A pocas horas del inicio de este Campeonato Mundial, el Consejo de la IAAF que preside Sebastian Coe ratificó que sostiene su sanción sobre Rusia. La restricción que sobrevive desde finales del ya lejano 2015 y que ha privado a todos los rusos de presumir a plenitud en momentos trascendentales de sus vidas.
Sidorova, Lasitskene o Shubenkov producen historias imberbes. En este, como en otros muchos escenarios, son entes sin rumbo. Consagrados entre los mejores del mundo de sus especialidades, y obligados a apuntar a sus entrañas, sin poder compartir —con los suyos— esos minutos de gloria.
Sus gestos, sus rostros y la impotencia confesa de no saber qué hacer al ganar acentúan la injusticia. Que paguen los pecadores, lo demás, cercena los derechos más elementales del ser humano. La Patria es sagrada.
PERO LA ALECCIONADORA IAAF SE PIERDE EN SUS RUMBOS...
El mismo Consejo que anula lo mal hecho -Rusia- y condena a quienes pueden se diferentes – Semenya- le ha dado la sede de su máximo evento a un país tan caliente y húmedo que espanta.
El dinero no puede frenar el sol, y las pruebas de largo aliento convocan al holocausto. A la par, surca el mundo la imagen nefasta de desolación. La apatía de una grada vacía destroza los vertiginosos picos de audiencia de las ediciones precedentes de esta cita. A los cataríes, como mucho, le gusta el fútbol, y punto. Es como pedir peras al olmo.
La IAAF saca a Estocolmo de la ruta de la Liga de Diamante de 2020, a pesar de una historia que ya pasa de las cinco décadas pues la reunión se estableció allá por 1967. Suecia desaparece de una ruta atlética de la que siempre fue parte y Gran Bretaña y Suiza se sostienen como las únicas naciones que organizan dos.
En definitiva, serán 13 las reuniones y 24 las pruebas a disputarse, cuando hasta este año se compitió en 32.
“Hay que hacer los eventos más comprensivos – dicen- y adaptarlos a las transmisiones televisivas”.
Los 5000m y el lanzamiento del disco son dos de las disciplinas que se van del programa y es noticia que Wanda, el poderoso consorcio chino, tiene jurisdicción sobre el patrocinio del circuito por los próximos 10 años. Está muy claro el concepto, y peca por la falta de equidad.
Se dice también que ahora irán a por Kenya. Que su federación y la agencia antidopaje del país apadrina el dopaje, en otra denuncia que viene de Alemania, a través de un documental de la cadena ZDF.
Para predicar con el ejemplo lo justo habría sido alejar a los occidentales que hacen caja en esas huestes e inyectar capital desde el organismo rector del atletismo mundial para crear condiciones mínimas allí y combatir la proliferación de estas prácticas desde sus esencias. Pero produce más arremeter contra ellos, culpables o no, y desarmar la expansión que venían protagonizando.
Y mientras todo esto pasa, Alberto Salazar, el cabecilla del Proyecto Oregón de Nike, no puede escapar de sus culpas y es suspendido por cuatro años por violaciones del código mundial antidopaje. El coach es la punta de lanza en una conducta ejemplarizante de la Agencia estadounidense que se “carga” al líder de su más sólido centro de preparación para atletas de distancias largas. Sin embargo, queda por ver qué pasa con los avezados pupilos del jerarca que nació acá en La Habana en 1958. El estadounidense Galen Rupp y sobre todo Mo Farah, Sir de la Gran Bretaña parecen intocables. Aunque Thomas Bach, presidente del COI ha dicho hace unas horas que confía en que la Agencia Antidopaje Mundial investigue a los atletas del centro y allí habitan otros de mucha alcurnia como la holandesa Sifan Hassan, los estadounidenses Shannon Rowbury, Donovan Brazier o el etíope Yomif Kejelcha, por citar algunos.
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