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lunes, 14 de octubre de 2024

Nicaragua: Mística de Fuerza y Resistencia

La patria de Sandino y de Carlos Fonseca Amador trabaja por preservar la unidad de acción y la defensa sin límites de las causas justas...

Francisco Domínguez Almaguer en Exclusivo 18/07/2017
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Nicaragua-Sandino-Carlos Fonseca Amador
Sandino y de Carlos Fonseca Amador y el pueblo nicaragüense se destacaron por su heroísmo, por su perseverancia, y por su tenacidad.

Como de costumbre, en vacaciones solía viajar al oriente cubano. Lo hacía solo desde el mismo día que cumplí los nueve años de edad para visitar a mis parientes maternos, pero aquel verano de 1979 tuvo una significación especial para mí. Lllegué a la provincia de Holguín en fecha muy distintiva de los cubanos, 26 de julio, era todo un ambiente de júbilo, allí estaba Fidel.

Recién comenzaba el acto en la Plaza de la Revolución “Mayor General Calixto García Iñiguez”, y escuché por los altavoces al Comandante anunciar la presencia de un grupo de combatientes, jefes y dirigentes nicaragüenses y el augurio de que la cita se convertiría inevitablemente en un acto sandinista.

No dejó de mencionar Fidel los logros y méritos para que el territorio holguinero resultase sede del día de la rebeldía nacional, pero destacó el motivo por el que aquellos abnegados y heroicos hijos del hermano país centroamericano estaban en el acto, apenas una semana antes, el 19 de julio, había triunfado la Revolución Sandinista. Todavía al recordar se me eriza la piel ante los aplausos y exclamaciones del pueblo: “¡Cuba, Nicaragua, unidas vencerán!”.

Todos éramos jóvenes en aquel entonces, para la Revolución Cubana corría el año 20 de la victoria, la celebración del 26 era la número XXVI y como complemento, la naciente victoria sandinista en Nicaragua, colmada de la juventud de sus dirigentes y combatientes. Yo apenas con catorce años en medio de aquel acto en el que Fidel lanzó no pocas interrogantes y diversidad de motivos para aseverar la importancia de ese suceso. Aquellos momentos calaron hondo en mis sentimientos de solidaridad y de aprecio a los valores patrióticos de los hermanos nicaragüenses y ante tamaño acontecimiento sobrevenido de lo más extraordinario y relevante que haya ocurrido en esa década.

El propio Fidel recordó cómo desde Nicaragua partieron naves aéreas a descargar toneladas de bombas sobre Cuba, en uno de los más infames servicios prestados por el tirano Somoza al imperialismo, cuando Girón. Ratificó que luego del triunfo sandinista la historia era otra, calificó de heroicos, valerosos, inteligentes y capaces a los comandantes y combatientes de ese pueblo y su presencia en el acto como expresión fraternal, afectuosa y solidaria.

Un año después, en 1980, se produjo la histórica visita del líder de la Revolución Cubana a Nicaragua, para afianzar lazos naturales e históricos que debieron existir siempre entre el pueblo nicaragüense y el pueblo cubano, obstaculizados durante tanto tiempo por la malsanidad imperial y el servilismo somocista.

A su regreso se produce la actividad central por el 26 de julio en la provincia de Ciego de Ávila, y aunque no estuve en este acto, lo seguí por televisión y volví a vivir la misma emoción. Fidel contagió a todos con los pormenores de las cosas extraordinarias que vivió por esos días intensos en tierras de Sandino; nos conmovió con la alegría y el entusiasmo, de llegar al segundo país latinoamericano que se liberó del imperialismo. Para mí, aquel memorable discurso del Comandante fue una extraordinaria clase de historia.

Entre 1981 y 1982 coincidí en mis estudios con un maravilloso grupo de jóvenes nicaragüenses con los que estreché una entrañable amistad, en particular con Carla, Carlos, Daniel y Janet. Con esta última, muy sólida diría, al converger los mismos sentimientos antiimperialistas, de solidaridad y de amor, por el bien común de nuestros pueblos. Solíamos salir a caminar luego de las jornadas de estudio, hablábamos sobre diversidad de temas y sueños de entonces, entre ellos las complejidades que arrastran las revoluciones y los peligros constantes que las asechan, sobre todo los dirigidos a fragmentarles la unidad.

Recuerdo una ocasión en que ella cocinó, estando en casa de mi abuela, un exquisito “gallo pinto” —arroz con frijoles—, y en la sobremesa compartimos experiencias sobre todos los acontecimientos que vivió al perder a su padre en la guerra y también sufrir prisión durante la brutal represión somocista. Hubo un momento en que me pregunta:

¿A qué aspiras en esta vida, Daniel?

—Llegar a ser un luchador por la libertad de este continente, le dije resueltamente quizás sin calcular qué sería mi vida en lo adelante, y le pregunté: ¿Y vos, qué eres?

Una de las masas de mi pueblo que se emancipa y agiganta para consolidar la unidad de la América toda en defensa del imperialismo que la acosa.

Me respondió así, con la mirada profunda y una sonrisa leve, luego de meditar unos instantes, para ratificarme que solo la fuerza y la resistencia junto a la unidad infranqueable de los pueblos podrán poner freno a todo cuanto los hace peligrar.

Meses después de aquel encuentro nos despedimos con un fuerte abrazo y me dijo: si alguna vez vas a Nicaragua, allí estaré en Managua, dos cuadras al lago, frente al arbolito, con las mismas ideas y sueños de hoy para no dejar morir la patria rojinegra, ¡Patria Libre o Morir, Daniel!

Casi treinta y ocho años después, los acontecimientos vividos han demostrado con creces cuánto de cierto había en el pensamiento bisoño pero prospectivo de mi entrañable amiga. Hoy cuando esa unidad se ve amenazada pienso en la visión de Fidel, al apreciar que cada país tiene su camino, sus problemas, su estilo, sus métodos y sus objetivos, pero en medio de esa diversidad hay que construir consensos y consolidar la unidad.

Nicaragua vive la continuidad de un proceso popular desde que puso fin a la dictadura de Anastasio Somoza en 1979, y a pesar de no pocos escollos naturales o propiciados por condiciones internas y externas que ha tenido que librar a lo largo de su historia, demuestra con creces la voluntad de su fuerza dirigente y ese espíritu de juventud que acompaña a su pueblo en todos los frentes.

Razón tenía Fidel al enarbolar que “…la Revolución Nicaragüense se destacó por su heroísmo, por su perseverancia, por la tenacidad…”, mas le agregó a esa verdadera epopeya popular sus largos años de lucha para preservar la unidad y el concilio nacional, sabido de que es un factor esencial para el desarrollo y alcance de sus metas, y que nunca ha dejado de representar una fruta anhelada en la región por quienes lo pretenden todo y le codician sus bienes naturales y geoestratégicos para sí.

Ese pueblo hermano, a pesar de contar aún con una economía poco diversificada —centrada mayormente en el desarrollo textil— ha logrado reducir los índices de pobreza en diez años de un 46 a un 29 por ciento (2006-2016), el desempleo ronda el 6,8 por ciento, y su PIB alcanzó en 2016 un 4.8 por ciento, lo cual es significativo. En la esfera social, por solo mencionar un ejemplo, la emancipación de la mujer ha permitido que estas ocupen hoy el 50% de los cargos en el país. En la arena regional e internacional se destaca por su apego inquebrantable a las causas justas y en defensa de los pueblos, su solidaridad y acción en función de los proyectos y procesos integracionistas.

Por estos días se está celebrando el XXIII Encuentro Anual del Foro de Sao Paulo en Managua, Nicaragua, con la convicción de que algún día, tal como expresó el inolvidable Comandante en Jefe de la Revolución Cubana: “(…) las consignas de “Patria Libre o Morir” y “Patria o Muerte”, tendrán que ser las consignas de todos los pueblos de América Latina y del Caribe…”.

La patria de Sandino y de Carlos Fonseca Amador trabaja por preservar la unidad de acción y la defensa sin límites de las causas justas, lo mejor y lo más sabio que podemos hacer en estos momentos para encumbrar a nuestros pueblos.

Sé que en ese empeño revolucionario de hoy están el pensamiento y la acción de aquel grupo de estudiantes nicaragüenses con los que tuve la dicha de compartir durante una etapa de estudios, a los que se han sumado más de un millar de jóvenes graduados en Cuba, y que en Nicaragua hay otros muchos como Carla, Carlos, Daniel y Janet, que han sabido dar de sí cuanta obra humana haya sido posible en pos del desarrollo armónico y de la unidad monolítica junto a sus dirigentes, para no dejar morir esa mística de fuerza y resistencia que tiene la Revolución Sandinista en la gente, y en mí.


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Francisco Domínguez Almaguer

Escritor, guionista y productor de Cuba Hoy


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