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lunes, 9 de diciembre de 2024

Brexit, frexit, nexit y otras tormentas europeas

El 23 de junio, cuando ganaron con el 52 por ciento del sufragio la salida de Reino Unido de la Unión Europea, los británicos destaparon una caja de Pandora llena de tambaleantes fichas de dominó...

Enrique Manuel Milanés León en Exclusivo 25/06/2016
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Luego de que el Reino Unido repasara en masa la trágica incertidumbre del príncipe Hamlet, finalmente optó por el “to be”del brexit, la salida del país de una Unión Europea (UE) que, entre rancios orgullos, no deja de verse frágil y temerosa de que la decisión de los británicos —primer pueblo que la deja plantada en su larga historia como bloque— haya destapado una Caja de Pandora que todos sabían estaba allí, pero que ninguno se había atrevido siquiera a mirar fijo.

Divorcio al fin y al cabo, las cosas tienen su tiempo, pero la parte abandonada no deja de pronunciar esa exigencia internacional de “vete con tus cosas”que millones de terrícolas hemos escuchado alguna vez. Este mismo viernes, pocas horas después de la decisión, la UE pidió a Londres que inicie el proceso de su retirada “cuanto antes”para no prolongar “innecesariamente la incertidumbre”. También acotó algo muy socorrido en trances semejantes: no habrá reconciliación.

En un comunicado conjunto, los presidentes de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker; del Parlamento Europeo (PE), Martin Schulz; del Consejo Europeo, Donald Tusk; y el primer ministro holandés, Mark Rutte, presidente de turno del Consejo de la UE, afirmaron estar “listos para iniciar rápidamente las negociaciones con el Reino Unido con respecto a los términos y las condiciones de su retirada de la UE”, lo que se vislumbra como un tránsito espinoso tanto para el país como para el bloque.

Hay suicidios rocambolescos: el primer ministro David Cameron, que en un cálculo político dio el pistoletazo de arrancada de la opción del referendo, ha sido la primera gran baja visible del disparo. Ya dijo que dimitirá en octubre y dejará a su sucesor —el exalcalde de Londres, Boris Johnson, uno de los triunfadores de la campaña del brexit, se pinta solo para ello— la tarea de activar el artículo del Tratado de Lisboa que establece el mecanismo de retirada de un Estado de la UE. Mientras eso llega, el país seguirá siendo miembro de la UE, con los derechos, obligaciones y la legislación que ello entraña.

De ser un cónyuge fuerte que llegó a plantear y acordar una permanencia con sus “requisitos”, el imperio británico es ahora un divorciado más que, eso sí, exhibirá en cada “bar”del continente un ejemplo a todas luces negativo para su antigua “pareja”. Ahora la UE desea que Londres sea al menos un socio cercano y espera sus propuestas, aclarando que en adelante cualquier acuerdo debe ser equilibrado en términos de derechos y obligaciones.

Lo dijeron los números, y no solo ellos: el brexit fue un tajazo en medio de las islas británicas. Londres y Escocia se mostraron como núcleos eurófilos mientras la Inglaterra agraria y los centros industriales de Gales y el norte de Inglaterra se inclinaron por irse. Como tendencia, la clase obrera blanca apoyó la marcha y la clase media universitaria la rechazó.

La pregunta del referendo no era en sí misma “la pregunta”. Ahora todos quieren saber cómo impactará el resultado en la unidad nacional, en tanto Irlanda del Norte, Escocia e incluso Gibraltar, que se habían posicionado a favor de permanecer en la UE, pueden expresar su disgusto de maneras traumáticas.

Aunque Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, se apresuró en afirmar que “no habrá una reacción en cadena”en el resto de países de la Unión, la perspectiva parece apostar a otra carta y el efecto dominó se torna inevitable.

Ya desde antes de la consulta, la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, había anunciado que, si eran sacados de Europa contra su voluntad, volverían a poner sobre la mesa el tema del referendo de independencia.

No más conocerse el resultado, el partido nacionalista Sinn Feinn, de Irlanda del Norte, reclamó una consulta sobre la unificación de Irlanda. Pero hay más, siempre hay más: Gibraltar —otro enclave derrotado el jueves, porque votó con un 95 por ciento a favor de seguir en la UE— podría replantearse muchas cosas en tiempos en que el canciller español, echando a un lado todo tacto político, acaba de decir que “una bandera de España en el Peñón de Gibraltar está mucho más cerca”.

Hay tormenta al otro lado del canal de La Mancha. Marine Le Pen, la líder del partido de extrema derecha francés Frente Nacional, dijo ver en el resultado británico “la victoria de la libertad”y exigió que se celebre en su país una consulta similar que en ese caso se llamaría “frexit” (salida de Francia de la UE).

Otros apuntan igual. Geert Wilders, líder holandés del partido de extrema derecha y antimusulmán PVV, también ha pedido un referendo similar, “tan pronto como sea posible”, con el argumento de que es hora de un nuevo comienzo “en el que nos apoyemos sobre nuestra propia fuerza y soberanía, también en Holanda”, donde el proceso se denominaría nexit”, a tono con la terminología del desmembramiento. Y en Alemania, el partido euroescéptico Alternativa para Alemania ha recibido puras vitaminas con el resultado británico.

Mientras los números andan a las greñas entre quienes sostienen que la economía mejorará y los que ven llegar la crisis, entre los que ven una oportunidad en la independencia y quienes ven fragilidad fuera del bloque, y entre los que defienden y los que atacan a los inmigrantes —puntos estos claves en la pregunta del referendo y su respuesta—, lo cierto es que el mapa político de Europa sufrió un impacto poderoso.

Annalisa Piras, una periodista italiana residente en Londres, había vaticinado que, si ganaba el brexit, se produciría una crisis de confianza y que la Unión Europea estaría muerta. Entonces, el asunto estaría en esperar cuándo y quién certifica el cadáver.


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Enrique Manuel Milanés León

Con un cuarto de siglo en el «negocio», zapateando la provincia, llegando a la capital, mirando el mundo desde una hendija… he aprendido que cada vez sé menos porque cada vez (me) pregunto más. En medio de desgarraduras y dilemas, el periodismo nos plantea una suerte de ufología: la verdad está ahí afuera y hay que salir a buscarla.


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