jueves, 28 de marzo de 2024

Bolsonarismo en peligro

El presidente brasileño fue el gran perdedor de las elecciones municipales...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 19/11/2020
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Bolsonaro Municipales
Bolsonaro es el gran perdedor en las elecciones municipales para elegir alcaldes, sus vices y concejales efectuadas el pasado día 15

Como el presidente brasileño Jair Bolsonaro carece de afiliación política, a su línea de pensamiento se le identifica como “bolsonarismo”, un movimiento que vive momentos de gran debilidad, como demostraron los recientes comicios municipales para elegir alcaldes, sus vices y concejales en los 5565 municipios del enorme país suramericano.

El ultraderechista Bolsonaro, ex capitán del Ejército, diputado federal durante 28 años, que vagó como un fantasma por los pasillos del Congreso Nacional, llegó a la primera magistratura por pura necesidad de las huestes derechistas. Para lograrlo usaron la persecución política de los izquierdistas, el engaño y las mentiras difundidas en las redes sociales a su favor.

La derecha de Brasil, representada por una poderosa oligarquía, carecía de un candidato a las elecciones presidenciales de 2018, dos años después de destituir en un juicio fraudulento a la presidenta izquierdista Dilma Rousseff. Dos años de una desastrosa transición para llevar al Palacio del Planalto a un ultraderechista que esperó los resultados de una farsa judicial, demostrada en el tiempo, para evitar que el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores, fuera por un tercer mandato.

El juez federal de Curitiba, Sergio Moro, llevó la batuta en la acusación y mediante falsificaciones de pruebas condenaron en segunda instancia a Lula a ocho años de cárcel (estuvo preso mediante engaño 580 días, sin mérito de causa) para impedir su postulación.

Ahí fue que emergió el oscuro exmilitar, un desconocido para la población, que mediante una campaña diseñada en Estados Unidos (EE. UU.) y aplicada por sus tres hijos, también en la política, convirtieron las vías digitales en tribunas públicas, difundiendo opiniones ofensivas contra el PT y sus dirigentes, y engatusando con pose de Mesías a unos 40 millones de evangélicos, como él, que le entregaron sus votos.

En el transcurso de su presidencia, Bolsonaro mostró su verdadero pensamiento. Fanático del derrotado presidente norteamericano Donald Trump —con quien se identifica en gestos, pensamientos inconexos, y en ser racista, misógino, grosero— trató de dar una imagen del macho-alfa que dirige una manada, para devenir en un falso populista.

La población brasileña, que como otras de América Latina, están sobresaturadas de políticas fraudulentas y corruptas; ahora mismo vive una etapa de destape de delitos en las filas de los partidos tradicionales. En uno de esos escándalos está acusado Flávio, el senador delfín de los Bolsonaro, indicado por robo de dinero del erario público cuando era diputado por Río de Janeiro. El padre  —que incluso ha tenido varias desavenencias con los ministros procedentes de las Fuerzas Armadas, supuestamente para protegerlo y evitar que ellos mismos le dieran un golpe militar— ni siquiera brindó apoyo masivo a los postulantes en las municipales por temor al repudio popular. Sus candidatos a las alcaldías de Sao Paulo y Río de Janeiro —dos plazas fundamentales en la política nacional— resultaron un fracaso en el puntaje.

De este entramado salió a la luz, como resultado del escrutinio, que la izquierda brasileña, con unos cuantos partidos bajo su bandera, resultó fortalecida entre las 100 ciudades más grandes del país, mientras crecía el fracaso de la mayoría de los candidatos ultraderechistas. La derecha tradicional, tal como se preveía por analistas, mantuvo su terreno en varias capitales.

Los alcaldes fueron definidos en primera vuelta con victorias de la derecha y centroderecha en Belo Horizonte (Estado de Minas Gerais), Curitiba (Paraná), Natal (Rio Grande do Norte), Palmas (Tocantins), Florianópolis (Santa Catarina) y Campo Grande (Mato Grosso do Sul). En las demás 19 capitales habrá una segunda vuelta el próximo día 29.

La Constitución brasileña establece que habrá un retorno a las urnas para la elección de alcaldes cuando ninguno de los aspirantes obtenga más de la mitad de los votos válidos en la primera vuelta.

Hubo notables sorpresas en los resultados. La candidata del Partido Comunista de Brasil, Manuela d Ávila, disputará el segundo turno en Porto Alegre, la capital del Estado de Río Grande do Sul, y Gillerme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) lo hará en Sao Paulo. Dos de las más importantes ciudades del país con aspirantes izquierdistas.

Una de las noticias inesperadas fue el pase de Boulos, líder del Movimiento de Trabajadores sin techo (MTST) a enfrentarse al actual alcalde Bruno Covas, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), agrupación ganadora durante décadas del cargo en primera vuelta.

En Río de Janeiro, capital del Estado homónimo, el concejal Carlos Bolsonaro, (Republicanos) hijo del mandatario, obtuvo menos votos que el izquierdista Tarcisio Motta, del PSOL, aunque los dos fueron electos. Además, en esta ciudad, Monica Benício, viuda de la asesinada concejal del PSOL y defensora de los derechos humanos Marielle Franco, salió elegida concejal con el mayor número de votos para ese cargo en la ciudad.

Solo en dos capitales, Fortaleza, en Ceará, y Río de Janeiro, dos candidatos bolsonaristas se medirán el día 29: Wagner Sousa Gomes, conocido como  Capitán Wagner (Partido Republicano de Orden Social) en Fortaleza y Marcelo Crivella (Republicanos) en Río.

En opinión del profesor Vitor Marchetti, de la Universidad Federal del ABC paulista, los números destacan un nuevo momento para la izquierda brasileña. Marchetti considera que “São Paulo muestra que la izquierda está viva y pasa por un período de reposicionamiento, en el que el PT necesariamente deja de estar en el centro, aunque mantenga su protagonismo debido a su historia”. Precisó que hay una comprensión más amplia del papel de otros partidos y la necesidad de la unidad de la izquierda para hacer frente a la centro-derecha, que gradualmente reemplaza al bolsonarismo en el escenario electoral aunque mantiene el poder económico.

El académico y también politólogo piensa que “…la izquierda tiene capacidad de movilización y mucha fuerza electoral, pero con características diferentes a las de hace pocos años”.

De acuerdo con estudios publicados en Folha de S. Paulo, en las 100 mayores ciudades del país, el PT y el PSOL ganaron terreno, con relación a dos años, y  las posibilidades son alzarse con la victoria en 12 de ellas, como mínimo, o sea, más de un 10 % de las conocidas como decisivas en la política interna.

Recife, capital de Pernambuco, disputará su alcaldía con dos dirigentes progresistas, los primos Joao Campos, del Partido Socialista Brasileño (PSB) y Marilia Arraes, del PT.

Katia Marko, periodista de Brasil do Fato en Río Grande do Sul, afirmó que el repunte de la izquierda indica el fastidio de los electores hacia el bolsonarismo y la derecha liberal. “Porto Alegre tiene una historia de construcción política; fue la sede del Foro Social Mundial. Y la población ha demostrado, a través de sus votos, que quiere rescatar lo que vivimos durante ese período y que fue sofocado posteriormente”.

La derrota de Trump ha sido un desastre para Bolsonaro, quien lo consideraba su guía y amigo. La lección dejada por un presidente al que imita de manera constante, al extremo de llamar marica a su pueblo por temerle a la COVID-19, colmó la paciencia de los brasileños la pasada semana. El mandatario brasileño se adhirió al trumpismo, al estilo y a la actuación de su amigo para construir su discurso y proyectar su imagen como nuevo líder de la extrema derecha en Brasil. Su gobierno y su discurso tomaron el tono de ataques a los medios de comunicación —considerados sus enemigos—, así como al Congreso y al Poder Judicial. Negacionista de la ciencia, los movimientos sociales, la democracia y los derechos humanos, con un lenguaje agresivo.

Aunque faltan dos años para las presidenciales, Bolsonaro reconoce que si Trump, que como él negó la existencia de la pandemia y no tuvo ningún plan para evitar el contagio y la muerte de millares de sus compatriotas, perdió las elecciones, el también cogerá el camino de la derrota, por mucho que se enfurezca. De ahí que sus exabruptos se vieran reflejados en el voto popular.

Por el contrario, el PT muestra su capacidad de recuperación y aunque su presencia nacional pudo ser mejor, la fuerza del partido se mantiene, con la mayor bancada en el Congreso Nacional, varios gobernadores muy importantes en provincias del nordeste, como Bahía y Ceará.

Mucho más luego de quedar demostradas las mentiras del proceso en contra de Lula, un líder político que cuando terminó su segundo mandato tenía un 87 % de aprobación nacional. O sea, a pesar de que el exmandatario no participó en la campaña electoral municipal a causa de la pandemia, mantiene viva la vigencia partidista, con la misma perspectiva de antes de los comicios del 2018.

Nadie duda de que en este escenario quien más perdió fue el controvertido Bolsonaro, que revela una baja popularidad en la mayoría de los Estados. La oligarquía nacional ya debe estar buscando una alternativa, con mejor tino, se supone, para suplantar a quienes muchos en su país llaman el payaso.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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