viernes, 19 de abril de 2024

¿Qué vida queremos?

La adicción a las drogas y el querer “desprenderse” de ella le da giros de 360 grados a la vida, pero de eso se trata, de saber la que queremos y cómo lograrla...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 26/06/2014
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NO a las drogas
Las drogas nunca son el camino para solucionar tus problemas

“¿Que te cuente desde el principio? Ni yo mismo sé dónde empieza todo”. Converso con quien me pide llamarse Reynaldo y aunque “hablar de todo esto me hace recordar muchas cosas desagradables”, encuentro en él el deseo de ayudar, de compartir lo que pueda para que otros no repitan su historia.

“Creo que todo empezó con la cerveza, el ron y lo que apareciera que tuviera alcohol. Yo era un chiquillo, estudiaba en el técnico medio y me creía que me las sabía todas. Uno no se da cuenta pero de pronto, donde quiera quieres armar una fiesta para tener el motivo y tomar. Sales y no puede faltar la botella, y los papelazos te dan risa al otro día, y la gente con la que andas está igual que tú”.

Para olvidar lo malo y estar bien, buscas la botella y para “ponerte un poco malo” también, me dice. “Después con eso no te basta, y quieres probar algo más fuerte”.

Y lo probó. Una noche en la que, en medio de la música, el baile y los olores, las cosas se mezclaron demasiado. “¿Quieres fumar algo rico?, me preguntaron y accedí. Me sentí volando y quise repetirlo al otro día, y al otro, y al otro y no me di cuenta en qué momento ya no quedaba en mi casa casi nada valioso”.

—¿Cuán difícil es encontrar lo que buscabas en aquel tiempo?

—No, no es difícil. Siempre puedes enterarte quién tiene, quién trae, quién vende. No me enredé con otras cosas como la cocaína, por ejemplo, porque para eso sí hay que tener más dinero, pero lo demás, no creas, todavía hay mucha gente que se dedica a eso.

“De pronto, yo llegaba a otra provincia con unos socios, a pasarnos unos días y sin que conociéramos a nadie, el primer día ya sabíamos quién se dedicaba a vender “hierba”. Los precios varían, pero inventando por aquí y por allá, traes siempre un dinerito y resuelves. Después quise ser más que lo que era, y entonces era yo el que tenía “el clave” y lo vendía todo rápido”.

Luego fueron las pastillas. “Es más fácil conseguirlas, son más baratas. Sin tener tarjetón ni recetas ni nada, siempre puedes comprar. Con las pastillas controlas mejor tu tiempo porque te quitan el sueño, el hambre, vives otra vida”.

Una vida que afortunadamente Reynaldo quiso dejar de vivir y para lo que necesitó ayuda. “De mi familia solo podía contar con mi mamá, a la que tanto daño le hice. Ya han pasado algunos años y no he tenido otra recaída y no la tendré, porque me he alejado de todo eso y sé que mi vida no puede estar ligada a las drogas porque entonces no sería eso, no sería una vida”.

“¿Qué sabía yo cuál era la vida que quería? ”, me dice Melany, la muchacha que prefirió llamarse así y a la que la mezcla de bebidas alcohólicas y pastillas la llevó a un estado grave de salud. “De adolescente no sabes bien qué es lo que quieres y lo único que dejas bien claro es que no puede venir ni tu mamá, ni tu papá ni nadie a decirte lo que tienes que hacer. Te rebelas por todo y te refugias en otras personas, que no siempre son las mejores compañías. Ahora sí sé lo que quiero”.

Su novio, mayor que ella, se le pintó como “el gran tipo”. “Le gustaba el rock, vestía de negro con unas ondas rarísimas, pasaba mucho tiempo en la calle G y era independiente, vivía solo, era libre. Nos conocimos y con el tiempo, yo me integré a su mundo, y allí no todos lo hacen, pero la mayoría sí. Descuidé mucho la escuela porque no me interesaba otra cosa que no fuera andar con todos sus amigos, no dormir, hacer cosas locas y no me daba cuenta. No fumaba mucha marihuana, aunque alguna que otra vez la probé pero con lo otro, sí tengo anécdotas que contar”.

Su historia quedó en el pasado porque su recuperación da fe de ello. “Ahora estoy estudiando con seriedad, ya no me uno a esas personas y mi mamá, mi hermana y yo tenemos mejores relaciones. Ojalá pudiera echar el tiempo atrás y cambiar todo eso…”.

¿Acaso Reynaldo y Melany son dos cuentos inventados?

No, como ellos, muchos otros adolescentes y jóvenes pueden estar a las puertas del consumo de drogas ilegales, sobre todo si tienen como antecedente el consumo de bebidas alcohólicas.

La tolerancia incondicionada al consumo de alcohol en nuestra sociedad es un peligro y de él advierte el psiquiatra Ricardo González Menéndez en su libro Las drogas bajo piel de cordero. Alcohol, medicamentos y tabaco: Riesgos y soluciones. “En busca de placer, de seguridad, de reafirmación, para garantizar diversión o para evadir problemas de todo tipo se puede llegar al alcohol o se puede depender del cigarro, ambas drogas legales pero porteras de otras, porque después se buscará cualquier otra sustancia como los psicofármacos, la cocaína o la marihuana”.

La familia sufre estas dependencias en calidad de drogadictos pasivos o codependientes, afirma González Menéndez. “El término es similar al que se emplea al referirnos a los fumadores pasivos, pero no es el humo sino la angustia, el sufrimiento, la incertidumbre, lo que lacera a estas personas a las que les unen los lazos consanguíneos y afectivos con el adicto”.

Sin embargo, la familia puede ser también facilitadora de estas conductas, según alerta la doctora María Esther Ortiz Quesada, presidenta de la Sección de Conductas Adictivas de la Sociedad Cubana de Psicología. “Es común encontrar conductas adictivas en quienes pertenecen a familias disfuncionales, fragmentadas o viven en entornos propiciadores del consumo o el tráfico. Pero aquella familia que consideramos normal, decente, conformada por todos los miembros y con ocupaciones laborales y sociales también puede favorecer este tipo de comportamiento si se desentiende de la educación de sus adolescentes y jóvenes o si la complacencia extrema es su práctica habitual”.

”Cuando no se insta a un muchacho a que sea tenaz en la construcción de sus proyectos de vida, a que se integre a la dinámica familiar en función del bienestar colectivo, a que ocupe su tiempo libre con actividades enriquecedoras, el “entretenimiento” con otras cosas o el dejarse llevar por circunstancias de imitación o de tentaciones puede ocurrir con más facilidad, apuntó la especialista”.

La rapidez e intensidad de la dependencia que se genera a las drogas es muy elevada, y sus consecuencias para la salud son nefastas. “Otros comportamientos relacionados con conductas delictivas, propensión a determinadas enfermedades y la repercusión socioeconómica, ética y humanista de la conducta adictiva no pueden ignorarse, sobre todo cuando se trabaja en pos de una rehabilitación”, apunta el doctor González Menéndez, quien es además jefe del Servicio de Adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana.

Es mucho el ingenio que se desarrolla en este campo, y muestra de ello son los cannabimiméticos, drogas de diseño o de síntesis que se basan fundamentalmente en el tetrahidrocannabinol (THC), que es el principio activo de la marihuana, al que se le suman otras sustancias que han sido modificadas en laboratorios especializados.

“Si el consumo de marihuana disminuye de manera irreversible en un diez por ciento el coeficiente de inteligencia de la persona y provoca numerosos trastornos fisiológicos y hasta cuadros de esquizofrenia, este tipo de drogas que parten de su composición mezclada con otras sustancias, es evidente que serán más nocivas.

”Está comprobado que la marihuana es 20 veces más cancerígena que el tabaco y que provoca 20 veces más muertes que este por cáncer de pulmón. Además, afecta la producción de los espermatozoides y su carga hereditaria y, como otras sustancias que actúan sobre la región prefrontal del cerebro, como el alcohol, incide en la modificación de la conducta. Por ello, el enfrentamiento no cesa para evitar que entre al país y se comercialice este tipo de sustancia”, añadió.

—La familia es esencial para el desencadenamiento o no del consumo de estas sustancias, pero ¿cuán responsable somos a nivel social?

El permitir el consumo de alcohol, asumirlo como algo que forma parte de nuestra idiosincrasia e incluso fomentarlo en el seno de la familia desde edades tempranas es resultado de esa tolerancia incondicionada que se reafirma a nivel social, asevera la doctora Ortiz Quesada.

“Existe también una tolerancia similar en lo concerniente a las indisciplinas sociales, y ello sirve de amparo al negocio con estas otras sustancias. También convivimos en el ámbito de un doble discurso, pues existen legislaciones que prohíben determinados comportamientos, como el fumar en lugares específicos, y a diario somos testigos de su violación. ¿Qué mensaje transmitimos entonces a las nuevas generaciones?”, precisó.

No obstante, agrega la galeno, “no son solo los adolescentes y jóvenes los que se convierten en víctimas del consumo de drogas. Muchos adultos acuden a las consultas, algunos de los cuales comparten esa práctica con sus hijos, y eso está disparando alertas importantes en lo concerniente a nuestra sociedad”.

¿Cuán difícil puede ser llegar a un final feliz como el de Reynaldo y Melany?

Al respecto, González Menéndez señala que lo esencial es que el adicto arribe al convencimiento de que necesita cambiar, desprenderse de esa dependencia, liberarse. Necesitará ayuda y podrá encontrarla en los diferentes centros asistenciales como el Centro de Orientación y Ayuda Psicológica, pero tiene que poner mucho de su parte y contar con el apoyo de su familia durante su rehabilitación, acotó.

La mayoría no conoce bien las especificidades del Código Penal, agrega la doctora Ortiz Quesada. “Hacérselo saber durante las terapias es importante porque aunque el consumir no está penado por nuestra legislación, el tráfico y la simple tenencia sí lo está. Y en este último aspecto es donde ellos se confían o confunden. No obstante, más allá de las implicaciones jurídico-legales, es necesario que se percaten del daño que se hacen a sí mismos y a quienes les rodean y les quieren”.

Sin dudas, lo importante es preguntarnos qué vida queremos, me dijo Reynaldo al despedirme y con él coincidió Melany, aunque no utilizó las mismas palabras. “Aunque seamos muy jóvenes, al menos debemos tener las pistas. No pueden sorprendernos estas cosas”, aseveró.


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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