jueves, 25 de abril de 2024

La humillante barrera antimexicana

La ideología de Donald Trump expuesta en la barricada fronteriza...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 31/01/2017
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Protestas contra Trump
América Latina repudia las arbitrarias medidas de Washington contra el país de los antiguos aztecas.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, levantó un muro de desentendimiento en sus relaciones con México y su pueblo, pero también con el resto de América Latina y el mundo, al imponerles una barrera fronteriza que separa físicamente a su país de la sureña región multirracial, en una expresión ya anunciada de xenofobia, propia de la oligarquía capitalista.

Ese es el pensamiento neofascista de Trump, de madre escocesa y abuelos alemanes, quien con el rostro fruncido, firmó tres días después de su asunción la orden ejecutiva para levantar una empalizada de mil 600 kilómetros en la frontera común para evitar la emigración mexicana, que paradójicamente es uno de los pilares de la economía norteamericana.

El mandatario ordenó, además, que México, hasta ahora uno de sus mayores socios comerciales y aliados políticos, pague los 15 000 o 25 000 millones de dólares que costará la barrera, por demás inútil para detener la emigración, según analistas.

Las reacciones del gobierno de México y de grupos políticos y población de esa histórica nación —parte de cuyo territorio fue robado por los estadounidenses— fueron inmediatas.

El presidente Enrique Peña Nieto, que ya había sostenido una reunión con Trump cuando este era candidato por el Partido Republicano, se vio obligado a suspender una cita prevista en la Casa Blanca el próximo día 31, y afirmó que México no pagará un céntimo por una obra concebida de manera unilateral y que denigra a su pueblo.

Sabido es que una buena parte de los emigrantes utilizan las vías de los túneles improvisados para pasar al otro lado de la frontera, al igual que hacen los delincuentes para trasladar armas y drogas, por lo que se considera al llamado Muro Trump como un símbolo de la ideología del dignatario y de las élites norteamericanas y no una necesidad —del tipo que desee inventar— para “proteger” a su país.

Pero Trump, acostumbrado a destrozar a sus enemigos en el plano de las negociaciones, pone en el mismo lugar la política, con el asombro además de sus asesores, a los cuales poco obedece, y anunció que México si pagará la barricada, pues aumentará en un 20% los gravámenes de las mercancías del vecino país que entren a Estados Unidos.

Hasta hoy los dos países vecinos continúan con la incertidumbre respecto a una serie de negociaciones que iniciarían a nivel ministerial para equilibrar las tensas relaciones bilaterales.

El canciller mexicano Luis Videgaray, y el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, debían analizar con sus partes vecinas temas como migración, comercio, frontera, seguridad, tráfico ilegal de drogas y armas, entre otros.

En entrevista con la cadena Televisa, Guajardo afirmó que no hay cita para nuevas reuniones bilaterales, y opinó que la improvisación de Trump da problemas a su equipo de asesores, tal y como comprobó personalmente en una reunión en Washington el jueves pasado.

EL MURO IDEOLÓGICO

En México, amén de la probable construcción de la empalizada separadora, hay una preocupación adicional, puesto que el nuevo gobernante estadounidense ya comenzó la deportación —iniciada por su antecesor Barak Obama— de los emigrantes indocumentados, que pueden ser de cualquier parte del mundo pero en su mayoría pertenecen a Centro, Suramérica y el Caribe.

“Colocar un muro —cuya construcción ya se disputan las trasnacionales del sector— entre los dos países es coherente con la lógica capitalista de convertir en amenaza lo que le es ajeno, más aun si incluye color de la piel, idioma y cultura humillados por siglos”, afirmó el licenciado guatemalteco Aníbal Méndez, en un análisis difundido en Internet.

“En el muro de Trump —afirmó— confluyen las perversiones del racismo y del imperialismo. Su prototipo más claro está en Israel, aludido por Trump en su defensa de la empalizada construida para evitar la entrada de los palestinos”.

“El presidente Trump está en lo correcto. Yo construí un muro en la frontera sur de Israel. Paró toda la inmigración ilegal. Gran éxito. Gran idea”, escribió el Primer Ministro Benjamín Netanyahu en su página de Twitter, en la que aparecían unidas las banderas estadounidense e israelí.

Pero analistas como Luicy Pedroza, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), coinciden en que la idea de Trump no es innovadora o efectiva, pues Estados Unidos intensificó desde hace años sus controles migratorios y un tercio de la frontera binacional ya tiene hasta muros dobles.

Además, afirmó Pedroza, desde hace algunos años se registra un descenso considerable en la cantidad de indocumentados procedente de México, lo cual se debe, en opinión de expertos, al endurecimiento de los controles fronterizos y a la desaceleración económica del gigante norteño. Cuando no hay empleo, dicen esas fuentes, tampoco hay migración, pues el riesgo no vale la pena. En la última década, solo el 7 % de los mexicanos llegó a Estados Unidos sin documentos.

Para el Dr. Fernando Buen Abad: “La frontera con USA (…) es fuente permanente de abusos, explotación e ignominia y el proyecto para completar ese muro es una afrenta de tal calibre que uno no puede no prepararse para las consecuencias”.

En un artículo publicado en Rebelión, Buen Amad recuerda que “El trabajo de los inmigrantes no es una dádiva del imperio. Hay que poner bien clarito que cada dólar ganado es acumulación de riqueza para los yanquis, que se aprovechan del trabajo esclavizado. Los trabajadores pagan un precio muy alto (no sólo por lo que recolectan las empresas parásitos que cobran por los envíos de las remesas) sino porque la mayoría inmigrante pone el lomo a diario, y debe ahorrar, aunque viva con todas las limitaciones, bajo el peso de la distancia, la soledad frecuente, la condición de “ilegal, la marginación, el racismo, el miedo, las desconfianza sistemática y el mal trato consuetudinario. Y todo eso en tierras que fueron robadas por el imperio yanqui”.

Algunos expertos piensan que las promesas de campaña de Trump de traer empleos manufactureros de México, o despedir a los inmigrantes para sustituirlos por obreros estadounidenses, no pasa de una alucinación nacionalista-populista condenada al fracaso.

MÉXICO UNIDO ANTE TRUMP

Para el gobierno de Enrique Peña Nieto, amenazado también por Trump con la revisión del Tratado de Libre Comercio firmado por sus países con Canadá (TLCAN), la única posibilidad de enfrentarse al impredecible presidente es la defensa del país con el refuerzo de la economía interna.

Peña Nieto sabe que además de la dignidad nacional, de su postura dependerá, en gran medida, el eventual triunfo electoral de su Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las elecciones del próximo año. Y una cuestión va de mano con la otra.

En un mensaje a la nación, el presidente afirmó: “Habré de tomar decisiones sobre los siguientes pasos a seguir”, y “México no cree en lo muros ni pagará por la obra en terrenos de la frontera americana”.

Precisó que activó la red diplomática para la defensa de los mexicanos residentes en Estados Unidos. “Los 50 consulados de México se convertirán en auténticas defensorías de los derechos de los migrantes. Nuestras comunidades no están solas”.

El muro que pretende levantar Trump ha unido a los mexicanos. Políticos e intelectuales, trabajadores, sindicalistas, agricultores y otros sectores de la vida nacional se han pronunciado contra la infamia del magnate inmobiliario sin experiencia política, pero devenido jefe de la mayor potencia del mundo.

La diputada federal por el oficialista PRI, Nancy Sánchez Arrondo, indicó que una promesa de campaña “no debe confundirnos ni separarnos. Al contrario, es el momento de estar alertas y en unidad para responder con inteligencia a los retos que la llegada de Trump significa para el país”.

El político de izquierda y líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Manuel López Obrador, escribió: “Presidente Trump: su muro nos agrede y deja la Estatua de la Libertad como leyenda”.

Con amplias posibilidades en los comicios presidenciales del próximo año, López Obrador solicitó al pueblo mexicano respaldar a Peña Nieto en sus eventuales conversaciones con Trump, si es que se producen.

Personalmente, afirmó, acudiré a los tribunales internacionales para protestar por la valla y sugirió al gobierno mexicano que demande a Trump ante Naciones Unidas por “violación de derechos humanos y discriminación racial”.

El excandidato presidencial y líder histórico de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas, pidió a Peña Nieto “la búsqueda de una posición digna para defender a las mujeres y hombres de a pie que ven pisoteada su soberanía”.

Mientras, miles de mexicanos respondieron en los últimos días a las convocatorias de organizaciones sociales, sindicales y estudiantiles y protestan en las calles por la humillación a que han sido sometidos ante los ojos del mundo.

También América Latina repudia las arbitrarias medidas de Washington contra el país de los antiguos aztecas. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), por voz de su secretario general, Ernesto Samper, rechazó la decisión de Trump, mientras el presidente boliviano Evo Morales dijo a los mexicanos: “mirar más al Sur”. El gobierno de Brasil expresó su preocupación por la eventual construcción del muro.

Aún queda mucho de qué escribir sobre esta fortaleza. ¿Qué piensan los Estados norteamericanos fronterizos con México que se quedarían sin fuerza de trabajo barata? ¿Cómo incidirá el gravamen a México en los consumidores del Norte? ¿Qué daño hacen los mexicanos a los naturales en un país que exhibe su tasa de desempleo (4,8 %) el más bajo de la última década?


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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