sábado, 20 de abril de 2024

Jet Blue: algunas cifras antes de su aterrizaje en Cuba

Los andares del turismo en Cuba han estado asociados, en buena medida, a la fluctuación de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos…

Giselle Vichot Castillo en Exclusivo 30/08/2016
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Viajar es una necesidad de las sociedades contemporáneas, de ahí que el turismo se ha convertido en una fuente clave de generación de ingresos y divisas, un negocio próspero al que todos quieren pertenecer.

Afortunadamente, la región de América Latina y el Caribe es la segunda del mundo, después de Asia y el Pacífico, que ha logrado el mayor repunte de viajeros foráneos en la última década, a pesar de los estragos económicos y políticos que vive. Según cifras de la Organización Mundial de Turismo (OMT) en 2015, el número de visitantes extranjeros registrados en esta región ascendió a más de 96,6 millones —la mayor cifra alcanzada durante la última década—, mientras que otros números señalan que el sector genera más del 8 % de los empleos en América Latina, alrededor del 13 % en el Caribe; y los ingresos obtenidos por esta actividad sobrepasan los 79 mil millones de dólares.

Cuba, porción de tierra ubicada en el Mar Caribe, no está de espaldas a esta realidad. Al menos, así lo corroboran los datos que recientemente publicó la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Según este sitio oficial, al país arribaron 2 147 919 visitantes, hasta el cierre de junio 2016. La cifra supera la alcanzada en igual período del año anterior en 224 616 visitantes, lo que supone un crecimiento del 11,7 %.

Para interpretar este dato, los acuerdos pactados entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, a partir del 17 de diciembre de 2014, figuran como la causa fundamental que acompaña el ascenso de los indicadores en este sector. Desde el 2010 y hasta el 2013, el número de visitantes que llegó al país no sobrepasó los tres millones, cifra que ascendió en 2745 visitantes al cierre del año del deshielo.

No obstante, sería injusto reducir la historia de este sector en Cuba a los últimos dos años. Históricamente, el turismo ha sido un punto estimable en la economía cubana, donde también llama la atención como cada uno de esos “períodos dorados” son el resultado de la fluctuación de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

BREVE HISTORIA

Entre 1915 y 1930, La Habana se convirtió en la ciudad de mayor recepción de turistas de todo el Caribe. Según expone el doctor Miguel Alejandro Figueras, Premio Nacional de Economía 2007, en su ponencia El turismo internacional en la economía cubana, este boom estuvo asociado a tres factores determinantes: cercanía a la costa este de los Estados Unidos, buen nivel de salubridad en comparación con otras islas y naciones ribereñas de El Caribe y la “Ley de la Prohibición” de expendio de bebidas alcohólicas en Estados Unidos, lo cual propició una evasión de consumidores hacía Cuba. Se estima que en el año 1930, casi 164 000 turistas visitaron La Habana, quienes gastaron cerca de 13 millones de dólares.

Hasta entonces, el turismo clasificó como la tercera fuente de ingresos en divisas después del azúcar y el tabaco, señala Figueras. Sin embargo, resultado de La Gran Depresión, la eliminación de la antes mencionada Ley de la Prohibición o Ley Seca y la II Guerra Mundial desterraron el turismo a una posición inferior durante las dos décadas posteriores a 1930.

No es hasta los años 50 que vuelve a asomar un incremento en los índices que acompañan al sector. Entonces el crecimiento de los arribos turísticos fue el resultado del control que toman las familias mafiosas estadounidenses del juego, la prostitución y el tráfico de drogas en la isla. Según cifras de la época, el número de turistas creció desde 166 000 en 1950 hasta 275 000 en 1957, para una tasa anual del 8 %.

Con el triunfo de la Revolución, las reglas comenzaron a ser otras. El juego, la prostitución, el tráfico de drogas y la mafia fueron penalizados en el país, y con ello se contrajo el número de turistas que lo visitaban. Recordemos que entonces el 90 % de los viajeros provenían de Estados Unidos. Como consecuencia, la actividad del turismo internacional prácticamente desapareció durante varios lustros.

Comenzó entonces una verdadera “cacería de brujas”. Desde el triunfo de 1959 los Departamentos y Agencias del Gobierno de Estados Unidos han manejado la prohibición y autorización de los viajes de ciudadanos de ese país a Cuba como un instrumento político. Una restricción que afecta principalmente a los ciudadanos americanos y a los cubano-americanos residentes en este país; así como, la relación con sus familiares en la nación antillana.

La historia describe como poco a poco se anularon las facilidades de viaje y endurecieron las prohibiciones. La invalidez de los pasaportes corrientes de ciudadanos norteamericanos para viajar a Cuba, la penalización de cualquier transacción financiera directa o indirectamente con la nación caribeña, entre otras restricciones, hizo más férreo el diferendo Estados Unidos-Cuba y todavía causan estragos sobre el sector del turismo en el país.

Ya en la década de los 80 empezaron a notarse atisbos de un renacimiento; pero no fue hasta los 90, ante las enormes dificultades que enfrentaba la economía nacional, que “el Gobierno cubano decidió pasar a las primeras prioridades de inversión y desarrollo a aquellos sectores que más rápidamente podrían aportar soluciones. Como era de esperar, el turismo sobresalió ante el nuevo propósito, desplegando una alta dinámica”, reconoce Figueras.

Hasta hoy, los estudios sobre el desarrollo turístico cubano muestran la factibilidad de un paulatino crecimiento en el sector, a pesar de las restricciones y limitantes impuestas más allá de la frontera nacional. Las cifras no traicionan y una vez más los indicadores de turismo en Cuba apuntan a la relación entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.

Y LLEGÓ EL 17D

Luego de que ambos mandatarios anunciaran el nuevo escenario bilateral, el gobierno de los Estados Unidos hacía público los reglamentos que harían efectivas las medidas anunciadas por el presidente Barack Obama el 17 de diciembre.

Entre las nuevas normas que fueron publicadas en la página oficial del Departamento del Tesoro, se autorizaban 12 categorías de viajes —entre ellas no se contemplaba el turismo— para los ciudadanos norteamericanos, el uso de sus tarjetas de crédito en el país caribeño, así como portar de regreso a su país pequeñas cantidades de tabaco después de una prohibición de medio siglo.

Entre otras medidas, estuvo la concesión de licencias específicas a cuatro compañías de la Florida para el servicio de ferris para Cuba. No menos importante y con un alto significado para el turismo resultó la salida de la mayor de Las Antillas de la lista de países patrocinadores del terrorismo, lo que permitió derrumbar falsos estigmas sobre la nación caribeña a nivel mundial.

Así, llegó hasta las costas cubanas el Adonia, primer crucero de una compañía estadounidense que arribaba después de cuatro décadas, aunque los pasajeros viajaron con una licencia de intercambio “pueblo a pueblo” debido a las prohibiciones que mantiene Washington.

El último paso, y el cual acapara la atención de los grandes medios en estos momentos, lo constituye la aprobación de vuelos regulares entre ambos países. Por más de cinco décadas no existieron los vuelos comerciales directos. El pasado 16 de febrero tuvo lugar la firma del Memorándum de Entendimiento sobre aviación civil entre el ministro de Transporte cubano, Adel Yzquierdo, y su par norteamericano, Anthony R. Foxx.

Ya en junio se daba a conocer que American Airlines, Frontier Airlines, JetBlue Airways, Silver Airways, Southwest Airlines y Sun Country Airlines eran las seis aerolíneas estadounidenses aprobadas para iniciar vuelos directos y regulares entre Estados Unidos y Cuba.

Finalmente llegó el día. El primer vuelo regular entre las naciones en más de medio siglo estará a cargo de JetBlue y llegará el miércoles a la ciudad central de Santa Clara desde Fort Lauderdale, Florida.

Si bien el inicio de los vuelos comerciales fortalecerá los lazos entre ambas naciones, a la vez que brindará oportunidades importantes para las partes, su verdadero propósito queda entredicho cuando los estadounidenses tienen prohibido hacer turismo en Cuba y deben limitarse a las doce categorías aprobadas.

Bajo la máxima de que convivir es posible queda comprobado que en diciembre de 2014 se inició un nuevo y complejo camino hacia la normalización de relaciones entre los gobiernos. El acontecimiento se hizo eco en los grandes medios de comunicación del orbe. Rápidamente algunos “profetas equívocos” dibujaron otra Cuba, aquella que renacía a la sombra de la mayor potencia económica mundial. Entonces cada vez suman más los interesados en llegar hasta esta ciudad maravillan repleta de almendrones. Temen que el “gran cambio” les arrebate semejante fantasía. Desconocen tal vez la verdadera esencia.


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Giselle Vichot Castillo

La mamá de Amelia y editora de la Revista Cubahora


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