viernes, 26 de abril de 2024

Corazón, ¡marca el paso!

La colocación de un marcapasos u otro dispositivo aumenta la expectativa y calidad de vida, sin que ello no represente un riesgo y sobre todo, un reto para los especialistas...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 29/09/2015
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Hoy camina por las calles y sus 24 años son un milagro. Varios episodios de muerte súbita conllevaron  la colocación de un marcapasos y le siguió una sepsis compleja, luego una endocarditis, una infección de la herida quirúrgica y el criterio médico de implantarle el dispositivo de manera epicárdica, y más tarde, transvenoso. Vive, y los doctores velan por que así sea, pero sin dudas, ha sido un logro de su destreza profesional y de la medicina cubana.

“Muchas vivencias te traen alegrías pero otras te estremecen el corazón porque no todos los organismos reaccionan de la misma forma, los antecedentes familiares inciden en gran medida, y como médico te toca una parte del proceso muy dura. Te expones a un susto intenso en cada intervención porque puede suceder lo que no quieres que pase”, comenta a Cubahora la doctora Ailema Alemán Fernández,  especialista de I grado en Cardiología y Jefa del Servicio de Arritmia y Estimulación eléctrica del Instituto de  Cardiología y Cirugía Cardiovascular, quien desde 2007 labora en esta institución, y cuyo trabajo se vincula directamente a la implantación de marcapasos y otros dispositivos que estimulen el funcionamiento del corazón  de muchos de sus pacientes.

“Solamente en este Instituto colocamos cerca de 1000 al año, y del 50 al 60 por ciento son bicamerales, una clasificación que responde al número de cámaras del órgano que estimula. También los usamos unicamerales, ambos para tratar la mayoría de las bradiarritmias, enfermedades del nodo sinosal y los trastornos del sistema de conducción auriculoventricular.

“La durabilidad de un marcapasos oscila entre los 7 y 14 años pero la expectativa de vida del paciente no depende de ello sino de su estado de salud y sus comorbilidades, es decir, otros padecimientos controlados o no. En caso necesario se reemplaza el generador, uno de los componentes de estos dispositivos, donde se instala la batería y el circuito, y se programa su funcionamiento”.

—¿Se ha visto afectada, en alguna medida, la disponibilidad de estos dispositivos a causa del bloqueo o de otras cuestiones de índole económica?

—Afortunadamente no. Hemos vivido épocas difíciles en las que el suministro se ha demorado en llegar al país, y por razones administrativas o de organización, a nuestras manos en las consultas, pero sí se ha garantizado un abastecimiento sistemático. Las principales compañías surtidoras han sido la italiana Medico, la alemana Biotronic y las norteamericanas Stjude y Medtronic, esta última, la de mayor impacto en el mundo en esta actividad.

“Nos mantenemos equiparados con el resto del mundo en cuando al uso de las tecnologías más avanzadas para este proceder e incluso, de manera más reciente,  comenzamos a trabajar con tricamerales o multisitios y con desfibriladores implantables”.

Alemán Fernández explica que la colocación de un tricameral no depende de una enfermedad del corazón sino de aquella que afecta las contracciones del órgano. “Estos dispositivos estimulan la aurícula derecha, el ventrículo derecho, y de manera novedosa el izquierdo, generalmente a través del seno coronario. Tienen indicaciones muy específicas para las insuficiencias cardiacas por miocardiopatías dilatadas isquémicas o no en pacientes sintomáticos con capacidad funcional. Estas personas mantienen una asincronía de la contracción ventricular que empeora o disminuye el rendimiento académico”.

La galeno refiere que el objetivo de la terapia de la resincronización es mejorar la capacidad funcional del paciente, lograr el remodelado inverso cardiaco (disminuir los diámetros del corazón) y, por supuesto, mejorar la calidad de vida.

“Para muchos de estos pacientes la solución única ha sido el trasplante del órgano, y deben esperar el avance de una lista muy extensa cuando en no pocos casos ya no pueden demorar más tiempo. Sin estos  dispositivos su expectativa de vida solo podría llegar hasta un quinquenio, y con su colocación se puede extender a más de una década”. 

Los desfibriladores comenzaron a implantarse en la década de los 80 a través de una cirugía y ya en los 90 comenzamos a hacerlo por la vía transvenosa, apunta Alemán Fernández. “Este dispositivo se emplea para tratar las bradiarritmias pero además permite detectar y tratar arritmias ventriculares, fibrilaciones ventriculares y otras anomalías. Muestra una eficiencia muy alta aunque su colocación no está exenta de complicaciones.  Su uso ha crecido de manera exponencial, pues los colocamos como prevención secundaria, en el caso de quienes ya hayan sufrido taquicardias ventriculares sostenidas de causas reversibles o algunos episodios de muerte súbita. En los últimos años se implantan, además, como prevención primaria en pacientes con enfermedades cardiacas y marcadores de riesgo, con miocardiopatías o cardiopatías isquémicas, taquicardias ventriculares no sostenidas, frecuencias por debajo de 25 o con hipertrofia del órgano. Se utilizan además, en las enfermedades eléctricas cardiacas como las canalopatías que producen muerte súbita cardiaca”.

No son pocos los pacientes jóvenes cuyos antecedentes familiares deben ser tomados en cuenta, añade la especialista. “En muchas ocasiones acuden a consulta por la urgencia de otro familiar, y es cuando procedemos a la prevención con ellos, pues tienen altas probabilidades de riesgo”.

Insiste Alemán Fernández que la implantación de un marcapasos no responde a un criterio de urgencia médica, pues en esas situaciones se coloca uno transitorio, por acceso venoso profundo.

“En el salón, en el momento de proceder al implante del dispositivo, estamos muy tensos pues se pueden producir sistolias, arritmias ventriculares, complicaciones a nivel del neumotórax, entre otras…La respuesta de cada organismo es única, y nos debemos preparar constantemente porque en nuestras manos están los corazones de los pacientes; pero sobre todo, sus vidas”. 


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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