viernes, 26 de abril de 2024

Aires diferentes

Con la firma de un renovado acuerdo de mutuo entendimiento con Cuba, la Unión Europea podría inclinarse a hacerse justicia a sí misma...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 13/12/2016
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FIHAV 2016
La rectificación de la desatinada política de la UE con respecto a La Habana puede asumirse como un triunfo rotundo de la dignidad y la resistencia de los cubanos. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Finalmente, y con la firma este diciembre del acuerdo bilateral correspondiente, las naciones de la Europa Comunitaria rectificaron el craso error político asumido dos décadas atrás por esa agrupación regional cuando en 1996, espoleadas por personajes y agrupaciones afines a la agresividad contra Cuba, decidieron establecer una titulada “posición común” de corte hostil en sus vínculos con La Habana.

Actitud que coincidió, no por casualidad ni inocencia, con una de las épocas más duras vividas por el proceso revolucionario cubano desde su triunfo en enero de 1959: la desaparación de la URSS y el campo socialista de Europa oriental, y la pérdida, por tanto, de buena parte de las operaciones comerciales de la Isla y de sus pilares económicos claves.

La estrategia era clara entonces para los promotores de ese rudo golpe adicional. Se trataba de calzar los esfuerzos de los círculos norteamericanos de poder por destruir definitivamente a Cuba en medio de tan complicada coyuntura, imbuidos estos por las “victoriosas” teorías hegemonistas en torno al pretendido “fin de la historia” y la “prevalencia total del capitalismo”.

No importó que hasta entonces el Viejo Continente hubiese sido un trascendente socio comercial de la Isla, que no solo abrió sus puertas a los empresarios europeos, sino que además impulsaba el fomento de su incipiente industria turística precisamente con la llegada de importantes contignentes de ciudadanos de las naciones de la UE en calidad de visitantes.

Se esgrimió pues que La Habana debía adoptar un “régimen democrático y respetuoso de los derechos humanos” como pretexto para amarrar con mayor peso la política externa de la Unión Europea a los dictados del poderoso socio de ultramar.

Y comenzó entonces una tensa y bochornosa historia que teminaría con el nuevo hundimiento de las conjuras anticubanas ante la verticalidad de principios de una Isla determinada a no ceder en sus derechos y prerrogativas más sentidas, y a defender el principio de respeto a su soberanía y su autodeterminación a toda costa y a todo costo.

Para la Europa Comunitaria, el derrotero ulterior sobre similares carriles de dependencia significaría además ahondar el vergonzante papel de alabardera de cuanta agresión y artimaña han urdido y ejecutado los sectores imperiales en el propio territorio europeo (el descoyuntamiento yugoslavo), en sus aventuras injerencistas en Asia Central y Oriente Medio, y en su pretendido cerco contra Rusia y China, dos “oponentes” indeseables para el hegemonismo global.

Servicios prestados a un socio que, por demás, solo piensa en sí mismo y no duda en quemar “adeptos” si ello beneficia sus intereses unilaterales.

De ahí que la rectificación de la desatinada política de la UE con respecto a La Habana pueda asumirse, desde un triunfo rotundo de la dignidad y la resistencia de los cubanos, hasta la posibilidad de que semejante experiencia impulse al Viejo Continente a repensar sus nada edificantes actuaciones con relación a las egoístas ambiciones de los grupos de poder de la mayor potencia capitalista.

Para La Habana, como hasta ahora, seguirá primando la disposición al diálogo respuestuoso y la construcción de vínculos mutuamentre ventajosos con Europa, asi como la aspiración de que un área geográfica con tanta historia y peso internacional asuma de una vez un papel protagónico netamente autóctono en un mundo donde ya no cabe el aberrado esquema de un egoísta y “divino” cetro universal que disperse caprichosos edictos a una multitud de “ineptos y gentes de segunda”.

En pocas palabras, que la nueva filosofía con la que se ha abordado el titulado “caso cubano” sirva de asidero a la diplomacia europea para que no obvie el insistir en hacerle verdadera justicia a las hasta hoy raídas imagen y proyección continentales ante el resto del orbe.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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