jueves, 25 de abril de 2024

Nuevo fracaso de EE.UU. contra Venezuela en la OEA

Por su propia voluntad, la nación suramericana abandonará la organización en 2019...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 09/06/2018
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Mike Pence OEA
El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, había pedido el 7 de mayo suspender a Venezuela de la OEA.

Estados Unidos sigue midiendo fuerzas para expulsar a Venezuela de la Organización de Estados Americanos (OEA), un ente supuestamente multinacional que será abandonado por voluntad propia en abril de 2019, ya que no representa los intereses de los pueblos de América Latina y El Caribe.

En ese empeño de “castigar” a Venezuela y su pueblo por escoger un sistema político diferente al capitalista, la Casa Blanca fracasó otra vez, el pasado día 6, en un nuevo ataque en el seno de la 48 Asamblea General de la OEA dirigida a suspender de sus filas a la soberana Venezuela, pero sin lograr los votos necesarios para tal propósito.

A pesar del uso de la llamada diplomacia del garrote, o sea, las conocidas amenazas imperiales contra los que no siguen su política, nunca la Casa Blanca ha logrado una victoria contra la Revolución Bolivariana que melle la soberanía y la independencia de esa nación que escogió el camino del socialismo para su desarrollo inclusivo.

De los 24 votos necesarios para materializar sus amenazas, Estados Unidos solo logró 19 de los 34 miembros participantes en la Asamblea.

Es conocido que la táctica de la administración norteamericana es usar distintas estrategias para derrocar al presidente Nicolás Maduro, poner uno de sus títeres políticos en su lugar y adueñarse de las grandes riquezas naturales de ese país rico en petróleo, oro y diamantes, entre otros codiciados productos.

Los gobiernos títeres de Estados Unidos que se integraron en el llamado Grupo de Lima, todos de derecha, con su política de odio imponen una guerra económica, psicológica, mediática al pueblo venezolano, y quieren llevar la voz cantante en estas reuniones de la OEA que violan el derecho internacional y la soberanía de una nación que reeligió a su presidente en las urnas hace pocas semanas.

Dos objetivos perseguía esta 48 Asamblea General de la OEA: uno era la expulsión de Venezuela —como hicieron con Cuba en 1962—, y el otro, el desconocimiento de los resultados de los comicios del pasado 20 de mayo, cuando Maduro se alzó con más de seis millones de boletas favorables. Un puñetazo en la cara del controvertido Donald Trump, el político de los tuits peligrosos y que ha ganado poderosos enemigos en los últimos meses.

Su primer propósito se fue a bolina. Estados Unidos no pudo conseguir los 24 votos necesarios para expulsar a Venezuela, una petición solicitada el pasado 7 de mayo por el vicepresidente norteamericano Mike Pence y reiterada en la reunión por el secretario de Estado, Mike Pompeo.

Sin embargo, y en lo que puede considerarse una “victoria” pírrica, por demás ilegal a la luz del derecho soberano de las naciones de escoger su presidente, con 19 votos a favor, la OEA aprobó una resolución que desconoce los resultados de las elecciones, y a Maduro como jefe de gobierno.

Esos comicios, en los que discutieron el Palacio de Miraflores cinco candidatos, cuatro de ellos de la oposición, fueron calificados de transparentes por decenas de observadores internacionales que viajaron a Venezuela para seguir de cerca el desarrollo de los acontecimientos.

Nadie puede decir que hubo fraude. La OEA nunca se pronunció por el robo del presidente Juan Orlando Hernández en Honduras y las denuncias de estafa en la primera vuelta de Colombia hace dos semanas, pero en su ensañamiento contra Venezuela habla de supuestas imposiciones y mentiras por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE).

La media derechista internacional crea matrices de opinión sobre eventuales timos en los colegios electorales venezolanos. Sin embargo, en opinión de los visitantes foráneos, la nación suramericana cuenta con un sistema de votación y conteo blindado e inviolable.

La resolución de la OEA también ofrece “ayuda humanitaria” —lo que equivale a intervención— y un llamado al diálogo nacional. Los delfines norteamericanos olvidaron que el presidente Maduro comenzó, antes de ese evento, conversaciones con diversos sectores políticos y sociales para alcanzar la independencia económica y la paz nacional.

En su intervención ante el plenario de la Asamblea, el canciller venezolano Jorge Arreaza rechazó el acuerdo “ya que viola los principios de no intervención de la Carta Interamericana de la OEA” y pone en riesgo la seguridad de su país.

“Esta aprobación, en teoría, le da carta blanca a los Estados Unidos para seguir agrediendo a Venezuela”, argumentó. Y recordó las amenazas del presidente Donald Trump sobre la posibilidad de tomar acciones militares contra el pueblo bolivariano.

Desde hace 13 meses cumplidos, Caracas solicitó a la OEA el proceso de retirarse de esa organización, el que está en curso. Washington, por su actuación, está al parecer desesperado por alcanzar aunque sea un triunfo simbólico en su intento por denigrar el proceso revolucionario.

Los dos días de la 48 Asamblea, un evento de carácter anual, estuvieron marcados por las amenazas, como ocurre siempre cuando se trata de desplegar la política de odio contra el proceso político venezolano. La administración estadounidense acostumbra presionar de manera pública o encubierta a las naciones de América Latina y El Caribe.

Pence ni siquiera fue discreto. Ofreció una recepción el pasado día 4 en Washington a 22 a los 34 miembros de la OEA, a quienes, según testigos, solicitó aprobar la expulsión de Venezuela.  

Estados Unidos, más aun después de la asunción del controvertido Trump, está obsesionado con someter a la hermosa y rica nación de Suramérica. En su cabeza imperial no cabe la posibilidad de que los ciudadanos elijan libre y democráticamente a sus líderes y piensen de manera diferente a los intereses que él representa.

Lo que necesita Venezuela es que cesen las sanciones y la agresión política de la Casa Blanca, que al parecer ignora que, a su pesar, el mundo va cambiando.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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