viernes, 19 de abril de 2024

Participación ciudadana y redes sociales: conquistar nuevos espacios

¿Cómo implementar el diálogo y la participación, también desde estos espacios? ¿Cómo hacerlo de forma respetuosa y efectiva?...

Cubahora
en Exclusivo 04/12/2020
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Muchos usuarios cubanos han utilizado estos espacios para denunciar, informarse, comunicar, participar y/o sentirse parte de la construcción colectiva de la realidad (Foto: Proyecto Enredes)

Cuando comenzó la COVID-19 en Cuba, Rouslyn Navia tenía 26 semanas de embarazo. Las primeras medidas adoptadas por las autoridades sanitarias del país incluyeron la protección de los sectores de la sociedad más vulnerables, como ella, por ejemplo.

Ante el mal trabajo de una institución de comercio, que violaba lo establecido por el Ministerio de Salud Pública para la atención a embarazadas, y luego de varios días sin obtener una solución, Rouslyn escribió un post en sus sitios de redes sociales a forma de denuncia. La publicación se compartió tantas veces que llegó a los ojos de Betsy Díaz, ministra de Comercio Interior. Solo así, su petición fue escuchada y el error subsanado.

Como ella, muchos usuarios cubanos han utilizado estos espacios para denunciar, informarse, comunicar, participar y/o sentirse parte de la construcción colectiva de la realidad. Como es conocido, y hemos abordado en entregas anteriores, durante los días de aislamiento las horas de conexión y utilización de Internet aumentaron considerablemente. Para agosto de 2020, la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) anunciaba que cuatro millones de clientes accedían a Internet a través de la red móvil. Asimismo, ministerios e instituciones gubernamentales también tienen mayor presencia en estos espacios.

Por la importancia que adquiere la participación, especialmente en escenarios digitales, hoy en Mirar la Web nos acercamos al fenómeno. Para ello nos auxiliaremos de una investigación realizada por tres profesores de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana a la que Cubahora tuvo acceso.

El texto “asume la práctica de participación ciudadana en sitios de redes sociales y servicios de mensajería (Whatsapp, Telegram, Messenger) como acción individual en estos entornos, implementada por la población cubana para acceder a la toma de decisiones y ejercer sus derechos como ciudadanía –debate público, asociación, gestión de información y conocimiento público, entre otros”.

Entre los resultados arrojados por este estudio sobresale que los debates emergentes en espacios digitales no coinciden —al menos en el periodo de estudio— con los de las plataformas formales. De acuerdo con la encuesta realizada por los investigadores, además de contenidos propios del contexto como la situación epidemiológica y socioeconómica, emergieron debates sobre violencia de género en el confinamiento, el fenómeno del trustinvesting, entre otros.

Además, reconoció que algunas cuentas en sitios de redes sociales hicieron efectivo el ejercicio ciudadano. Entre las identificadas sobresalieron los Organismos de la Administración Central del Estado (OACE), sobre todo el Ministerio de Salud Pública; en segundo lugar los medios de comunicación; en menor medida figuras públicas locales y no se mencionaron representantes formales como delegados y diputados.

Hagamos una pausa y volvamos al caso de Rouslyn. Veamos qué sucede cuando en contextos como el actual, donde el usuario puede interactuar directamente con estructuras superiores, mientras las figuras inmediatas (delegados, diputados, representantes de organizaciones políticas y de masas o de instituciones) quedan relegadas ante el silencio o la “inmovilidad”. Este comportamiento podría llevarnos a la pérdida de credibilidad o la capacidad de representación. De ahí la importancia de fortalecer sus prácticas de accesibilidad, rendición de cuentas, movilización y gestión también en espacios virtuales.

En el artículo en cuestión, los profesores señalan tres sentidos específicos de la participación como resolver problemas propios y comunitarios asociados a las diferentes esferas de gestión pública; visibilizar problemáticas sociales para transformar actitudes y conductas tanto en la ciudadanía como en actores estatales; así como incidir sobre medidas y políticas del Estado, principalmente a nivel nacional. Es menos común, especifican, liderar articulaciones o movilizaciones.

LIBERTAD DE ACCIÓN, PARTICIPACIÓN Y REGULACIÓN

En entradas anteriores del blog hemos comentado sobre la importancia de actuar con civismo en los entornos digitales, fundamentalmente las redes sociales, donde cada cual es responsable de sus actos. Recordemos que estamos en presencia de un espacio desregulado moralmente donde no existen filtros, jerarquías y tiene lugar una desintermediación que refuerza de manera natural los contenidos emocionales.

En el contexto nacional, ello no significa que no participemos, o que nos limitemos a hacerlo. De hecho, si algo busca el Estado cubano desde sus principales reglamentaciones es precisamente eso. Así lo reconoce la Política de Comunicación, publicada en 2019, que asume las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) como espacio para potenciar la participación ciudadana y enfatiza el carácter estratégico de la comunicación como recurso para la gestión de gobierno.

A su vez, el decreto ley 370 establece que el Ministerio de Comunicaciones colabora con distintas instancias de la sociedad en el desarrollo y gestión de las infraestructuras. Concibe el gobierno electrónico con la finalidad de fomentar la transparencia del sector público y la participación de la población. También incluye un conjunto de contravenciones sobre el uso de las redes digitales, entre las cuales se imponen sanciones a los contenidos difundidos que atenten contra “el interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas”. Estos artículos adquieren mayor relevancia porque parecen ser el único escenario de regulación y proyección explícita en un marco legal sobre las redes digitales.

Igualmente, la estrategia económico-social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19 la comunicación, la informatización y la innovación aparecen reconocidas como “pilares” de la gestión de gobierno por la presidencia del país.

Si de alguna forma, tenemos trazado el camino ¿qué nos queda? ¿Cómo implementar el diálogo y la participación, también desde estos espacios? ¿Cómo hacerlo de forma respetuosa y efectiva? ¿Sabemos convivir en comunidades digitales sin llegar a los linchamientos? La participación ciudadana on line también es posible, conquistémosla.

Por la importancia de estas temáticas en particular, y la sucesión de hechos recientes en redes sociales, continuaremos tratándolas en próximas publicaciones.


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