La figura de Antonio Maceo se levanta iluminada por la inmortalidad que conquistó con sus batallas epopéyicas de libertador. Y Santiago es, además de tierra y humanidad especiales de cubanía, un aliento y un espíritu de rebeldía indomable.
Santiago de Cuba está arribando a los 500 años de su fundación como villa española en la Isla de Cuba.
Esos son los contrasentidos de la historia de los pueblos. Mal que nos pese, es como si la historia real se iniciara con el inicio de la colonización de un territorio, cuya población aborígen fue explotada y arrasada hasta el exterminio por unos conquistadores crueles y avariciosos, cuyas víctimas hoy permanecen en el anonimato plural, mientras que los victimarios más connotados se mencionan hasta con lustres.
Sin embargo, en una ocasión tan especial, no se puede olvidar que mucho antes que las pocas chozas levantadas por los conquistadores venidos desde Baracoa, la ciudad primada, ya se asentaban en este territorio los lares primigenios de la población nativa -¿cuándo fundarían sus caseríos en estas mismas tierras?
En fin, después de tantos años transcurridos, de un mestizaje transformador de los genes e identidades de sus pobladores, y de cambios en la estructura administrativa durante la colonia y la república, hoy Santiago de Cuba es una provincia y, a la vez, un municipio, por cierto el más oblado del país, y cuya población es de 493 700 habitantes, o sea, casi medio millón de habitantes.
Uno de esos pobladores surgido en el devenir histórico de este territorio fue Antonio Maceo Grajales, nacido el 14 de junio de 1845.
En esa época Santiago de Cuba era llamada con más frecuencia Cuba. Era el asiento de un gobernador y la ciudad tenía como pobladores, unos 9 326 habitantes blancos, 7 494 libres de color y 7 033 esclavos. Tenía jurisdicción sobre una población de 91 512 de los que 28 859 residían en la ciudad y las aldeas, 8 882 en 123 ingenios, 27 456 en 604 cafetales y 26 315 en 3 524 sitios. De estos, los blancos representaban aproximadamente el 28 % y los libres de color y esclavos el resto. Y a cuatro leguas al oeste estaba la aldea del Cobre, o Santiago del Prado, que tenía unos 2 000 habitantes principalmente ocupados en el laboreo de las minas de cobre de la vecindad.
Ese era el entorno geográfico y demográfico de Antonio Maceo Grajales. De cuna humilde y raza negra, la guerra de independencia de Cuba, iniciada el 10 de Octubre de 1868 bajo el liderazgo de Carlos Manuel de Céspedes, le abrió el pórtico de la gloria libertaria e independentista.
El 16 de octubre de ese año, Máximo Gómez se incorpora al ejercito libertador cubano, con el grado de sargento; para luego ser ascendido a mayor general por Céspedes y asignado a las fuerzas del mayor general Donato Mármol.
El 25 de octubre, los hermanos Antonio y José Maceo se unen a las huestes del Ejército Libertador que dirigía el capitán Rondón.
El 4 de noviembre Máximo Gómez al frente de unos 40 hombres, protagoniza en el lugar conocido por Pino de Baire la primera carga al machete de los mambises.
El 16 de diciembre, para contrarrestar la propaganda española de pacificación del país, el General Máximo Gómez asalta y ocupa el caserío de La Socapa, próximo a la bahía de Santiago de Cuba. Valmaseda había ordenado un Te Deum como expresión del cese de la guerra en esa jurisdicción y con este audaz golpe, Gómez ridiculiza al arrogante oficial colonial.
He aquí una descripción magnífica de Carlos Manuel de Céspedes sobre los principales jefes que se subordinaban a Gómez en los inicios de la guerra:
“Gómez me presentó al coronel Antonio Maceo. Es un mulato joven, alto, grueso y de semblante afable. También a los otros jefes de Santiago de Cuba. Silverio Prado, blanco, anciano, bajito, desdentado, voz cascajosa; hombre honrado, político a su manera y celoso de la raza de color.
Camilo Sánchez, blanco, joven, bajito, fornido, medio bizco y amigo de vestir con lujo. Policarpo Pineda, (a) Rustán, mulato, bajito, algo picarazudo de viruelas, mirada turbia, errante: no puede andar por sus heridas. Acaba de ser degradado en un consejo de guerra por haber hecho matar a un oficial sin formación de causa y haber insultado al general Gómez. Guillermo Moncada, negro, muy alto, delgado, labio superior corto, dientes grandes y blancos; cojo por heridas; dicen que no quiere a los blancos. Francisco Borrero, mulato, alto, delgado, rostro alegre, vivo de ingenio y cariñoso. Todos estos jefes son hombres de campo, sin educación, pero muy valientes y leales.
Flor Crombet es un francesito criollo, de unos 22 años, alto, delgado, muy simpático. Promete ser uno de nuestros mejores jefes.”
Durante la Guerra del 68, Maceo alcanzó el grado de Mayor general, sobresaliendo por sus dotes y cualidades bajo el mando del Mayor general Máximo Gómez.
En los finales de la guerra de los diez años, como consecuencia del Pacto del Zanjón, en 1878, el general Antonio Maceo no aceptó esta claudicación y protagonizó uno de los acontecimientos más relevantes de aquella contienda: La Protesta de Baraguá.
Finalmente debió abandonar el campo cubano y pasó al destierro. Colaboró con el general Calixto García durante la llamada Guerra Chiquita. Para el inicio de la nueva etapa insurreccional independentista, José Martí solicitó su concurso y desembarcó por Duaba, cerca de Baracoa, el 1ro de abril de 1895 con veintiséis expedicionarios, incluyendo a su hermano José. Determinadas circunstancias determinaron que precisamente Crombet, que alcanzara los grados de general en la primera guerra. estuviera a cargo, comisionado por Martí y Gómez, de la expedición que le condujo hasta Cuba.
Antonio Maceo hizo la invasión de Oriente a Occidente, bajo la dirección del Generalísimo Máximo Gómez, ocupando el cargo de Lugarteniente general del Ejército Libertador, o sea, su sustituto.
Si tenemos en cuenta que desembarcó por Baracoa, el punto más oriental de Cuba, llevó la guerra hasta el punto más occidental, o sea, Mantua en Pinar del Río. De regreso para encontrarse con el general Gómez, por razones de desavenencias de éste con la actuación del gobierno, cayó en combate en Punta Brava, el 7 de diciembre de 1896, cuando acababa de cruzar la trocha de Mariel a la Habana. Junto con él cayó Panchito (Francisco Gómez), hijo del general Gómez, recién incorporado a las tropas de Maceo.
En la Cuba y en el Santiago de Cuba de hoy, la figura de Antonio Maceo se levanta iluminada por la inmortalidad que conquistó a puras arremetidas con sus batallas epopéyicas y con sus ideas clarividentes de libertador.
Y su terruño natal, Santiago de Cuba, es, además de tierra y humanidad especiales de cubanía, un aliento y un espíritu de rebeldía indomable que irrumpe cuando es necesario para jalonar de heroísmo y epopeya la historia patria, mientras cotidianamente vive su vida con la filosofía de crear de la nada, de lo poco o lo mucho, las razones para construir e inventar una felicidad compartida con todos los compatriotas y con otros pueblos. (Tomado de www.cmkc.icrt.cu)
El Santiago de Antonio Maceo
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