jueves, 28 de marzo de 2024

Celia es mi diosa

Adelaida Béquer reconoce la bondad y el patriotismo de una cubana extraordinaria...

Yoel Almaguer de Armas en Exclusivo 09/05/2020
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celia sánchez manduley
Se dice que muchas personas tienen unas fotos de Celia en sus casas con flores debajo, como un ritual. Y le rezan y la adoran por los favores concedidos y sin pedir

La casa de Adelaida Béquer es muy fresca. Por mucho aire que entre por la puerta del balcón número siete de su calle del municipio habanero de Diez de Octubre, jamás se mueve la foto que tiene en la pared frente a la puerta de la entrada.

“Fue cuando me condecoraron con la medalla Ana Betancourt”, me dice.

Esa distinción se la impuso Raúl por los más de cuarenta años que Adelaida dedicó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Aquel día llegó al lugar de la ceremonia sin saber los motivos por los que había sido invitada. Por eso en la fotografía está con su traje de diario, como se conoce entre los militares.

“Negra, ¿tú eres todavía teniente coronel?”

“No jefe, yo soy capitana de fragata”, le dijo.

Me enseña una caja blanca donde guarda muchísimas cajitas de medallas de años diferentes, de guerras echadas y quedadas en su memoria, ganadas todas a pesar de las diferencias con respecto del enemigo.

Esta me gusta mucho, le advierto.

Y no lo digo porque es la más pequeña, sino por la forma en sí.

Aquella se la había mandado Celia Sánchez por todo el desempeño y los riesgos de Adelaida durante los años de la Sierra. No le pidió ni esa medalla a Celia. Incluso, murió sin verla porque pensaba que otro día sería más oportuno.

“No me gustaba molestarla porque ella tenía mucho trabajo”.

Adelaida la conoció en 1940.

“Tenía 3 años cuando Sánchez, el padre de Celia, aceptó ser el médico de Pilón y a mi padre lo nombran como juez del pueblo. Por lo delgadita que era, y como mi madre siempre quería que yo engordara, me mandaron unas vitaminas, pero las inyecciones se me infectaron y no quedó más remedio que cortar con bisturís”.

El día de la operación a sangre fría, Sánchez llegó con una muchacha linda, sonriente.

“Cuando me cortaron dije unas malas palabras por culpas del dolor, y entonces ella, que era Celia, me pasó la mano por el pelo, me acarició, me consoló. Así fue nuestro primer encuentro”.

La diferencia entre una y otra era de diecisiete años, pero Celia tenía habilidades naturales para cautivar, convocar y convencer a los muchachos de aquella zona del oriente cubano. Conversaban por las noches en el portal de la casa, un lugar grande que tenía un columpio y una enredadera de flores malvas, muy lindas.

“Cuando Celia llegó a Pilón lo primero que hizo fue crear un listado de los niños que los padres no les podían regalar juguetes. Hacíamos fiestas y recogíamos dinero, incluso, a veces le daban algún puerco y ella lo vendía e iba a Santiago de Cuba para comprarles cositas a aquellos niños”.

En el batey había algunas casas, no muchas. Eran casitas de guano y de piso de tierra. La gente era pobre y dependía de la zafra, que a veces duraba tres meses o dos. “Algún día le dije a Celia que una sola persona llena de humanidad no era suficiente para cambiar la vida de aquella gente”.

Si algo sufrió Celia fue la muerte de Chibás. Se conocían muy bien y tenían una linda amistad, pero con la misma intensidad que quería a Eduardo, odiaba a Batista.

Buscó incansablemente un líder que lo combatiera. Emilio Ochoa le había dicho que desde Estados Unidos podía hacerlo. Decía que entraría por Pilón, pero lo hizo tiempo después y por Camagüey. Hasta allá fue Celia a verlo con una tía, pero la acción de enfrentar a Fulgencio nunca se concretó.

“Cuando se produjo el Asalto al Moncada en 1953 Celia va a Santiago de Cuba porque quería saber quiénes eran aquellos jóvenes. Pero no logró conocer a Fidel”.

A él y los moncadistas los trasladaron para el presidio de Isla de Pinos. La misión que la misma Celia se impuso fue preparar bailes y actividades para recaudar dinero con el cual les mandaría alimentos.

“Yo vendía folleticos del 26 de Julio a veinte centavos”.

Pero Celia tampoco pudo ir al presidio donde estaba Fidel.

La primera vez que lo vio fue el 16 de febrero de 1957. A las cinco de la mañana llegó ella y Frank País al encuentro. Estaban desesperados por conocer sobre él y todo lo sucedido durante la travesía del Granma, después del silencio desesperante y sin noticias que aclararan sobre los expedicionarios.

“Fidel bajó a la finca El Jíbaro y allí se encontraron. Se pasaron el día entero hablando de todo lo que haría la revolución cuando triunfara”.

Al regresar a Manzanillo, Celia les confirmó:

“Ahora sí tenemos un líder y ese es el hombre que va a transformar el país, ese es el hombre que tenemos que seguir”.

“Celia hacía copias de todo lo que Fidel le decía. Su caligrafía no era muy buena, pero muchas veces se acostaba tardísimo escribiendo en letra de molde cada indicación. Gracias a esas anotaciones conservamos hoy mucho de la historia de la Revolución”.

¿Cuál era la mayor preocupación de Celia después del triunfo de 1959?, insisto.

Adelaida entiende mi pregunta desde que iba por el medio de la oración.

“Le preocupaba la seguridad de Fidel y sus condiciones para trabajar”, me contesta segurísima, como si ese tema hubiera sido asunto de conversación durante algún café o cigarro fumado por Celia.

“También le preocupaba la situación del pueblo. Nos decía que nosotras éramos los ojos y los oídos sobre las cosas que podíamos mejorar o resolver”.

Se dice que muchas personas tienen unas fotos de Celia en sus casas con flores debajo, como un ritual. Y le rezan y la adoran por los favores concedidos y sin pedir.

Asegura que Celia era así porque la bondad y el patriotismo lo aprendió de su padre Sánchez y de su madre, que murió cuando era una niña de seis de años.

Adelaida también la extraña. Conversa con ella, con las fotos que tiene en su casa. Le habla al aire como si Celia la escuchara. “Para mí es mi Dios”.

Hacen falta muchas Celias, me confirma. Le afirmo con la cabeza, clarísimo de que dice una gran verdad.


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Yoel Almaguer de Armas

Me gusta contar historias de vida de Cuba y su Gente

Se han publicado 1 comentarios


ma de carmen
 17/5/20 19:27

MUY BUEN ARTICULO, Y DE ACUERDO QUE TODAVIA HACEN FALTA MUCHOS CELIAS ACA EN CUBA.

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