Al César, lo que es del César, aunque ese adueñamiento enrole «nobles» regalos que, en fútbol, su traducción es bien clara: errores garrafales. Por décimo tercera ocasión, el título de campeón europeo de clubes irá a las vitrinas del Real Madrid español, que este sábado, sin mostrar su real valía en el trato al balón en el estadio Olímpico de Kiev, superó 3-1 al Liverpool inglés en la gran final de la Champions League de fútbol 2017-18.
Así, la tropa del técnico francés Zinedine Zidane conquistó la bella Orejona, que levantó por tercera campaña consecutiva, único club en signar tamaña cota.
En el orden competitivo, los cuatro goles llegaron en el tiempo complementario. Pero lo sucedido en la primera mitad, a la cual no asistió el invitado Don Gol, fue un anuncio de lo que ocurriría en el complementario.
El Liverpool lo tenía claro: había que salir con fuerza, apoyado en la velocidad de su letal “tridente” ofensivo integrado por Mohamed Salah, Firmino y Sadio Mané, para encarar al capitán escudero Sergio Ramos y llegar al área chica para batir a Keylor Navas. El Real Madrid, por su parte, también estaba concentrado: no podía perder un balón en el mediocampo, porque el Liverpool lo mataría al contraataque. Y entre los zagueros, también había consenso: la pelota que nos llegue, la reventamos hacia delante. No había otra medida.
Pero a los de la ciudad de los Beatles, el partido les duró 30 minutos, con mayor posesión del balón y varias jugadas de cierto peligro. Las alarmas se encendieron en el 25’, cuando el egipcio Salah cayó en mala posición al disputar un balón con Ramos, que le cayó encima del hombro. Tal fue el golpe, que debió dejar el partido en el 30. Y ahí mismo, todo cambió para los ingleses dirigidos por el técnico alemán Jürgen Klopp. Sin su líder, perdieron velocidad por ambas bandas… y el cuadro merengue fue, poco a poco, adueñándose de la esférica con su volante creativo Luca Modric.
Ya en el complementario, sin el faraón Salah y con Mané cambiado hacia el extremo derecho, el Liverpool no pudo concretar jugadas con Lalana, su sustituto por la izquierda. Y el cuadro blanco, cuyo medio sector no se mostraba preciso, tomó la pelota, el control del juego… y los errores del portero alemán Loris Karius.
Si al Madrid es difícil superarle, incluso, jugando (casi) a la perfección, entonces te acorrala y destruye si pecas en demasía. Y si no, además de Karius, pregúntenle al también meta germano Ulreich, del Bayern Múnich, quien le concedió un regalo en el cotejo de ida de la fase semifinal.
En el minuto 51, Karius intentó sacar el balón con la mano y lo estrelló contra el botín de Benzema; y con el rebote, se fue al fondo de su cabaña. El primer gol del francés en una final de Champions.
Pero los alumnos de Klopp no se amilanaron y, en un segundo remate tras el cobro de un tiro de esquina, Mané igualó el duelo en el minuto 55.
No obstante, sin Salah creando peligro por su zona de tránsito, Marcelo tuvo mayor libertad por la banda izquierda. Y a Zidane se le ocurrió la idea –genial y fructífera-, de enviar al banquillo a Isco, perdido en la cancha, y meter a Gareth Bale quien, en su primer toque al balón tras un centro de Marcelo, se inventó una chilena que quedará para la historia, ya que su disparo no pudo ser detenido por el cancerbero alemán y el Madrid, en el minuto 64, tomó ventaja de 2-1 que jamás perdería.
Ya en el 83’, el galés Bale, tan vilipendiado por los hinchas blancos durante la Liga Española, le puso el tono final al cotejo, con un potente disparo a más de 25 metros, el cual se le fue de las manos a Karius.
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