Hace unos días el fenómeno espirituano, Roberto Hernández, rompió el récord de ponches para una temporada sub-23 en Cuba. La marca era del también derecho Yosver Zulueta, en 2017, cuando mandó a 74 hombres arrastrando el madero para el banco. Roberto lo superó y después lo elevó a 90.
Zulueta concluyó aquel torneo con frecuencia de ponches (K/9) de 13.6, y fue tal su dominio que todavía ningún pitcher ha trabajado con mejor efectividad que la suya: 0.73.
El muchacho de Sancti Spíritus ha dejado una huella indeleble en este campeonato. Tanta ha sido su superioridad, que Cuba, en silencio, mandó su nombre para Lima en la pre-nómina y Rey Vicente Anglada lo mandó a buscar para los entrenamientos de la preselección sin haber lanzado nunca en la serie nacional. Del sub-23 al Cuba. Un salto a lo Sotomayor y a lo Pedroso.
Pero no es el único récord roto en esta campaña más corta que las últimas. Otro talento, fiero con el madero entre manos, que golpea la bola como si la odiara, terminó la serie con 50 carreras empujadas. Es el matancero Ronney Muñiz, un bateador de mucha proyección por su integralidad, sacude duro el bate y se ha embasado más de la mitad de las comparecencias.
Atrás quedó el nombre de Lionard Kindelán, quien en el mismo año que Zulueta puso el tope de K, remolcó a 45 santiagueros para el home plate.
Qué curioso. Ambos récord se rompen, también, en la misma temporada.
El equipo de Muñiz no clasificó a la postemporada, pero él, que estuvo un año alejado del béisbol debido a una lesión que requirió de una intervención quirúrgica y un largo proceso de restablecimiento, pudo festejar el medio centenar de hombres fletados para la goma y su nombre suena en la mente de Armando Ferrer, el director de los Cocodrilos para la próxima Serie Nacional. Y si no, otros equipos estarían con un hueco abierto en el lineup esperándolo. Su cantidad de remolques es un récord duro, como la de K. Brutal para un torneo tan breve.
Otra marca que pudo caer fue la de juegos salvados si el pinareño Frank Álvarez hubiera seguido con su ritmo inicial. Era muy difícil, porque el año pasado el pinero Raúl Guilarte le puso el tapón a diez choques. Ahora, a Frank lo dejó atrás un cienfueguero menos mediático (bueno, los Elefantes, no han tenido suerte con la TV), José Andrés Córdova, pero se quedó corto también. Para su consuelo, superó por uno la marca de ocho rescates para temporadas de 36 partidos.
Y el penúltimo día se apareció el tunero Denis Pena con tres jonrones, pasó a comandar a los productores de batazos de cuatro esquinas y se quedó a uno del tope impuesto por Lionard Kindelán en 2017. El domingo lo intentó, pero no pudo mandar ni una pelota al otro lado de la barda, por mucho que desde las gradas la gente soplaba sus conexiones.
Y ya que hablamos de récords vamos a la Liga Profesional Japonesa (NPB), allí Alfredo Despaigne logró este mes de mayo par de hechos que merecen unas líneas, ojalá fueran como las que pega él. Llegó a 400 jonrones en su carrera deportiva entre los 257 en la liga cubana, 13 en la mexicana y 132 en la japonesa. Pero subió a 11 su marca de más palazos de vuelta entera para un mes en aquel béisbol. Hace dos temporadas exactamente, en mayo de 2017, había sacudido diez batazos que se volaron la barda.
Según los datos del sitio beisboljapones.com, Despaigne durante el quinto mes de 2019, además, promedió .366 (30 imparables en 82 veces al bate) con 25 empujadas y 16 anotadas, y se perfila como uno de los candidatos al Mejor Jugador de Posición de la Liga del Pacífico en el mes. El 11 de junio se sabrá.
El matancero Yurisbel Gracial también aguarda por el veredicto, pues sus guarismos son competitivos: average de .356 (31 en 87), ocho jonrones, 16 remolques y 19 anotadas. Pero allí se premia al de más alto promedio ofensivo, y desdeñan otras estadísticas, incluso más valiosas desde el punto de vista ofensivo. Japón es Japón. Y nadie los cambia.
Como a nosotros, los devotos al béisbol, nos encantan las marcas, les adelanto que sin haber comenzado la Serie Nacional 59 ya tiene un récord. Solo les hago el anuncio para que se quemen las neuronas buscándolo. En su momento, si es que no lo adivinan, se enterarán.
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