viernes, 29 de marzo de 2024

El regreso de cada diciembre

Llega el recuerdo de la Operación Tributo y los cementerios de Cuba se llenan de personas. Vuelven las flores, se repiten las lágrimas y se agolpan uno tras otros los recuerdos...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 07/12/2014
2 comentarios

La foto sigue allí. La puso el día que se fue, cuando con más alegrías que zozobras el hijo con una inmensa mochila a la espalda se volteó para decirle adiós, el más largo adiós. Aún le parece escuchar aquel “vieja, no te preocupes, nos vemos pronto”. Aún le parece verlo hacer chistes con sus amigos, mientras caminaba por el sendero donde lo vio mataperrear toda la vida.

Su hijo, el del medio, se le había hecho un hombre de ahora para ahorita, y un buen día le dijo que se iría a la guerra. Ella lloró, lloró mucho, pero supo desde el primer momento que nada podría hacer para hacerlo cambiar de idea porque “cuando a Ismael se le mete algo en la cabeza, no hay Dios que se lo saque”. Y a Ismaelito se le había colado, también entre pecho y espalda, ir a salvar, metrallas de por medio, a millones en el oprobio.

Desde entonces, cartas fueron y vinieron. Rosa supo de las hazañas de su hijo en Angola, de sus miedos. De vez en cuando le escribía sobre alguna broma, de lo que quería comer el día que regresara o le preguntaba por las enamoradas que había dejado en el pueblo. Todo viajó en papeles durante un buen tiempo, hasta el día que alguien se paró frente a su puerta con una cara demasiado seria. De un tirón supo que a su hijo le había pasado algo, lo peor.

Con la noticia atorada en el alma, se volteó al retrato de su hijo, le pasó la mano por la cara, como lo había hecho toda la vida, entonces cayó en cuenta: la tristeza jamás dejaría de acompañarla. Esa imagen en blanco y negro sería por mucho tiempo la confidente de sus días. No hubo mañana sin una flor fresca en el vasito de cristal; muchas cosas cambiaron en la casa, pero “pobre del que moviera esa imagen de sitio”, y alguna que otra vez,  cuando la luz le daba de cerca, podían verse los trazos del paño húmedo que día tras día le despojaba de polvos.

Fueron Rosa y una foto hasta que los restos de su hijo regresaron. Aquel día 7 de diciembre parecía que el pueblo entero quería abrazarla. Esa tarde todo el mundo la acompañó en el cortejo fúnebre hasta donde descansaría su hijo definitivamente. Ismaelito, junto a más de 2 mil combatientes, volvía a la Patria luego de varios años en lo que se denominó Operación Tributo, pues en medio de la guerra se había hecho imposible el traslado hacia Cuba de los cadáveres.

Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, allá en el Mausoleo del Cacahual, durante la despedida de duelo a los internacionalistas caídos en misiones militares y civiles, decía que “estos hombres y mujeres a los que hoy damos honrosa sepultura en la cálida tierra que los vio nacer, murieron por los más sagrados valores de nuestra historia y de nuestra Revolución”, Rosa sabía que hablaba de su hijo. Y en medio del terrible dolor le volvió a nacer el orgullo, el mismo sentimiento que vivieron las madres, padres, hijos, esposas, hermanos, tíos, sobrinos, amigos, cuando en cada espacio de este archipiélago se puso una flor para ellos.

Desde entonces los 7 de diciembre, declarado Día de Duelo Nacional, los cementerios de Cuba se llenan de personas. Y vuelven las flores, y se repiten las lágrimas, y se agolpan uno tras otros los recuerdos. En medio del bullicio, regresa otro diciembre para Rosa y se le hacen más nítido el adiós, el “vieja, no te preocupes”, las cartas, los planes truncos. Retorna al nicho, pasa la mano por el mármol, le sacude el polvo, le descubre en voz baja sus secretos, lo pone al día de los cuentos del barrio, le cuenta que le ha nacido una nueva sobrina, y con un beso de despedida le dice que él, el niño que se le hizo hombre de la noche a la mañana, será su orgullo siempre.


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Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...

Se han publicado 2 comentarios


Yos
 15/12/14 14:25

En mayo pasado fui de visita a Cuba y vi que luego de estudios e investigaciones en sí el San Lazaro del culto populr en los inicios del templo era el de las muletas. Desde niño siembre en casa hubo tradición de culto a San Lazaro y cada año cuando visitabamos el templo recuerdo le comentaba a mi madre y abuela, que porqué no estaba el San Lázaro d elas muletas y los perritos.  Cada vez que voy de vacaciones a Cuba lo primero que hago es ir al templo y la última visita indudablemente me lleve una de las principales alegrias al ver el San Lázaro Milagroso en el templo. 

senelio ceballos
 7/12/14 11:45

Saludos LETICIA!!..Estamos con Ud en este articulo...PERO..existe una frase / refran...Muy espannol..

 

LO CORTES...NO ESTA RENNIDO CON LO VALIENTE....

Si nuestras tropas  salieron con la cabeza muy alta de esa region...Un leccion historica  para otras naciones..BRAVO. LINDO...Pero, la economia es otra cosa...Salir desde alli y perder las oportunidades de  hacer negocios ,,crear riquezas y hacer plata..es otra cosa..LOS RUSOS HAN SABIDO HACER ESA  PARTE MIL VECES mejor que la parte cubana...

quieres saber lo datos actuales de la empresas rusas que  trabajan hoy en angola y namibia?

 

 

Si quieres se las puedo  reenviar..

..LA ULTIMA PAGINA DE ESA HISTORIA..AUN ESTA POR SER ESCRITA.....Rusia-Angola-Cuba.

El guajiro cubano-ruso

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