viernes, 19 de abril de 2024

Un canto acribilló al tirano

Cientos de niños y jóvenes evocan cada 12 de febrero en el Monumento Nacional Presidio Modelo la audacia de los sobrevivientes del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes...

Diego de Jesús Rodríguez Molina en Exclusivo 12/02/2016
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“De amar las glorias pasadas, se sacan fuerzas para adquirir glorias nuevas”, escribió Martí y ocurre con una recordación que en la Isla de la Juventud deviene tradición formadora de las nuevas generaciones cada 12 de febrero.

Ese día cientos de niños y jóvenes van hasta el Monumento Nacional Presidio Modelo a evocar la audacia de los sobrevivientes de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, quienes desde la cárcel protagonizaron otra histórica hazaña en la referida jornada de 1954.

Apenas los revolucionarios divisaron esa mañana del 12 de febrero la llegada del dictador Fulgencio Batista, Fidel llamó a sus compañeros de lucha y les propuso la idea, que fue aceptada y organizada de inmediato.

– ¡Ahora!, exclamó Juan Almeida, quien vigilaba, al acercarse el titano.

LA AUDACIA DE26 VOCES

Y justamente 26 combatientes alzaron sus voces a coro con la letra y música del mismo Himno de combate que los acompañó en el asalto a la segunda fortaleza el 26 de julio del año anterior:

Marchando, vamos hacia un ideal
sabiendo que hemos de triunfar
en aras de paz y prosperidad
lucharemos todos por la libertad.

Adelante cubanos
que Cuba premiará nuestro heroísmo
pues somos soldados que vamos a la Patria liberar
limpiando con fuego que arrase con esta plaga infernal
de gobernantes indeseables y de tiranos insaciables
que a Cuba han hundido en el mal.

(...)

Solo fueron 26 en esa ocasión ya que Ciro Redondo había sido trasladado provisionalmente a Pinar del Río para enfrentar otras causas relacionadas con los adiestramientos en Artemisa, y otro asaltante: Abelardo Crespo, se reponía en Santiago de una grave herida de bala en un pulmón.

El visitante imaginó inicialmente un gesto de halago, pero pronto lo indignó.

– ¿Quiénes cantan...?, preguntó airado al oír el coro de voces que venía del pabellón donde guardaban prisión los muchachos del Moncada.

– ¡Los mato, los mato!, vociferó el testaferro conocido allí por Pistolita, mientras los revolucionarios concluían sus vibrantes estrofas:

El pueblo de Cuba...
sumido en su dolor se siente herido
y se ha decidido a hallar sin tregua una solución
que sirva de ejemplo a esos que no tienen compasión
y arriesgaremos decididos por esa causa hasta la vida,
¡que viva la Revolución!

El combativo Himno, entonado ahora en las narices del dictador, fue creado por Agustín Díaz Cartaya a solicitud de Fidel antes del Moncada, y tras las acciones se le conoció como la Marchadel 26 de Julio.

Lo tarareaban los combatientes en la cárcel de Boniato, incluyó nueva estrofa por el sacrificio de los caídos y lo cantaban públicamente en el juicio de Santiago de Cuba.

Durante los días siguientes vendrían las represalias. Primero fueron castigados Ramiro Valdés, Oscar Alcalde, Ernesto Tizol e Israel Tápanes, después al autor del Himno, a quien dejaron inconsciente. A los demás prohibieron radios y visitas.

HIMNO EN PIE DE LUCHA

“Se morían de la rabia e impotencia al ver que no podían doblegarnos, como tampoco hoy pueden con los cubanos el enemigo imperialista y su camarilla”, afirma el poeta y compositor, también autor de los himnos América Latina y Tricontinental luego del triunfo revolucionario y en el fragor de los nuevos horizontes de lucha.

Tras las rejas Fidel es sometido a total aislamiento. “Sigo sin luz, con hoy ya diecisiete días. Las velas no las dejaron pasar...”, escribe el líder el primero de marzo de 1954, sin saber que ese día eran devueltos al salón los cinco combatientes acosados, sin poderlos doblegar.

Acerca de la forma en que desafió la tortura psicológica subrayaría décadas después el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés: “...después que quedé solo, me pasé todo el tiempo leyendo y así pasaron rápido los días...Los libros nos dieron la libertad –relata– que pretendieron quitarnos encerrándonos en aquellas difíciles condiciones y nos prepararon para las nuevas batallas...”.

Otro de los combatientes Pedro Miret Prieto, reflexionaría años después antes de su muerte: “Las autoridades del penal se tardaron mucho”.

Lo afirma refiriéndose a la “previsión de Fidel de organizarlo todo desde el primer momento, como la propia academia, sus temas de estudio y profesores, seleccionados entre nosotros mismos allí, traer libros para nuestra biblioteca, que llegó a disponer de más de 300 volúmenes, el régimen de lecturas y análisis colectivas e individuales, nuestro reglamento disciplinario, antes de que se tomaran contra nosotros represalias, como efectivamente ocurriría después, en febrero del 54, al incomunicar y separar de nosotros al máximo jefe…”.

“Y cuando creyeron que Fidel estaba aislado, ideamos diversas vías de comunicación que nos mantenían en contacto”, relata Miret, uno de los artífices de esos mecanismos, y ejemplifica: “las señales de mano que hacía con Raúl cuando lo envían posteriormente junto a Fidel, de ventana a ventana, desde la celda donde se encontraban y el pabellón..., después Raúl inventó sacar letras en cartones, luego funcionaron pelotas de papel, ...y los mensajes enviados dentro de tabacos... así salieron La Historia me Absolverá –con el Programa del Moncada–... y otras orientaciones...”.

Así burlaron represalias y doblegaron rejas, traspasadas el 15 de mayo de 1955, para lanzarse a nuevas batallas, compulsados por las vibrantes estrofas del Himno que a 62 años de su combate frente al tirano, sigue en pie de lucha:

“Marchando, vamos hacia un ideal/ sabiendo que hemos de triunfar...”.


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Diego de Jesús Rodríguez Molina


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