La población en la base del desarrollo sostenible

Veinte años atrás, la mayoría de los postulados nacidos en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo celebrada en El Cairo, Egipto, parecían salidos de un filme de ciencia ficción para muchos países, no para Cuba. Nuestro pequeño archipiélago demostraba, desde mucho antes, la posibilidad real de alcanzar las metas allí propuestas por la comunidad internacional y se convertía en referente mundial en estas cuestiones.

Más de 11 mil participantes —entre ellos varios jefes de estado y de Gobierno— se reunieron entonces para discutir una variedad de asuntos relacionados con la población, incluyendo aspectos como inmigración, salud reproductiva, mortalidad infantil, métodos anticonceptivos, planificación familiar y educación de las mujeres.

Si bien la Conferencia estuvo antecedida por otras dos, la de Bucarest en 1971 y la de Ciudad de México en 1984,  su realización en 1994 marcó un hito en relación con el enfoque y tratamiento de estos temas. A partir de ese momento, los gobiernos comenzaron a coincidir en que sus acciones debían estar encaminadas a concretar políticas de población en las cuales se abordara el desarrollo social desde una perspectiva más amplia a como se había hecho hasta entonces.

La población comenzó a ser vista entonces como “precedente de todos, porque todos somos población y ella es la base de la economía, la sociedad, la educación, la salud…”, tal como aseguró este lunes en el programa televisivo Mesa Redonda, Juan Carlos Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadística e Información.

Especialistas en el tema coinciden en asegurar que la Conferencia de El Cairo nos dejó un Programa de Acción muy avanzado en cuyos preceptos, metas, bases y principios, se destaca la importancia de definir a los seres humanos como el elemento central del desarrollo y que este, a su vez, es un derecho universal e inalienable, parte integrante de los derechos humanos fundamentales.

En tal sentido, el Programa constituyó una guía para la acción nacional e internacional durante los siguientes 20 años a su aprobación. El documento puso énfasis en la relación integral que debe existir entre la población y el desarrollo, al tiempo que se concentró en dar respuesta a las necesidades de los individuos en el marco de las normas de derechos humanos universalmente reconocidas, en lugar de proponerse solo metas demográficas.

En esencia, “en El Cairo se puso al ser humano en el centro de los debates y la satisfacción de sus carencias más elementales y derechos humanos más legítimos como premisas para entender desafíos sociodemográficos que enfrentaba y aún enfrenta la humanidad”, valoran los especialistas.

Un Programa que, aprobado por más de 170 países, precisó objetivos y medidas concretas en temas vinculados con la dinámica demográfica, la fecundidad, la mortalidad, las migraciones y el envejecimiento.

Igualmente, abordó los retos de la población en su relación con el desarrollo sostenible, la educación, la igualdad de género, los derechos reproductivos y la salud reproductiva de la familia. Fomentó la autonomía de la mujer, instando a los gobiernos a trabajar para eliminar las desigualdades y lograr una mejora de las condiciones políticas, sociales y económicas de las féminas, lo cual permitiría hablar verdaderamente de un desarrollo sostenible.

La adopción de este Programa marcó entonces una nueva etapa de compromiso y voluntad para integrar efectivamente los temas de población en las propuestas de desarrollo socioeconómico y lograr una mejor calidad de vida para todas las personas, incluidas las de las generaciones futuras.

En el caso de nuestro país, cuya delegación estuvo presidida por la eterna Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, Vilma Espín, uno de los aportes más significativos en los debates de esta Conferencia Internacional, fue el Programa de Educación Sexual que ya se aplicaba en Cuba y que se había consolidado con la creación de un grupo nacional de trabajo de educación sexual en la década de 1980. Asimismo, fueron resaltados sus logros en beneficio de la igualdad de la mujer y el desarrollo social alcanzado por esta en los años de Revolución.

Cuba llegó a El Cairo con muchas de las metas que se proponía la Conferencia cumplidas. Contábamos ya  con un Programa Materno-Infantil; más de 70 años de esperanza de vida; elevado desarrollo de la mujer y educacional, entre otros aspectos. Cuba fue vista como referente internacional de que era posible alcanzar las metas propuestas; también lo es hoy. Un país pequeño pero con indiscutibles avances sociales a pesar del complejo contexto internacional vivido en aquellos años.

Veinte años después de la histórica cita, la comunidad internacional revisa sus metas, analiza los desafíos y proyecta nuevos caminos. Una ocasión propicia será el XXII periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde se celebrará el XX aniversario del Programa de Acción aprobado en El Cairo, al tiempo que se pretende evaluar y decidir qué es necesario continuar haciendo para cumplir con las metas aún pendientes.