jueves, 28 de marzo de 2024

Carlos Baliño, eslabón entre generaciones

Este indomable insurrecto estuvo entre los fundadores del Partido Revolucionario Cubano de José Martí y del primer Partido Comunista de Cuba...

Pedro Antonio García Fernández en Exclusivo 13/02/2016
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Un viejo proverbio afirma que una imagen vale más que mil palabras. Pero una imagen reiterada puede crear un arquetipo falso. Muchos visualizan a Máximo Gómez como el jinete de bigote y barba blanca de la célebre foto de 1897. Y a Carlos Baliño, con las facciones del emigrado de los tiempos de Martí.

Hace no poco tiempo, en una revista cubana, presenté una foto del Generalísimo mambí captada en 1878, con el pelo negro y la barba puntiaguda, de igual color. No quisieron aceptármela. “Ese no es Gómez”, decían.

En cambio, del fundador del primer Partido Comunista de Cuba, lamentablemente apenas hay fotos de sus últimos años.

Si hemos de creer a sus coetáneos, ya entonces no se parecía mucho al rostro de adulto aún joven que ha trascendido a la posteridad, al retrato de la época en que andaba con Martí.

Solo conservaba en 1925 el bigote copioso, muy encanecido. Llevaba barba, toda blanca, que junto a la mirada bondadosa de siempre, le daba un aire de patriarca generoso, del anciano al que todos acudían en busca del consejo preciso. A Baliño los obreros le llamaban por aquellos días”el viejo roble”.

En opinión del Boletín del cigarrero, paradigma de la prensa proletaria de la primera mitad del siglo XX. en donde aparecieron muchos de sus trabajos, “no solo fue el escritor de prosa fácil, enérgica, hiriente, con que sabía mortificar a los opresores de su clase aherrojada”.

Era también, recalcaba esa publicación, el poeta “que tuvo la satisfacción y el orgullo del rebelde, de hacer vibrar en notas melodiosas, en las cuerdas de su lira incorruptible, el dolor, las virtudes y el alma inquieta de los oprimidos”.

Según varios de sus biógrafos, Carlos Baliño López nació en Guanajay el 13 de febrero de 1848, aunque actualmente algunos autores le asignan otros lugares de nacimiento. A su padre, arquitecto e ingeniero, lo deportaron a una isla africana por sus actividades independentistas.

Muy joven el futuro maestro de comunistas comenzó a colaborar con los tres periódicos existentes en su villa natal: El Alacrán, El Fénix y La Crítica. Estos escritos atrajeron la animadversión de las autoridades españolas. En 1869 se vio obligado a emigrar a Nueva Orleáns, Estados Unidos.

En tierra extraña aprendió el oficio de escogedor de tabaco. Su rebeldía le enajenó la persecución patronal. Al contactar con obreros socialistas conoció los textos marxistas. Comprendió al contrario de otros que para lograr la emancipación de los trabajadores había que alcanzar primero la liberación nacional.

A la lucha por la independencia dedicó su mayor esfuerzo, sin descuidar sus estudios sobre los clásicos del Socialismo Científico. Organizó clubes entre los cubanos que añoraban una Cuba libre y soberana. Al llamado de Martí, fue uno de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano en 1892

El Apóstol solía llamarle “ese cubano de oro” y en el periódico Patria (7 de noviembre de 1892), le calificó como “un cubano que padece con alma hermosa por las penas de la humanidad y solo podía pecar por la impaciencia de redimirlas”.

Néstor Carbonell, con la honestidad de la que siempre hizo gala, reconocería años después desde las antípodas de la ideología marxista que Baliño “laboró, durante la propaganda y la guerra última (1895), por sacar al país amado del vilipendio en que la podredumbre colonial lo tenía”.

“Jamás se le vio flaquear ni exhalar un queja, ni mostrarse cansado en la tarea callada de ir tejiendo el alma de la patria, centavo a centavo y pecho a pecho. Porque él fue uno de los tejedores. Escritor y orador, su palabra pulcra, sus prédicas juiciosas, eran escuchadas con entusiasmo y con respeto.”

Con el cese de la dominación española pero sin la obtención de la independencia absoluta para la Isla, Baliño regresó a Cuba. Buscó empleo en los talleres tabacaleros pero se lo negaron porque la Sociedad (sindicato) de Escogedores, integrada por españoles, discriminaban al obrero cubano.

Sus problemas económicos no le distrajeron de la lucha. Se le vio en la fundación del Partido Socialista de Cuba (PSC), del que se apartó por el respaldo que esa organización daba a los sindicatos donde los dirigentes de origen español seguían discriminando en plena república a los nacidos en la Isla.

Del quehacer de Baliño entre 1910 y 1917 –y sobre todo, a partir de 1913–, poco sabemos. El acucioso investigador sobre la historia del movimiento obrero, José Cantón Navarro, en cierta ocasión aventuró la hipótesis de que tal vez en esos años estuvo ausente del territorio nacional.

En 1917 revivió la Agrupación Socialista de La Habana, a la cual su antigua dirigencia había llevado al borde de la autodisolución, y junto con los más avanzados miembros de esta institución fundó la Agrupación Comunista La Habana (18 de marzo de 1923).

Participó en el congreso constituyente del primer Partido Comunista de Cuba (agosto de 1925) y le eligieron miembro del Comité Central. A pesar de ser un septuagenario desafiaba a la policía machadista en mítines y manifestaciones junto a veinteañeros como Julio Antonio Mella.

Solo una dolencia mortal le apartó de la lucha. Hasta su lecho de enfermo fue a ordenar su encarcelamiento, por su condición de comunista, un juez infame y cruel. El veterano patriota falleció el 18 de junio de 1926.


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Pedro Antonio García Fernández

Periodista apasionado por la investigación histórica, abierto al debate de los comentaristas.


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