martes, 30 de abril de 2024

Venezuela sigue en tensión

La derecha venezolana pretendía convertir septiembre en un infierno...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 08/09/2016
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Septiembre es el mes —otro más— de las provocaciones de la oposición venezolana, integrada en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Tres días de este noveno mes —1.o, 7 y 14— fueron dispuestos por la derecha para grandes movilizaciones, el empleo de la violencia y la salida del presidente Nicolás Maduro mediante un revocatorio. Un infierno en la tierra.

Es palpable que la situación en Venezuela es difícil y tensa, a pesar de las maniobras de un gobierno que intenta llevar adelante planes para salir del atasco económico, burlar los planes subversivos y las guerras sucias de desestabilización, desenmascarar los medios de comunicación privados ocupantes del papel de los partidos políticos, enfrentar la posibilidad de una agresión externa.

A ello se le suma la preocupación gubernamental ante una sociedad vapuleada por las amenazas de violencia, el desabastecimiento y la criticada falta de exigencia oficial para acabar con el descontrol y la corrupción, flagelos consecuentes, además, con la situación del país, pero que enervan los nervios de una parte importante de la población.

Los planes de la derecha venezolana, que involucran de manera comprobada al expresidente colombiano Álvaro Uribe, creador y jefe de los grupos paramilitares en la región suramericana, pretenden evitar que Maduro termine el año en el Palacio de Miraflores. Para ello trabajaron en tres direcciones: movilizaciones supuestamente pacíficas, pasar luego a un nivel superior con violencia en las calles, obligar al gobierno a realizar el referendo revocatorio presidencial antes del 31 de diciembre.

Sin embargo, la primera marcha convocada por la MUD el pasado día primero no logró el poder de convocatoria esperado por la dirección conservadora, que de manera triunfal anunció la Toma de Caracas —incluyendo edificios gubernamentales—, en tanto incitaban a acciones de violencia desde la zona este de la capital, donde reside la población de mayores recursos económicos.

Las expectativas cayeron ese día ante la concentración de pueblo chavista en la Avenida Bolívar, en la que una vez más Maduro habló de planes, de posibilidades económicas, de salvar a la Revolución y de asegurarle al mundo que el revocatorio no se celebrará este año, de acuerdo con la planificación correcta y democrática del Consejo Nacional Electoral, el cual avisó que los partidos opositores no presentaron en tiempo la documentación exigida.

Publicitadas al extremo, las maniobras de la contrarrevolución venezolana ocuparon las redes sociales y los titulares de medios suramericanos y europeos, principalmente, en tanto ocultaban la desvergüenza del golpe de Estado parlamentario a la presidenta brasileña Dilma Rousseff, en la misma fecha. Es evidente que querían los focos en Caracas y no en Brasilia.

La maniobra quedó aplastada gracias a la movilización de los militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en todos los Estados, que movieron consigo a una parte significativa de la población que aún cree en el chavismo como la mejor posibilidad para derrotar a la derecha y mantener el estado de prosperidad logrado en épocas del fallecido mandatario Hugo Chávez. El músculo partidista, adormecido hasta ahora, comenzó a sentirse en el país como fuerza política.

No se trató de un solo día. Antes del pasado día 1.o, las calles de Caracas estaban llenas de personas que creían válida la defensa de las ideas de Chávez, quien dejó un legado político y personal al pueblo humilde. El PSUV demostró que puede organizarse mejor y que cuenta con una parte de la población dispuesta a defender los derechos otorgados por el proceso revolucionario iniciado en 1998.

Analistas coinciden en que el fracaso de ese primer llamado de la MUD y la desarticulación por el aparato de la Seguridad del Estado de un golpe de Estado violento puede considerarse un logro de la Revolución Bolivariana, dadas las circunstancias de acoso, desgaste, debilitamiento económico y guerra psicológica en que vive Venezuela.

Armas, dinero, logística, allanamiento de campamentos de paramilitares cerca del Palacio de Miraflores, comprobación de la articulación de Uribe con elementos contrarrevolucionarios venezolanos, detención de algunos jefes contrarrevolucionarios, dieron al traste con el gran objetivo de este momento: la exigencia de celeridad a las autoridades para sacar a Maduro en el revocatorio, que ya dan como ganado.

La discusión pública entre los cabecillas de la derecha Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional, y Henrique Capriles, gobernador de Miranda, evidenció, y esa actitud también enfrío los ánimos de quienes exigían el referendo, que esos dos politiqueros solo están en una carrera por la presidencia de Venezuela en el 2018, cuando el presidente termine su mandato, o en días, si pudieran celebrar la consulta antes de que finalice este año.

El apuro por el referendo estriba en que si se celebrara antes del próximo 31 de diciembre, y Maduro perdiera, habría que convocar a elecciones presidenciales de inmediato. Si lo hacen en el 2017, en igual situación, la primera magistratura pasaría a su vice, Aristóbulo Istúriz.

En este escenario aparece de nuevo el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, quien desde hace meses intenta junto a los también exmandatarios Leonel Fernández, de República Dominicana, y Martín Torrijos, de Panamá, sentar en una mesa de diálogo a las dos partes enfrentadas. Hasta ahora, la oposición se niega a conversar, pues no le interesa la solución de los urgentes problemas nacionales, creados por ellos mismos, como la crisis de alimentos y medicinas. Este es otro punto de retroceso para la dirección derechista.

Según parece, el final de este año dejará un saldo negativo a la oposición. No habrá revocatorio ni salida de Maduro. En estos flujos y reflujos políticos tendrán que esperar hasta el 2018 cuando se celebren elecciones generales en las que el chavismo deberá trabajar muy duro, pues en la polarización actual de la sociedad venezolana, la derecha se mueve entre un 40 y un 50 % de posibles votantes. Cifra peligrosa para la Revolución Bolivariana.

La derecha seguirá insistiendo, ante su derrota de septiembre, en métodos violentos financiados desde el exterior, organizados por Uribe y otros conservadores con el apoyo de Estados Unidos, que declaró a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria”, lo cual le otorga el derecho a su próximo presidente, a partir de enero, de agredir incluso por la vía militar a la nación suramericana.

El camino del terrorismo contra una nación que clama por la paz es el más peligroso, pero no puede desecharse.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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