martes, 23 de abril de 2024

El año en pelota

Cuba despide el 2017 sin una medalla internacional en béisbol. Fue otra temporada de más fracasos que éxitos...

Norland Rosendo González en Exclusivo 31/12/2017
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Se va el 2017. Le queda un soplo. Y con él se despide una temporada nada halagüeña para el béisbol cubano, internacionalmente hablando. Tuvo, eso sí, un calendario intenso, pero de podios, nada. Ni siquiera en la Serie del Caribe, donde jugaron cinco equipos.

La pelota cubana sigue cuesta abajo, rueda rauda y no hay guante que la ataje. En 2017, al menos, no hubo forma de detener ese paso que entristece a una afición que suda y sueña béisbol. Duele escribirlo, pero negarlo sería peor.

El año empezó con la Serie del Caribe de Culiacán, México. Allá fue el equipo de Granma reforzado, único elenco de los asistentes a esa cita que se blinda, pues los demás lo que hacen es remendarse: cubrir las vacantes que dejan algunos atletas que, cumplidos sus compromisos en las ligas profesionales de Puerto Rico, República Dominicana, México y Venezuela, cobran su dinero y se van, y obligan a los campeones de esos circuitos a suplir esas ausencias con lo que esté dispuesto a ir al evento regional. Cuba no, Cuba fortalece al rey de la Serie Nacional con casi todo lo mejor que tiene disponible, para tratar de reeditar el oro de los Vegueros en 2015.

En la última edición, los muchachos de Carlos Martí quedaron en cuarto puesto. Fue, sin embargo, un resultado digno, que dejó un sabor grato, y mira que para los cubanos cuando no hay oro, o en los últimos tiempos, cuando no hay podio, el saldo nunca es bueno para la afición. Pero esta vez no fue así.

Se jugó un gran béisbol; parecía, incluso, que se podía llegar a la final. En la ronda preliminar, las Águilas de Zulia (VEN) había sido el único conjunto que doblegó a los Alazanes (3-8), quienes terminaron con saldo de tres éxitos y un revés, gracias a victorias sobre los Tigres de Licey (RDO), por 4-0; los Criollos de Caguas (PRI) por 6-1, y también por 4-0 ante los locales, Águilas de Mexicali.

Pero, en el cruce, los anfitriones recordaron que ya estaban vendidas todas las entradas para el partido por el oro y no quisieron dejar a sus hinchas con los deseos de verlos en esa fiesta. Les devolvieron la lechada a los dirigidos por Carlos Martí, pero con pizarra más ajustada (1-0).

Al final, los boricuas, que entraron de últimos en los play off, salieron de primeros en la competencia, al imponerse en la semifinal a los morochos, por 9-6, y dejar con los deseos a los locales en el partido del adiós, en otro duelo concluido por la mínima, 1-0.

Así, los nuestros quedaron en el cuarto, pues los venezolanos terminaron con el mismo balance (3-2), pero se habían impuesto en el cotejo bilateral. Para una afición tan exigente como la cubana había sido un buen resultado.

CLÁSICAS DERROTAS

Luego vino una prueba muchísimo más exigente, pero todavía por debajo de lo que pudiera ser si al Clásico Mundial de Béisbol acuden todas las estrellas de este deporte y al tope de su forma deportiva. Ahora es un certamen de calidad AA o AAA; ojalá el rango en un futuro sea de Grandes Ligas.

Cuba estuvo ubicada en el Grupo B, que jugó en el Tokyo Dome, en Japón, junto a China, Australia y los nipones. En cada intervención pública, Martí, que repitió como director, decía que el propósito era llegar a la segunda fase del campeonato. Que ir más allá no estaba en los planes, aunque sí era el deseo.

Cuba jugó para eso, para rebasar el primer tramo, y lo logró; a duras penas, pero así fue. Un Gran Slam de Alfredo Despaigne frente a Australia, en el duelo que definía el acompañante de los locales a la ronda dos, salvó a Cuba de una hecatombe, aunque dejó entrever que lo peor estaba por venir.

Marcadores en ese tramo: derrota ante Japón (6-11), en un duelo en el que Cuba no se jugó sus mejores cartas, que no eran muchas en el pitcheo. Triunfo ante China, 6-0, y 4-3 frente a los Canguros.

En la segunda fase no se ganó ni un juego. La primera derrota fue ante Israel, por 1-4, un equipo integrado por jugadores de ascendencia judía, pero que nacieron y viven en Estados Unidos; segundo revés, ante los locales, 5-8, a pesar de que estuvimos delante en el marcador, y el cierre fue demoledor, el más triste y humillante posible, por nocaut (1-14) ante Holanda.

Al final, se cumplió el vaticinio, la selección cubana no pasó del segundo nivel. Un resultado que dolió, no solo por el puesto ocupado, sino por cómo terminó la actuación del equipo; por el juego a veces ingenuo, sin garras, de una pelota anclada en décadas pasadas, sin pensamiento táctico desarrollado, más intuitivo que estratégico. Pelota del ayer, en táctica, técnica y pensamiento, que es lo más lamentable.

Se sabe que la emigración ha dejado vacíos en la calidad de un elenco que hubiera podido ser uno de los favoritos para el oro en el Clásico, pero también salieron a relucir nuestras lagunas en la formación, en los entrenamientos, nuestros puntos flacos allí donde el béisbol es deporte y ciencia.

Estados Unidos, al fin, se proclamó campeón, pues en las tres ediciones precedentes el país que organiza el circuito profesional de béisbol de más linaje en el mundo se había quedado con los deseos de subir a lo más alto del podio. Unos irreverentes puertorriqueños, con el pelo teñido y un juego armonioso, suelto, muy latino, se quedaron, por segunda vez seguida, en el umbral de la gloria. Muchos queríamos que ganaran, yo incluido, no me oculto para decirlo.

TRES (INFARTOS) EN UNO

Después, les tocó el turno a tres debacles seguidas. Para que el infarto fuera uno solo y no tuviera réplicas como los terremotos. A la Liga Can-Am, por segundo año seguido, fue una selección cubana, además de los atletas que estaban contratados en ese circuito.

Pero esta vez la nómina que llevó el binomio Roger Machado-Víctor Mesa se quedó muy por debajo de las expectativas, incluso, algunos llegaron a pensar que los organizadores podrían prescindir de la escuadra insular para la temporada de 2018, lo que fue descartado recientemente por directivos de la CAN-Am, quienes sí esperan que Cuba levante en sus resultados.

Concluyeron con solo cinco triunfos y 16 reveses; y ese mismo elenco participó en el tradicional tope con un equipo universitario de Estados Unidos, que siguió la estela de fracasos insulares con tres victorias para los norteños y dos para los nuestros.

Simultáneamente, en Holanda, otra novena de nuestro país, dirigida por Vladimir Hernández, fue de lo sublime a lo ridículo. Empezó liderando el torneo y terminó en el quinto y último puesto, con derrota —que ya es mucho decir— ante Curazao. Nunca antes un equipo cubano había tenido un resultado tan anémico en los torneos que anualmente organiza el país de los tulipanes.

Supongo, amigo lector, que ya esté aburrido de leer tantas calamidades, y si usted es de los que vivió los tiempos de oro del béisbol cubano, pues imagino que el dolor sea mayor. Pero no se rinda, por suerte falta poco.

LOS “CHAMAS” TAMPOCO PUDIERON

En las categorías inferiores, en septiembre tuvo lugar en Canadá la Copa del Mundo sub-18. La selección nuestra avanzó a la Superronda de seis, pero se quedó fuera de las medallas, y en el Panamericano sub-23, al que acudimos con un buen elenco, no se logró siquiera uno de los cuatro cupos para el Mundial de 2018.

Cuba fue por boleto y por medalla, y regresó con ambas maletas vacías, en otro desenlace calamitoso, del que solo se salvaron los lanzadores, quienes exhibieron muchas potencialidades, sobre todo, gran velocidad y buen control, gracias a la ayuda ofrecida por el experto José Manuel Cortina.

Así se fue el 2017, sin una medallita para una escuadra nacional cubana en los certámenes internacionales en los que compitió. Esperemos que 2018 sea diferente. La historia empezará donde mismo, en México, con la Serie del Caribe, ¿quién va? Se sabrá a finales de enero.

Pero del calendario del béisbol cubano en la temporada venidera escribiremos próximamente. Y sobre la Serie Nacional, en la próxima entrega.


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Norland Rosendo González

Vivo de aprender todos los días a contar historias. Ya voy por el prescolar en la escuela de la vida. Me escapo del mundo para ver un juego de béisbol.


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