Sigue un sub-23 inédito mientras se recorta el camino hacia Barranquilla

La pelota siempre genera noticias en Cuba. O la falta de ellas se convierte en titular. Ahora mismo hubo un corte de la preselección nacional y no se ha dicho ni jota. Bastaba con un simple correo electrónico para despejar dudas. No serán todos los que van, pero sí un buen norte de cómo andan los tiros.

Pero bueno, ya sabemos que hay muros como los del malecón. Tan fuertes, tan frágiles. Sabemos también que una sui géneris serie nacional sub-23 está atravesando por un momento inédito, quizá único en el mundo, una suerte de tres en uno. Un equipo, Las Tunas, ya está asegurado para la final por el oriente; otro, Cienfuegos, está esperando por su adversario para la semifinal del oeste, y tres todavía discuten el segundo pasaje para la postemporada.

Leyendo a la inversa, hasta que no se decida entre Isla de la Juventud, Pinar del Río y Matanzas el segundo cupo a los play off no se sabe cuándo empezará la semifinal de occidente, que por suerte tiene sede, el estadio 5 de septiembre de Cienfuegos, y hasta que no concluya, por ende, ese pareo por el campeonato regional, no se sabrá cuándo ni dónde comienza la final que sí tiene ya un invitado.

Hasta complicado se ha vuelto explicar un torneo que debiera aportar más en la formación del inminente relevo de los protagonistas de la pelota élite, y que, por el camino que va, parece condenado a morir de palidez, sin importancia.

Mientras, los aspirantes a un puesto en la selección nacional que jugará en Barranquilla están esta semana de descanso en sus respectivas provincias, luego del “tajazo” hecho al concluir el campeonato más insípido que ha tenido lugar en Cuba en los últimos años, que ni era competencia ni entrenamiento ciento por ciento. Lo llamaron Serie Especial y en ese adjetivo cabe todo.

A su retorno a La Habana empacarán para volar rumbo a Venezuela y luego a Colombia, donde efectuarán algunos juegos de preparación, retornarán para seguir entrenándose y topar, ya como modelaje, ante el equipo universitario de Estados Unidos. Y ahí sí vendrá el corte definitivo: el equipo Cuba.

Según conversé con Carlos Martí, no llegarán a diez los contratados en ligas foráneas que sean llamados a la selección esta vez. Podrían ser más, pero ni Alfredo Despaigne ni Liván Moinelo, ya se ha dicho, son elegibles, pues su club japonés, Halcones de SoftBank, no tiene la obligación de soltarlos y por tanto, nada de paseo por la urbe colombiana en medio del segundo campeonato profesional más importante del mundo.

El “viejo”, sin asegurar nada, mencionó a varios que sí podrían estar: Frank Camilo Morejón, Yordan Manduley, Lázaro Blanco, Ulfrido García, Erlis Casanova, Bladimir Baños, Raidel Martínez y hasta Yurisbel Gracial, quien se restablece de una fractura de un dedo de la mano izquierda, pero que podría estar listo para entonces.

A Carlos Martí no le disgustaría llevar tres receptores (si fuera así, yo apuesto por Frank Camilo, Yulexis La Rosa y Yosvany Alarcón), diez u once lanzadores, ocho jugadores de cuadro y el resto de jardineros, hasta completar los 24 que admite la nómina. Varios de los candidatos de fuerza pueden desempeñarse con versatilidad.

Es cierto que para Cuba no parece muy difícil retener la corona de 2014 en Veracruz. Es más, parece el oro más asequible en estos tiempos. Lo sabe Carlos Martí, y lo sabe también todo el que sigue, aunque sea un poquito, la pelota cubana.

Así que de ganarse el torneo en Barranquilla, esperemos que ese oro no encandile los sueños ni nuble el camino, que sí está bastante enmarañado para llegar a la cita olímpica de Tokio en 2020. Para Cuba (¿quién lo hubiese dicho hace 20 años?) llegar a la tierra de los samuráis ya sería un buen resultado.

Queda tiempo. Por lo pronto ya se sabe que habrá cambios en la estructura de la próxima temporada cubana, pero de ese tema escribiremos en la próxima entrega. Síganos. Y coméntenos.