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martes, 15 de octubre de 2024

Granma no merece a Granma

Durante la postemporada los Alazanes han multiplicado esfuerzos para vencer a Villa Clara y Ciego de Ávila, pero no cuentan con el apoyo irrestricto e incondicional de los aficionados granmenses...

Rafael Arzuaga Junco en Exclusivo 16/05/2012
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Equipo de Granma
Granma no se vence en la final besibolera de Cuba

Tienen a Alfredo Despaigne, recordista de jonrones en una Serie Nacional y cuarto bate de las recientes selecciones nacionales, uno de los dos sluggers más temidos y admirados en la nación. No nació allí, vio la luz en Santiago de Cuba, pero les pertenece porque así lo demuestra él, granmense, dice, en cuerpo y alma, incondicional, ciento por ciento.

Tienen un equipo que, sin el jardinero central de 51 extrabases (33 jonrones) y 99 impulsadas en la Serie de Oro, y sin contar desde la partida con su lanzador referencia en más de una década, no parecía capaz de superar en la carrera de clasificación a Villa Clara, Santiago de Cuba, Guantánamo y Ciego de Ávila, favoritos para disputarse la corona de la Liga Oriental.

Un equipo que rompió pronósticos. Que se clasificó por sobre obstáculos dispares, por derecho propio, incluso con la misma marca de Cienfuegos —señalado como aspirante al título nacional— y con récord superior al de Sancti Spíritus —una de las selecciones más completas del país.

Un equipo que llegó a los play offs como convidado de piedra. Por el que nadie apostó un céntimo, porque debía tumbar en la primera ronda a Villa Clara, el de rendimiento más homogéneo en el torneo, uno de los más calificados para heredar la corona de Pinar del Río.

Vivieron la sorpresa de doblegar a los Naranjas con dos soberbios, categóricos, increíbles, rotundos…, con dos incontestables triunfos de 5x1 y 4x2, en los juegos seis y siete, en el Augusto César Sandino nada menos, fortaleza de los villaclareños.

Vivieron el gozo de incluirse entre los cuatro mejores de la pelota cubana por segundo año sucesivo, algo logrado en estas dos temporadas solo por Ciego de Ávila; algo vedado, en estos compases de la pasión doméstica, para Industriales, Santiago de Cuba, Pinar del Río y Villa Clara, los cuatro grandes de la historia.

Ya en semifinales, es cierto, sintieron que les cercenaron las piernas, que les sacaron los ojos, que les arrancaron el corazón. Allá, en el José Ramón Cepero, humillaron a su novena con un marcador, 20x0 en cinco entradas, que no quieren ni recordar.

Ya en semifinales, es cierto, apenas días después de fundar esperanzas, volvieron a caer detrás, 1-3, contra otra selección sólida en cada aspecto del juego, frente a otro grupo con experiencia, versus el campeón vigente del Este de la pelota cubana.

Desfallecieron sin miramientos, entonces, y abandonaron el barco cual aquellas ratas en estampida del Prestige hundido. Dejaron solos a los Alazanes en su propia casa por tres fechas seguidas. Mas los peloteros, a despecho de malquerencias, sufrieron, galoparon y corrieron hasta triunfar.

Y aquí está Granma, el equipo (aún detrás, pero 2-3), en pie, con el puño cerrado y la cabeza en alto. Queriendo ser más competitivo, queriendo seguir haciéndolo bien, alisando sus armas ya ajadas para enfrentar lo que venga. Como un gladiador que aborrece la lástima y está dispuesto a luchar aún sin la cobija de los suyos.

Y aquí está Granma, la afición, sentada, sin aliento, con los brazos caídos y la mirada en el suelo. Queriendo el final, queriendo quizás a Santiago o vaya usted a saber qué otra novena. Como un pusilánime espectador que da lástima e impedido de ver las dignidades por las cuales debe cobijar a los suyos.

El equipo no debió ser más que un grupo de la mitad hacia debajo en la tabla de posiciones. Y fue más, ha sido mucho más. Por sus bates, queda claro; también, sobre todo en realidad, por su manera de levantarse, una y otra vez, inmediatamente después de casi hundirse en los abismos.

La afición, que tiene a Alfredo Despaigne y más argumentos para arropar a su selección; que vivió o debió vivir y gozó o debió gozar los triunfos imposibles de sus corceles, no lo ve, no aprecia los decoros y vergüenzas del equipo.

Por ello no llenó el Mártires de Barbados en casi ninguno de los desafíos contra Villa Clara y Ciego de Ávila. Ni en casi ningún partido de la fase regular. Por ello, quizás, las huestes de Indalecio Alejandrez juegan mejor de visita que como home club. Por ello, seguro, la afición no merece el equipo que tiene. Y viceversa.


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Rafael Arzuaga Junco


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