viernes, 29 de marzo de 2024

Una admiración sustentada en convicciones (+Fotos)

Adversarios y claudicantes se niegan a comprender que, a sus 86 años, el Jefe de la Revolución sigue siendo el símbolo de independencia y justicia social que identifica a Cuba para siempre...

Frank Agüero Gómez en Exclusivo 13/08/2012
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Fidel presenta sus memorias
Fidel presenta sus memorias

“La falta de comprometimiento social es un sentimiento cada vez más extendido entre los jóvenes cubanos de hoy”, escriben libelos más allá de Cuba, una más entre un montón de frases sobre ansiadas  rupturas generacionales y proyectar la errónea imagen de país abonado para injertarle otra semilla de gestión,  malograda  en sus huertas originales.

Conocida es la confianza que el Jefe de la Revolución cubana tiene en las nuevas generaciones de ciudadanos, demostrada desde la gestación de la épica que condujo al enfrentamiento y liquidación de la dictadura de Batista. 

Ese sentimiento de Fidel Castro emana de la propia historia de la nación, se sustenta en la convicción del vigor  revolucionario de la juventud y de su incesante renovación en las difíciles tareas de defensa y edificación del socialismo.

No lo entendían así los partidos tradicionales que hicieron de la política en la república neocolonial un modo de vida, ni tampoco compartían ese criterio los personajes y voceros de la llamada alta sociedad, limitados por estrechos intereses de clase y espíritu conservador ajenos a las necesidades de la nación.  

Cuando recién empezaba a reclutar a los asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el joven abogado Fidel Castro, criticaba acremente la actitud timorata de los dirigentes del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), a cuya sección juvenil pertenecía, quienes se mostraron indolentes ante el entusiasmo combativo de la masa dispuesta a enfrentar la dictadura y reivindicar las luchas del desaparecido Eduardo R. Chibás.

 “La revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en la mano el estandarte. A un partido revolucionario debe corresponder uno dirigencia revolucionaria, joven y de origen popular que salve a Cuba”, escribía Fidel con el seudónimo de Alejandro, en el periódico clandestino El Acusador, que circuló por esos días en que se rememoraba el primer aniversario de la inmolación del líder de la Ordodoxia.

Ya en ese momento, agosto de 1952, valiosos jóvenes como Abel Santamaría y Jesús Montané  se le habían unido en el propósito de preparar la Revolución. Pocos meses después, al asalto de los cuarteles en Santiago de Cuba y Bayamo fueron 160 combatientes, pero Fidel y los organizadores habían reclutado y preparado una cifra siete veces superior. Casi todos eran menores de 30 años. 

En los días iniciales de la guerrilla en las montañas orientales, acosados por las fuerzas del régimen, la falta de provisiones, armamentos y hombres, el destacamento inicial del Ejército Revolucionario recibió pruebas de admiración y compromiso de los campesinos y de jóvenes de las ciudades, principalmente orientales, tarea en la que brillaron dirigentes y organizadores como Frank País, Celia Sánchez y Vilma Espín.   

Al saber del asesinato del maestro de 22 años en las calles santiagueras, a quien había conocido en México y durante dos entrevistas en la Sierra Maestra,  Fidel escribió a Celia: "No puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor infinito que nos embarga. […] ¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él de grande y prometedor”

Tres años después del triunfo de la Revolución, en las históricas Minas de Frío, Fidel se reunía con jóvenes que se preparaban como maestros primarios, en el propio escenario donde miles de campesinos y estudiantes se foguearon para ingresar como reclutas en el Ejército Revolucionario, antes de la ofensiva final que condujo a la derrota de la tiranía. 

Recordaba los difíciles momentos vividos allí en rechazo de la ofensiva del ejército de la tiranía y revelaba su confianza de entonces en que con aquellos bisoños reclutas podría liquidarse el poder militar de la dictadura.

Durante toda aquella lucha, desde el principio hasta el fin, este fue un centro importante. Ya al final de la guerra aquí había mil compañeros en esta escuela, y desde Guisa hasta Santiago de Cuba los armamos con armas que les fuimos quitando a los soldados por toda esa zona. Salieron de aquí mil muchachos y llegaron armados ya a Santiago de Cuba, por el camino se iban armando”.

“Ya nosotros teníamos un poco más de experiencia, y ya sabíamos cómo quitarles las armas a los soldados. Al principio no lo sabíamos —no vayan a creer que nosotros sabíamos algo de eso al principio—; al final ya teníamos más experiencia porque, naturalmente, la vida es lo que da experiencia, y la lucha. 

Hablando a los jóvenes, en otra ocasión, el líder de la Revolución retomaba la propia experiencia de la guerra revolucionaria para reafirmar su convicción de que la vanguardia y los líderes surgen de la masa y señalaba el valor de la práctica, la ideología y del ejemplo personal para irradiar su ejemplo.  

En medio de la guerra, bajo los bombardeos y sufriendo todo tipo de privaciones, de los jóvenes voluntarios que ingresaban en la escuela, uno de cada diez lo soportaba; pero ese uno valía por diez, por cien, por mil.

“Profundizar en la conciencia, formar carácter, educar en la dura escuela de la vida de nuestra época, sembrar ideas sólidas, utilizar argumentos que son irrebatibles, predicar con el ejemplo y confiar en el honor del hombre, puede lograr que, de cada diez, nueve permanezcan en sus puestos de combate junto a la bandera, junto a la Revolución y junto a la Patria “

LEGADO IRRENUNCIABLE

Fidel es admirado por los jóvenes no solo por la gigantesca obra social que ha encabezado, sino por su inveterada franqueza para advertir fallos y errores y criticarlos públicamente, apuntando a la búsqueda de soluciones sin perder la perspectiva estratégica.

Rebelde por naturaleza, su lenguaje claro, justo en el elogio y fuerte en la crítica merecida, incita a la rebelión contra lo mal hecho y contribuye  a la formación del juicio propio, ajeno al dogma y al formalismo. 

En abril del pasado 2011, en ocasión del VI Congreso del Partido, meditaba sobre el desarrollo de este evento y el papel que corresponde a los  militantes y dirigentes de las nuevas generaciones. 

Su tarea es todavía más difícil que la asumida por nuestra generación cuando se proclamó el socialismo en Cuba, a 90 millas de Estados Unidos.

“Por ello, persistir en los principios revolucionarios es, a mi juicio, el principal legado que podemos dejarle. No hay margen para el error en este instante de la historia humana. Nadie debe desconocer esa realidad.”

A la vez, señalaba la característica que deben reunir las generaciones que ocupen los cargos de dirección en el país  y el deber supremo que contraen ante la nación.

La dirección del Partido debe ser la suma de los mejores talentos políticos de nuestro pueblo, capaz de enfrentarse a la política del imperio que pone en peligro a la especie humana y genera gángsters como los de la OTAN, capaces de lanzar en solo 29 días, desde el in glorioso “Amanecer de la Odisea”, más de 4 mil misiones de bombardeo sobre una nación de África.

“Es deber de la nueva generación de hombres y mujeres revolucionarios ser modelo de dirigentes modestos, estudiosos e incansables luchadores por el socialismo. Sin duda constituye un difícil desafío en la época bárbara de las sociedades de consumo, superar el sistema de producción capitalista, que fomenta y promueve los instintos egoístas del ser humano.

“La nueva generación está llamada a rectificar y cambiar sin vacilación todo lo que debe ser rectificado y cambiado, y seguir demostrando que el socialismo es también el arte de realizar lo imposible: construir y llevar a cabo la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, y defenderla durante medio siglo de la más poderosa potencia que jamás existió”.

Consciente de que los obstáculos en el devenir de la nación exigen adecuar las aspiraciones de alcanzar el máximo de justicia social posible sin renunciar a las metas estratégicas, aconseja sin embargo no subestimar el papel de la educación en la formación integral de los jóvenes. 

Quizás la tarea más difícil que se impone en un proceso de marcha hacia el comunismo, sea la ciencia de saber conciliar dialécticamente las fórmulas que nos exige el presente, con el objetivo final de nuestra causa.

“En la educación está el instrumento fundamental de la sociedad para desarrollar los individuos integrales capaces de vivir en el comunismo”

El optimismo y confianza en el porvenir que caracterizan históricamente al Jefe de la Revolución se han convertido en rasgos distintivos de las distintas generaciones de cubanos patriotas, formadas bajo su guía y el Partido de vanguardia que él fundara y encabezara.   

A la juventud de ayer y de hoy la admiro y quiero entrañablemente; a la de mañana, la envidio, es como si la divisara ya en un cercano horizonte, aunque resulte casi imposible imaginar cómo será nuestra patria, cómo será nuestro pueblo, cómo serán nuestros jóvenes y nuestros niños, cuán plenas serán sus vidas cuando tal cúmulo de conocimientos, cultura, capacidad creadora, conciencia verdaderamente fraternal y humana constituyan el sueño realizado de nuestras nobles luchas”. 

Ese es sin duda el mejor legado del cubano que durante dos siglos ha mantenido en alto el espíritu de justicia e independencia de su pueblo, de una a otra generación, cuyo nombre es conocido hasta el último rincón del planeta: FIDEL CASTRO RUZ 


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Frank Agüero Gómez


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