viernes, 26 de abril de 2024

Temer, el traidor, es el nuevo presidente de Brasil

Michel Temer cedió a los intereses de la oligarquía brasileña contra la presidenta Dilma Rousseff y ocupa ahora el Palacio de Planalto...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 12/05/2016
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Hasta este miércoles, en que en un amañado proceso la presidenta Dilma Rousseff fue suspendida de su cargo por 180 días y puede ser destituida en el juicio político en curso, el vicepresidente sustituto, Michel Temer, devino su principal enemigo, traicionó a su supuesta aliada y dirigió en bambalinas el golpe de Estado que acabó con el gobierno petista.

Temer, conocido por el apodo de carajé (caimán) buscaba el protagonismo desde que en el 2010 ocupó la vicepresidencia del país, a pesar de que su partido, el Movimiento Democrático Brasileño, siguiendo sus orientaciones, rompió con el gobierno petista el pasado 29 de marzo mientras él continuaba como la sombra de la mandataria.

De origen libanés, 75 años, cinco hijos en más de un matrimonio, la población brasileña en 1994 le dio un cuatro por ciento de los votos en las presidenciales de ese año. Lo llaman “un mayordomo de película de terror”, por sus habilidades en tejer y destejer las alianzas políticas en el país suramericano.

El pasado 8 de diciembre, este abogado paulista, hijo de una familia de ocho hermanos que recaló en Brasil en 1925, hizo pública una carta dirigida a la presidenta en la que le manifestaba su malestar por ser un “vice decorativo” y una víctima de la “desconfianza” y “menosprecio” del gobierno.

Para esa fecha, su hombre de confianza en la Cámara de Diputados, el ahora depuesto por corrupto Eduardo Cunha, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), había iniciado el proceso contra la mandataria como venganza política, ya que la honorable política se negó a evitar que fuera investigado por un robo millonario en la estatal Petrobras. A cambio, Cunha archivaría denuncias sin pruebas en su contra.

Razones suficientes para considerar como enemigo a este hijo de católicos maronitas, que quizás pueda disfrutar poco tiempo de su sillón en el Planalto.

El PMDB es, por número de diputados y senadores, el más grande de Brasil, con 2 316  705 afiliados (16,7 % del total), pero se mueve más en las bases que en los altos cargos, hasta que Temer fuera invitado en el 2010 a formar gobierno con Rousseff, aunque era conocido que en su etapa en el Congreso Nacional se pronunció contra la reforma agraria y el derecho al voto a los 16 años.

Ese partido nació bajo el auspicio de la dictadura militar, como opositor tolerado para dar la imagen de una falsa democracia. Desde sus inicios aceptó todo tipo de miembros, lo que lo hace heterogéneo y sin una clara ideología, aunque se identifica con los grandes centros de poder de la derecha.

Muchos se preguntaron qué haría el PMDB en un gobierno petista. La dirección de esa agrupación, surgida bajo el signo de la izquierda, aclaró que se trataba de una estrategia política petista para arrimar a los derechistas a un ejecutivo que, por esa razón, nunca atentó contra las estructuras económicas establecidas por la oligarquía.

Aunque en el primer mandato petista, Temer se mostró tranquilo, en el 2015 empezó a sacar a flote su verdadera ideología, siguiendo las orientaciones de los centros de poder, que vieron afectados sus intereses por la crisis económica nacional, derivada del derrumbe financiero a nivel planetario.

Para economistas capitalistas, la única posibilidad de salvar a Brasil de la bancarrota absoluta era derrocar al gobierno petista, que no dudaba en seguir con sus programas sociales —lo que algunos políticos opositores catalogaron de “derroche”, “despilfarro” y “pérdida de dinero”— y situar en su lugar a un equipo conservador que no dudará en implantar de nuevo el sistema neoliberal.

Ese hombre es Temer, al menos por el momento. Cuando se sintió respaldado por los conservadores, y ya con un plan en marcha para derrocar a Rousseff, el ex procurador General de Sao Paulo, ex secretario de Seguridad Pública del Estado, ex profesor de Derecho mostró su desvergüenza cuando, de manera inconsulta, apareció junto a varios senadores de derecha en Venezuela, donde intentó entrevistarse con opositores encarcelados por instigar o cometer acciones violentas contra el pueblo bolivariano en febrero del 2014.

Las relaciones con Rousseff se enfriaron aún más desde que públicamente lo desautorizó en sus declaraciones durante el viaje, en la que ciudadanos venezolanos lo empujaron y desestimaron su jerarquía por la ofensa cometida con las víctimas de los opositores.

El pasado 29 de marzo, en lo que considera una traición, el PMDB siguiendo las orientaciones del vicepresidente, se retiró de la coalición gubernamental, con lo que declaró la guerra a los petistas. Sin embargo, el descaro de Temer es tan grande que siguió en su puesto, previendo lo que ocurrió este miércoles y hacerse de la presidencia aunque esté repudiado por una gran parte de los brasileños.

Los vínculos se calentaron aún más cuando en un audio divulgado por supuesto error, Temer salió a escena con un discurso en el que anticipó el desenlace político de la jefa de Estado y dio pinceladas sobre el que sería su programa gubernamental, y la preparación de un nuevo gabinete.

Rousseff tomó nota de la actitud y entró en una batalla contra Temer, a quien acusó de ser el jefe de la conspiración que buscaba acortar su mandato, tal como ocurrió este día.

De acuerdo con la encuestadora Datafolha, solo el 2 % de la población votaría por Temer en una elección presidencial, mientras que el 60 % pide su renuncia, y un 58 % estima que debe ser sometido también a juicio político.

De ponderado, conciliador, tranquilo y cerebral —epítetos que lo acompañan en su vida política—, Temer se convirtió en uno de los rivales más rencorosos y mal intencionados de la historia política de la nación suramericana. La hostilidad entre la mandataria y su vice alcanzó ribetes inusuales en una relación gubernamental.

Para analistas, es muy posible que el ahora presidente sea también sometido a un juicio político similar al que concilió contra su antecesora, a pesar de su habilidad en deslizarse de una lado a otro de la balanza política en función de sus intereses.

En 2009, y es un tema latente, estuvo implicado en un escándalo por financiamiento ilegal a cargo de una de las constructoras involucradas actualmente en la llamada operación Lava Jato, (limpieza a chorro), que designa el robo millonario en la estatal Petrobras. En aquel momento, la causa fue desestimada por el Supremo Tribunal de Justicia.

Su camino, sin embargo, aparece con grandes obstáculos, pues, si sus opositores se lo proponen, lo pueden poner contra las cuerdas.

El magistrado Marco Aurelio Mello, de la Corte Suprema de Brasil, ordenó en fecha reciente que la Cámara de Diputados —donde el PMDB tiene mayoría— inicie los trámites contra el ahora presidente, bajo el fundamento de haber incurrido en el mismo “delito de responsabilidad” que Rousseff al firmar, supuestamente, maniobras confiables para ocultar los resultados del gobierno en los dos últimos años.

Sin embargo, esa acusación contra la mandataria no prosperó, pues no hay documentos que corroboren la acusación.

Ahora bien, la falsa acusación contra Dilma de que tiene responsabilidad al usar dinero del gobierno para programas sociales, en vez de esperar el movimiento que corresponde al Tesoro, y que la oposición permitió que prosperara a todo tren, puede ser un boomerang en la cabeza de Temer.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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