jueves, 28 de marzo de 2024

Oscar López Rivera, símbolo de la resistencia

Inspiración para los luchadores de América Latina y El Caribe retornó de la cárcel con intacto espíritu de lucha...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 21/05/2017
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Ocar López
Treinta y seis años estuvo encarcelado Oscar López Rivera en Estados Unidos

Hay figuras revolucionarias capaces de inspirar el camino de las generaciones, actuales y futuras, tanto las de su país como los de aquellos donde existe la voluntad de la independencia y la soberanía patrios. En América Latina y El Caribe, tierra de hombres y mujeres luchadoras y patriotas, el puertorriqueño Oscar López Rivera deviene ejemplo de resistencia, coherencia política e incansable revolucionario.

Treinta y seis años estuvo encarcelado en Estados Unidos, bajo la mirada de quienes convirtieron a su pequeña isla caribeña en un Estado Libre Asociado a la Unión, no mellaron el espíritu rebelde de este ex prisionero político de cuerpo menudo y ojos brillantes al que la sombra de la ignominia le dejó penas, sí, pero muchas más convicciones en la libertad de su tierra.

Oscar López Rivero acaba de recobrar su libertad.  Era un joven cuando fue apresado por ser el máximo dirigente de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Puerto Rico, que operaban en Nueva York y Chicago, donde residió desde que tenía 13 años y comenzó su activismo político.

Condenado en un juicio amañado, como hace la justicia estadounidense contra los revolucionarios, fue condenado a 70 años de cárcel, de los cuales pasó 12 en solitaria, sin contacto con el exterior. Ahora tiene 74 años embutidos en un cuerpo delgado y ligero pero fuerte, listo para empezar a transitar nuevos caminos en su compromiso político.

El 17 de enero pasado, después de que el presidente Barack Obama le conmutara la pena, Rivero debió pasar otros cuatro meses en arresto domiciliario controlado, hasta que finalmente obtuvo la libertad absoluta la pasada semana, en medio de la alegría y los festejos que sus compatriotas le habían organizado en su tierra natal.

Ese tiempo lo pasó en San Juan, donde tiene su hogar su hija Clarisa, de 46 años, a la que vio en la cárcel cuando tenía 10 años. Se separó de ella cuando apenas contaba meses de nacida. Una sola vez la vio en prisión. Esta amorosa mujer contó los días, las semanas y los meses que su padre vivió entre rejas,  pensando en que quizás cuando cumpliera su condena ya sería demasiado tarde para sentir su cariño, abrazarlo, vivir a su lado el resto de la vida.

Oscar volvió a la libertad buscando, con sus ojos pequeños, el mar de su isla. Hasta sus orillas fue a contemplarlo, seguido de viejos amigos y de compatriotas que lo admiraron siempre por sus ideas, por su fuerza, y que ahora, teniéndolo cerca, oyéndolo hablar de la libertad, de la lucha por quebrar los esquemas imperiales, se sintieron más acompañados en la batalla que libran por recobrar su tierra y lograr el retorno de cuatro millones de emigrantes, en su mayoría jóvenes, que huyen de una economía deshecha, de una discriminación absoluta, de un país prisionero.

Recibió el amor de la juventud boricua que se movilizó para recibirlo en plena calle. No olvidaron esas muchachos y muchachos que desde la cárcel les transmitió sus expresiones solidarias –ahora están en huelga permanente por mejoras en la educación- a la Universidad estatal de Puerto Rico. Esos jóvenes, futuros líderes insulares, llenaron el pasado día 17 la Plaza de la Convalecencia, en el sector capitalino de Río Piedras, donde de continuo hay movilizaciones contra el gobierno colonial de la isla y sus recortes presupuestarios.

En estos días de fiesta para Puerto Rico, el veterano luchador  habló por teléfono con amigos dispersos por el mundo e incluso compañeros de celda, como Fernando González Llort, Héroe de la República de Cuba, quien también fue victima de un turbio proceso judicial junto con otros cuatro paisanos que pasaron a la historia con el epíteto de Los Cinco, ya todos en libertad.

Desde distintos países, entre ellos Cuba y Venezuela, los presidentes Raúl Castro y Nicolás Maduro, respectivamente, le enviaron mensajes de felicitaciones por su entereza y por el retorno a la libertad que nunca debió faltarle pues la justeza de la causa que defiende lo amerita.

Sus antiguos camaradas de lucha lo abrazaron y besaron; juntos cantaron en un jolgorio en que estaban artistas boricuas como Andy Montañez, Roy Brown y Zoraida Santiago, que comparten sus sueños libertarios y también se unen al reclamo universal, amparado incluso por el Comité de Descolonización de Naciones Unidas, de devolverle a Puerto Rico su condición de país libre.

También, entre las personalidades presentes en la bienvenida, estuvo la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz Soto, líderes de organizaciones locales que batallaron décadas por su liberación. Entre ellos, otro legendario ex prisionero político boricua, Rafael Cancel Miranda, que a sus 86 años mantiene el brío que lo impulsó a atacar el Congreso de Estados Unidos en 1954 junto a Irving Flores y Andrés Figueroa, bajo el mando de la extraordinaria Lolita Lebrón.

Ni una vez, Óscar López Rivera habló de descanso, mientras discursaba junto al mar. Anunció en su discurso que visitará cada uno de los 78 municipios de su pequeño país para conversar con los pobladores, explicarle su lucha, unirlos en torno a la causa común y darles las gracias a los miles y miles de puertorriqueños que hicieron de su libertad una de las causas más nobles del siglo XX y XXI.

En su periplo internacional estará Cuba, la cercana isla que la poetisa de Lola Rodríguez de Tío, cuyos restos descansan en La Habana, designó en un poema, “de un pájaro las dos alas”, aludiendo también a su tierra. Acá en Cuba se le recibirá como el héroe que es,  hombre sencillo y noble que no escatimó un día para enfrascarse en una lucha desigual que algún día tendrá su recompensa; como el amigo que, separado por los barrotes de la ira, se mantuvo firme, y firme se mantiene.

Para la juventud boricua y sus compañeros de América Latina, estudiantes y trabajadores que quizás posean la edad que el tenía cuando sintió cerrarse las rejas a sus espaldas, ahí está Oscar López Rivero, otro revolucionario que venció la furia de la injusticia del Norte, la que ahoga y discrimina, la que encierra los cuerpos, pero jamás los espíritus. Ahí está para demostrarlo, el luchador antiimperialista de antes y de ahora, al que muchos en su tierra llaman “el honorable”.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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