo el valor de la Estética Política para la continuidad de las reformas económicas, y también para las reformas culturales, sociales, políticas e ideológicas necesarias. Los conceptos de gusto, imagen, proyección de imagen, espectacularidad, dramaturgia, sensibilidad y otros, propios de la Estética como disciplina filosófica, han penetrado también el mundo de lo político. Hay que reconocer que muchas veces no lo tenemos en cuenta en los ritos políticos, en nuestra propaganda, en los procesos electorales y en otros aspectos de la actividad política nacional, no con el objetivo de copiar las experiencias manipuladoras del liberalismo actual, sino de estimular un proceso que necesita ser más visible, activo, creíble, convincente y hermoso. Hay que invertir más en política e ideología para el bien del pueblo, pero no “a ciegas”, no en tareas improvisadas propensas al teque –visto como esa conversación veleidosa, frívola, insustancial, larga, tediosa y sin argumentos- sino en aquellas que muestren la calidad, el nivel científico-político y la sensibilidad que ello entraña, para convencer a la gente sobre la justicia de un sistema socialista renovado y creador. El Estado, por tanto, deberá seguir financiando esa actividad sin prejuicios; con las limitaciones racionales del país, pero estableciendo un presupuesto suficiente que garantice esas necesidades.

La visión multidisciplinaria favorecería, de la misma manera, un enfoque tecno-científico de los cambios. La relación de los Estudios Sociales sobre Ciencia, Tecnología e Innovación con la política en general, con el poder, la democracia (especialmente la democratización de la ciencia), la participación, el debate político público, las políticas públicas (proyecciones de la ciencia y la tecnología en ellas, en particular en las políticas tecnológicas), el proceso de toma de decisiones, etc., constituye un tema de trascendente actualidad. Es un camino de doble vía: la práctica económica, política, social, cultural e ideológica impacta los procesos tecno-científicos y de innovación; a la vez, estos procesos deben ser parte inalienable de aquellas prácticas, en otras palabras: la toma de decisiones debe tener un basamento en los enfoques y logros de la tecno-ciencia y la innovación. No olvidemos que la tecnología y la innovación pueden ser también sociales y políticas. Trabajemos en función de fortalecer las interacciones entre Ciencia, Tecnología, Innovación y Política.

Estos son solo algunos ejemplos. Sería también fundamental observar los enfoques que aportan disciplinas como: Ciencia Política, Filosofía Política, Economía Política, Teoría Política, Sociología Política, Psicología Política, Geografía Política (en especial la Geopolítica), Ética Política y Axiología, Ecología Política, Teología Política, Demografía Política, Derecho Político, Historia Política, y otras.

El discurso del compañero Fidel, al cual le dedicamos este encuentro, se está refiriendo a asuntos que son, ante todo, ideológicos, y nos sirve para esclarecernos también sobre otros temas:

– Generalmente se confunde ideología con ideología política. Esta última es solo un tipo de ideología, aunque pueda ocupar posiciones predominantes en determinadas circunstancias. La ideología está presente en todas las formas de la conciencia social: política, derecho, economía, filosofía, moral, arte, religión, ciencia, ecología…
– Nos cansamos de hablar, por ejemplo en las universidades y en otros escenarios, sobre trabajo educativo y político-ideológico, y aún no lo hemos conceptualizado debidamente; sin hablar ya de su práctica. Creo que hasta los soviéticos con todo su desastre, al menos teóricamente lo concebían de una forma que podríamos retomar, estudiar y debatir: ellos se referían al trabajo ideológico y político-educativo, y a otras aristas del tema que podrían estudiarse críticamente y extraer las lecciones requeridas.
– No hemos desterrado completamente el teque del discurso y trabajo políticos.
– Hay que actualizar también, por tanto, el enfoque ideológico del trabajo de masas, los métodos y estilos para convencer, los conceptos que utilizamos, los argumentos que nos faltan en los discursos de todo tipo.
– Finalmente, tienen que activarse más los medios de comunicación. No son aún efectivos en el debate de ideas. Aunque algunos programas estén ofreciendo hoy cierta visión crítica, esta se queda generalmente en la superficie, evita asuntos macrosociales o macropolíticos, o problemas que rompan con lo inercial; los temas tabú aún persisten. Muchos –incluyendo directivos- se resisten a la polémica, aunque esta esté en el camino de la Revolución. Les da trabajo aceptar opiniones que no sean las tradicionales, que rompan en alguna medida con el discurso en boga, aunque ellas sean novedosas, aportativas, atractivas y convincentes. Existen argumentos y ejemplos para demostrar esto. El discurso de Fidel llama a teorizar, a polemizar y a esclarecer ideas.

En conclusión, la actualización del modelo político debe desempeñar un papel más relevante en el debate público en busca del consenso nacional, que integre con más fuerza, a las iniciativas “desde arriba”, las propuestas “desde abajo”, la promoción de decisiones desde las propias bases del sistema político. Hay que, por tanto, diseñar ese proyecto integral y público de posibles nuevas reformas que se pueden acometer en la actual etapa de transición socialista en Cuba .

El proceso de cambios –léase la transición al socialismo- sólo puede hacerse irreversible si se perfecciona el poder político socialista y este, a su vez, puede hacerse realmente irrevocable –según el término utilizado en la reforma constitucional de 2002- si se legitima permanentemente a través, ante todo, de la promoción de la participación cada vez más amplia, activa, directa, sistemática, creativa, real y efectiva de la población en la formulación de propuestas y en la toma de las decisiones políticas más trascendentes del país y si, a través de este proceso, logra desarrollar la satisfacción, con sentido ecológico, de las necesidades racionales –materiales y espirituales fundamentales- de los individuos, la mayor justicia social posible y un creciente desarrollo de la verdadera democracia. Solo así será viable la idea de un socialismo próspero, sostenible e irreversible, como lo planteaba Fidel en su discurso del Aula Magna.

¡Muchas gracias a todas y a todos!


Compartir

Emilio Duharte Díaz

Doctor en Ciencias Filosóficas

Se han publicado 1 comentarios


palili2011
 20/11/15 9:35

Mi intelecto no me ha permitido entender cual es el planteamiento en cuestion y no se que partido tomar o que posicion adoctar.

Deja tu comentario

Condición de protección de datos