sábado, 20 de abril de 2024

Tercer perfeccionamiento en la educación: la diferencia entre instruir y educar

Cuba se adentra en el tercer perfeccionamiento de su sistema de enseñanza. La iniciativa tiene sus raíces en la tradición pedagógica nacional, entre cuyos fundadores está José de la Luz y Caballero...

Cubahora en Exclusivo 14/07/2016
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Año 2016. Cuba, el primer país de América Latina en declararse libre de analfabetismo y concebir un sistema instructivo público y universal, anuncia que avanza en la consolidación de su tercer perfeccionamiento educacional.

Frente al Parlamento especialistas y directivos explicaron recientemente que el proyecto trata de flexibilizar el horario docente y los programas de estudio y propiciar una mayor participación de la familia y la comunidad. En el centro, la figura del maestro, quien contará con herramientas metodológicas más actuales y mayor tiempo para su preparación profesional.

Se trata de crear mecanismos didácticos para lograr una enseñanza más participativa y que dé respuesta a problemáticas del conocimiento más actuales en temas como la Cívica, las nuevas tecnologías, idiomas, salud y sexualidad y la historia local.

En seis provincias cubanas se han aplicado varias de estas ideas a modo de experimento y según el informe presentado en la Asamblea Nacional del Poder Popular, los resultados son prometedores. No podía llegar en mejor momento esta política, toda vez que la calidad de la educación se había convertido en un planteamiento reiterado en la sociedad cubana.

Las nuevas realidades socioeconómicas y un mayor acceso a las nuevas tecnologías fueron condiciones que movieron los cimientos de la tradición pedagógica nacional, que tiene ante sí retos como la necesidad de un mayor poder de análisis ante el aluvión de información que se encuentra en las nuevas tecnologías de la información, crisis de valores y cambios en los patrones de género y sexualidad.

Un considerable descenso en el ingreso a las carreras pedagógicas, que a la postre perjudicó la cobertura docente, y experiencias desacertadas de etapas anteriores que limitaron el rol de los profesores frente a las aulas, provocaron que la propia figura del maestro se viera perjudicada.

El descenso en los resultados de los exámenes fue apenas un llamado de atención, mientras que la sociedad toda, incluyendo al propio sector de la Educación, reconocía la capacidad de lograr altos estándares de instrucción, pero con deudas en otros elementos como la formación de valores y la educación formal.

El tercer perfeccionamiento ataca a la raíz del problema y para ello tiene a su favor más de tres siglos de tradición en los estudios pedagógicos cubanos, ubicados a la vanguardia del continente, y muy cercanos al proceso de conformación de la nacionalidad.

José de la Luz y Caballero fue uno de aquellos patricios cubanos que encontró en la Pedagogía un método para la formación de la conciencia nacional del país.

Lo de ser un hombre iluminado y ético le vino no solo de los apellidos que le legaron su padre, un militar español, y su madre, apoderada de un ingenio y una finca; viviría a plenitud 62 años dedicados a la creación de un pensamiento filosófico y una obra consecuente con él, que impregnaría a toda una generación de cubanos, aquellos que luego protagonizarían la clarinada de octubre de 1868.

Descartes, Newton, Goethe y otros hombres de la Ilustración y el Iluminismo fueron el punto de partida para el desarrollo del pensamiento autóctono de Luz y Caballero, discípulo del padre Félix Varela. Al igual que el más universal presbítero cubano, José de la Luz tuvo como núcleo de su reflexión y actividad pedagógica el que cada estudiante pensara por sí mismo. Para ello enfrentó la escolástica que dominaba las aulas cubanas, montó laboratorios de Física y Química, recorrió gran parte del mundo, fundó escuelas, sostuvo polémicas, escribió libros, pero sobre todo, y como él mismo señaló en más de una ocasión, fue maestro y se dedicó a formar hombres.

“Para todo se necesita ciencia y conciencia” escribió en cierta ocasión, aquel hombre preocupado por el enfoque ético y moral del conocimiento y defensor de la observación y la experimentación como criterios para la analizar y conocer la realidad.

Quizás la más preclara definición de su labor la definió el propio Luz y Caballero cuando en la década de 1850 escribió a Narciso López alertándole que en la Isla todavía no estaban creadas todas las condiciones para el estallido de una revolución: “para que lo esté soy yo maestro de escuela”, afirmó en aquella oportunidad.

Por eso, muchos años después, José Martí, desde las páginas del periódico Patria, lo consideró uno de sus preceptores y lo llamó el “silencioso fundador”.

De José de la Luz y Caballero se vuelve a hablar por estos días, no solo porque se conmemora el aniversario 216 de su nacimiento, acaecido el 11 de julio de 1800, sino porque su preocupación moral y ética por la actividad pedagógica es un tema recurrente entre especialistas y ciudadanos al conocer las características del tercer perfeccionamiento educacional en Cuba. Ahora más que nunca tiene vigencia un aforismo que casi todos los cubanos conocemos desde los primeros años de escuela: “Instruir puede cualquiera; educar, solo quien sea un evangelio vivo”.


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