viernes, 29 de marzo de 2024

Un alegato actual contra la guerra y sus promotores

El 26 de septiembre de 1960, desde la tribuna de la ONU, Fidel Castro alertó al mundo sobre los peligros de la guerra convencional y nuclear en la era moderna y la necesidad de luchar contra sus promotores...

Frank Agüero Gómez en Exclusivo 26/09/2012
5 comentarios
Fidel en la ONU, 1960
En 1960, Fidel Castro desde la ONU, alertó al mundo sobre los peligros de la guerra

La denuncia sobre los móviles de la espiral armamentista y la necesidad de erradicar las políticas imperiales contra las naciones del Tercer Mundo mantienen total vigencia cuando se cumplen en estos días 52 años de la primera intervención del líder histórico de la Revolución Cubana en el plenario de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

En aquella ocasión, el Comandante en Jefe Fidel Castro realizó una argumentada y vigorosa exposición de las razones históricas que justificaban el proceso revolucionario en la mayor isla del Caribe, hostigada y amenazada por el gobierno de Estados Unidos y los regímenes satélites de aquel, en complicidad con apátridas fugados al exterior.

La más alta representación del Gobierno Revolucionario refutaba ante la ONU las campañas propagandísticas, y advertía acerca de los planes de intervención militar que se urdían, materializados pocos meses después en la invasión mercenaria por Playa Girón y la secuencia de acciones conducentes a la Crisis de Octubre de 1962. Desde entonces y hasta la actualidad, el castigo imperial se escudaba en la defensa de los intereses económicos de los cómplices del régimen derrocado por la Revolución, protegidos después con la vigente Ley Helms Burton, y en las reformas soberanas que mejor convienen al desarrollo de la nación y del pueblo cubano.

Han pasado cinco décadas y dos años, la geografía política mundial ha cambiado al no existir ahora la división del mundo en dos bloques antagónicos y derrumbarse con ello el pretexto de la guerra fría, justificante imperial para oponerse a la independencia nacional de las naciones subyugadas e imponerles formas de dominio neocoloniales.

A pesar del tiempo ido y los avances científicos y tecnológicos de la modernidad, lo cierto es que el empeño de apoderarse de las riquezas materiales concentradas en los países de la llamada periferia se ha acentuado bajo las nuevas concepciones militaristas encubiertas con la lucha contra el terrorismo y la defensa de los derechos humanos, vistos ambos términos bajo el prisma selectivo y unilateral de la gran potencia imperial y de sus aliados europeos.

Aquel histórico discurso del joven Jefe del Gobierno Revolucionario concentró sus argumentos en mostrar que la paz universal solo podría ser alcanzada si se respetaban la soberanía de las naciones recién independizadas de las oligarquías locales y de la tutela imperial, como el caso reciente de Cuba. En esos años descollaban los procesos de liberación nacional de Argelia y el rechazo a la intervención imperialista en el Congo, a la vez que en América Latina se libraban batallas políticas y de masas por la reintegración del canal de Panamá y la autodeterminación de Puerto Rico, amén de enfrentamientos antimperialistas en Nicaragua y República Dominicana.

El líder cubano ratificaba la simpatía y el apoyo solidario de la mayor del Caribe contra todos los que se decidieran a batallar para ingresar en el concierto de naciones libres y soberanas.

“Estamos, en fin, con todas las nobles aspiraciones de todos los pueblos. Esa es nuestra posición. Con todo lo justo estamos y estaremos siempre: contra el coloniaje, contra la explotación, contra los monopolios, contra el militarismo, contra la carrera armamentista, contra el juego a la guerra. Contra eso estaremos siempre. Esa será nuestra posición”, afirmó.dentrándose en la esencia de las guerras imperiales, con palabras que hoy resultan insustituibles, Fidel expuso que la razón de aquellas radica en la política de rapiña practicada por las potencias coloniales europeas y Estados Unidos, las cuales se nutren cada vez más de materias primas y capital humano para el desarrollo de sus industrias, el mantenimiento de los privilegios de sus clases dominantes y el sostén de sus patrones de consumo y derroche que enceguecen a las naciones menos aventajadas.

Con palabras dichas como para el siglo XXI, el Comandante en Jefe definió el quid de la desbocada carrera armamentista y su vínculo con la política imperial en territorios del Tercer Mundo:

“¿Quiénes son los interesados en estar armados? Los interesados en estar armados hasta los dientes son los que quieren mantener las colonias, los que quieren mantener sus monopolios, los que quieren conservar en sus manos el petróleo del Medio Oriente, los recursos naturales de América Latina, de Asia, de África; y que, para defenderlos, necesitan la fuerza. Y ustedes saben perfectamente que en virtud del derecho de la fuerza se ocuparon esos territorios y fueron colonizados; en virtud del derecho de la fuerza se esclavizó a millones de hombres. Y es la fuerza la que mantiene esa explotación en el mundo. Luego, los primeros interesados en que no haya desarme son los interesados en mantener la fuerza, para mantener el control de los recursos naturales y de las riquezas de los pueblos, y de la mano de obra barata de los países subdesarrollados”.

PREGUNTA SIN RESPUESTA

Las decenas de intervenciones militares extranjeras en todos los continentes desde que el entonces Primer Ministro de Cuba formulase estas acusaciones ante la Asamblea General de Naciones Unidas confirman el acierto de sus palabras.

No ha habido en este tiempo una región del mundo que no conociese de la metralla mortífera de las armas modernas, sin utilizar las existentes en los depósitos de las primigenias potencias nucleares, en la actualidad una decena de países, encabezados y con apoyo de Estados Unidos.

Bajo el pretexto primero de impedir la diseminación de la influencia soviética y de exterminar al terrorismo después, las guerras imperiales han dejado un rastro de muerte, mutilaciones, hogares e instituciones desaparecidas, desamparo y alteraciones de la conducta humana difíciles de subsanar, amén de su cuota en el enrarecimiento del medioambiente natural de los países víctimas de la agresión.

Desde Vietnam hasta Libia, pasando por Yugoslavia, Afganistán, Iraq y las crecientes amenazas a Siria e Irán, con el aliento del separatismo y las luchas internas fraticidas, los gestores de las guerras imperiales arguyen hipócritamente defender la democracia, blandiendo escuálidos argumentos.

Lo peor y más alarmante es que no ha desaparecido la génesis conocida de las guerras de rapiña, ahora extendida a la previsible lucha por recursos cada vez más escasos tan imprescindibles como los bosques y el agua.

Y ello a pesar de ciertos progresos económicos, sociales y políticos en algunas regiones del mundo -América Latina figura en la punta de vanguardia-, con el advenimiento de procesos democráticos populares reivindicativos de la soberanía nacional, la aplicación de políticas sociales favorecedores a las mayorías desposeídas y la formación inicial de esquemas de colaboración internacional sobre la base de principios equitativos.

Como apuntan no pocos analistas y estudiosos, la humanidad está en el tercer milenio más amenazada de extinción como consecuencia del desenfreno armamentista, la irracional explotación de los recursos naturales no renovables, la irresponsabilidad en la preservación del medioambiente y la desatención a las necesidades básicas del ser humano.

Hace 52 años la argumentación de Fidel expuesta por primera vez en la ONU y resumida en la frase “Desaparezca la filosofía del despojo y habrá desaparecido la filosofía de la guerra” era válida para entender el problema crucial de la humanidad, acompañada de su llamado a liquidar las armas nucleares y dedicar los recursos financieros y tecnológicos empleados en la carrera armamentista a fomentar la cooperación con el resto del planeta para alcanzar una verdadera etapa de progreso que excluya las disputas por hambre, desamparo y miseria.

Cinco décadas después, el contenido de aquella advertencia se resume en la idea expuesta por el líder cubano en la Cumbre de Río de Janeiro sobre medioambiente y desarrollo: “Desaparezca el hambre, no el hombre”.
Y sigue sin respuesta la pregunta que formuló en aquella ocasión, tres décadas y dos años después de su primer alegato internacional contra las guerras imperiales:

“Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?”.


Compartir

Frank Agüero Gómez

Se han publicado 5 comentarios


Manuel Lazo desde Fb
 26/9/12 19:15

El más grande hombre de toda la humanidad del siglo XX

Remigio Avendaño desde Fb
 26/9/12 19:14

Fidel y Allende en la ONU, supieron presentar lo mejor de cada uno de sus pueblos...

Natalia Abal desde Fb
 26/9/12 19:14

desde Argentina, viva Fidel, viva Cuba!

Armando Arriola desde Fb
 26/9/12 19:13

eterno comandante fidel..

Despacho de Fidel Castro desde Fb
 26/9/12 19:12

desde Japon, Viva Fidel, Viva Cuba! NO al Bloqueo contra Cuba!

Deja tu comentario

Condición de protección de datos