Para quienes gustan de guardar números y hablar de los récords casi imposibles de romper en el béisbol cubano, pueden anotar desde ya la labor del equipo Matanzas en esta primera etapa de la 56 Serie Nacional, en la cual han vencido 40 veces con solo ¡tres derrotas! y aún le restan par de juegos pendientes por celebrar.
Los conocidos “cocodrilos” de Víctor Mesa han rendido un desempeño de ensueño, más allá de lo que algunos intentan demeritar dada la baja calidad que exhibe nuestro campeonato hoy en comparación con años atrás. Al César lo que es el del César, ellos lo han logrado y el nivel actual no dista mucho de lo sucedido en los últimas ediciones cuando ningún otro conjunto pudo ni siquiera acercarse a esta marca.
No se trata solo de haber tropezado tres veces en la campaña (Pinar del Río, Ciego de Ávila e Industriales fueron los únicos que pudieron vencerlo), sino de que vencieron en las 15 subseries particulares, con diez barridas, que pudieran llegar a doce si finalmente logran sonrisas ante Holguín y Guantánamo en los partidos que no jugaron por inclemencias del tiempo.
Para que se tenga una idea de lo que significa esta actuación vale recordar que los archivos de nuestras Series Nacionales muestran a varias formaciones que se titularon campeones con nueve derrotas en muchos menos desafíos jugados, por ejemplo Occidentales en la primera serie (18-9) o Ganaderos en la XV (29-9); mientras Vegueros en la XXVII clasificó para los play off con 39-9 en la etapa clasificatoria.
El récord todavía para titularse monarca en nuestros clásicos beisboleros lo ostenta el equipo de Villa Clara que dirigió Eduardo Martín en la XXII versión (1983), al sumar 41 victorias y solo 8 reveses, algo de otra galaxia en uno de los años de gloria y decenas de estrellas de nuestro pasatiempo nacional. Por cierto, Víctor Mesa estaba en esa nómina y ahora para más coincidencia dirige al equipo que intenta acercarse o romper esa marca.
Sin que vaya a los libros, pero causa fundamental de este sobresaliente rendimiento de los yumurinos ha estado en dos renglones de juego fundamentales y en marcadas individuales. Un bateo exorbitante (338), con lideratos en anotadas (297 carreras), hit (492), OBP (424) slugging (471), OPS (895), bases robadas (39), y segundos en dobles (78) y jonrones (32), marcó la pauta de esta orquesta beisbolera.
A eso habría que agregar el mejor staff de pitcheo de la temporada, al ser el único por debajo de tres carreras limpias por juego de nueve entradas (2.66), ser los que menos les batearon (259), los más ponchadores (232), y los de mejor control (96 bases por bolas), cifras todas que se consiguieron con lanzadores de experiencia y en muchos casos descartes de otras provincias.
Precisamente ese tema ha sido uno de los más cuestionados por los aficionados, la posibilidad de reunir casi 20 peloteros no nacidos en el territorio yumurino. Eso es cierto, pero no contradice las reglas establecidas por la Comisión Nacional de Béisbol. La pregunta clave sería por qué logran motivarse más bajo ese uniforme peloteros de primera o segunda clase en sus escuadras de origen, dígase Yordanis Samón, Ramón Licor, William Luis, Alexander Rodríguez, Adrián Sosa, Jonder Martínez, Yosvani Pérez o Irandy Castro, por solo mencionar algunos nombres.
Es cierto que la atención personalizada y gubernamental es mejor que en otros territorios, lo cual no es criticable sino que motiva la tesis de que si en Matanzas se puede hacer, ¿por qué no sucede así en otras provincias? Y no se trata únicamente de recursos materiales, imprescindibles por demás, sino de atenciones puntuales que van acompañadas de una exigencia al máximo en la entrega al terreno de juego.
Junto a los llamados récords irrompibles de la pelota cubana ya hay que ubicar este colectivo de Matanzas. ¿Quiere decir con eso que ya todo está listo para ganar el cetro? ¿Serán tan invencibles en los play off como en esta primera etapa? ¿Podrá Víctor Mesa levantar, por fin, una copa como director en nuestras series nacionales? Eso es harina de otro costal y aunque salen desde ya como amplios candidatos para las semifinales y hasta para discutir el título, en esos partidos de muerte los tigres avileños han mostrado que saben sacar mejor sus garras que los cocodrilos sus dientes.
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