martes, 23 de abril de 2024

Gerardo y Adriana

El amor que el Imperio no puede quebrar...

Luis Pavón Massó en Exclusivo 13/02/2013
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Adriana Pérez O’Connor, esposa de Gerardo Hernández
Adriana espera por la justicia y por su esposo.

Para los cubanos—y ya para miles de personas en el mundo, amantes de la justicia— no hace falta decir nada más. Se sabe a quienes nos referimos.

En este 14 de febrero, cuando los enamorados se estrecharán en un abrazo, ellos no podrán hacerlo.
Se opone a ello el peor y más poderoso tinglado del mundo, el aparataje de la reacción norteamericana.

No los Estados Unidos, donde hay miles de personas y, significativamente, personalidades relevantes, que se colocan a su lado como junto a los otros compañeros condenados unto a Gerardo. Recientemente el celebre actor Danny Grover fue a visitarlo.

Porque Gerardo Hernández Nordelo es uno de los cinco cubanos que padecen injusta prisión en Estados Unidos. Más, Gerardo ha sido el más cruelmente condenado a nada menos que dos cadenas perpetuas y quince años de prisión.

Si no fuese una realidad tan lacerante parecería cosa de fábula. No lo es.

En su infinita crueldad las disposiciones yanquis niegan, además a Adriana, su esposa, toda posibilidad de visitarlo.

El derecho elemental que tiene toda persona en prisión de ser visitada por sus familiares se le impide a esta mujer que no ha podido ver a su esposo desde que este se encuentra prisionero.

Ella, cada vez, pide la visa a la representación yanqui, Y cada vez se la niegan. Gerardo y Adriana Pérez O´Connor se casaron el 15 de julio de 1988.

Desde que él quedó detenido —y luego condenado a la pena que hemos señalado—las autoridades norteamericanas impiden la reunión de la pareja.

Estados Unidos no tiene derecho alguno a sancionar a Gerardo ni a sus compañeros ya que no cometieron delito alguno contra aquella nación, como se ha probado una y otra vez en las distintas sesiones del juicio.

Tampoco tienen derecho algunos a privarlo de ver a su esposa.

Entre ambos, vive el amor con la mayor fuerza que le da la propia ausencia. Uno y otro, en la obligada lejanía, revisan cartas-

“¿Dónde está mi primavera? ¿Dónde se ha escondido el sol que mi jardín olvidó, que el alma me marchitó?”, como dice la canción.

Me descubrí soñando que ya estabas libre, de vuelta en casa junto a mí, y en un fuerte abrazo te pedía que no volvieras a dejarme sola. ¡Llega tiempo!, como sueles expresar.

Este día de los enamorados no será para ellos sino otro de lucha por conquistar la libertad de amarse.

Gerardo y Adriana son un símbolo del amor que desafía y lucha contra las barreras impuestas por el imperio.


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Luis Pavón Massó


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