domingo, 5 de mayo de 2024

Que siga el carnaval

Repasando las esencias de la cultura cubana a propósito del carnaval habanero...

Rafael Lam Marimón en Exclusivo 15/08/2013
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Carnavales en La Habana 05
El carnaval habanero, es el más emblemático, el primero y más importante de Cuba.

El carnaval de La Habana se presenta por estos días con alegría. Mucha gente me pregunta por los carnavales, y yo les digo: ¡Ahí están! Eso es lo importante, que nunca se abandone una fiesta tan animada y representativa para los cubanos.

“El carnaval habanero —según la investigadora Virtudes Filiú— es el más emblemático, el primero y más importante de Cuba”.

Es una fiesta que se remonta a varios siglos de cultura, a los cabildos, el Día de Reyes y más atrás. Del carnaval derivan casi todas las fiestas. Hereda el circo, el teatro callejero, las comparsas, las coreografías, la juglaría, el espectáculo.

Cuba no cuenta con carnavales fastuosos, los hubo a inicios de la Revolución, en la década de los 60, con carrozas gigantescas de varios pisos. Antes de esa fecha también se exhibían adornadas carrozas, apoyadas por marcas comerciales.

Pero el carnaval actual es muy sencillo, un reflejo de los tiempos que corren en todo el mundo. La cultura no es para demostrar lo que no somos, es para presentarnos tal cual vivimos. Debemos reflejar el verdadero espejo de la nación cubana.

En Brasil se organizan los carnavales más lujosos del mundo, pero es para disfrute de la aristocracia y los turistas ricos. El pueblo más bien disfruta lo que sobra, y en la ciudad de Bahía la gente goza por las calles.

Cuba cuenta con carnavales muy ricos en bailes y música, somos potencia mundial en eso. Para muchos cubanos el carnaval puede ser código olvidado; para los visitantes resulta una maravilla encontrarse con este abanico del folclor nacional. Una verdadera fiesta, siempre interesante, curiosa para ellos. 

En uno de los días de carnaval me fui a caminar, simplemente de espectador, a ver la gente, los artistas aficionados de las comparsas, las congas callejeras, el pueblo todo, “el teatro callejero” del que hablaba Alejo Carpentier.

Y, entonces, viendo a la gente pasar, medité y me dije: Bueno, este es el pueblo como espectador y actuante. Este es el mismo que hizo la cultura cubana.

La cultura no la hicieron los grandes intelectuales de Cuba ni de América, la cultura la hicimos todos: la comida, los vestuarios, las costumbres, las fiestas, las relaciones de amor; todo eso lo hizo el pueblo en conjunto.

El poeta Antonio Machado decía que “pueblo es don Miguel de Cervantes Saavedra, Pío Baroja, Miguel Hernández, pueblo somos todos”.

Si asistimos a una fiesta con curiosidad, con ánimos de cronista, nos daremos cuenta de que la fiesta es algo más que la fiesta, es una necesidad universal, arrancada al tiempo de la vida cotidiana. 

Albert Camus escribió: “Un modo inteligente de entablar conocimiento con una ciudad, consiste en averiguar cómo se trabaja en ella, como se ama, cómo se divierte, cómo se vive y cómo se muere”.

La fiesta tiene un sentido sagrado, son colectivas y profanas, como misas paganas. Es una celebración convencional y espontánea, Un acto de reafirmación y gratificación de las grandes masas. Concilia a los contrarios, los une, los identifica y les da la identidad.

Frazer, autor de La rama dorada, ve en la fiesta un acto eficaz de reproducción de los grandes sistemas de creencias y de mitologías. 

Estas manifestaciones, por muy mal vistas que estuvieron antaño, y por muy deformadas que puedan encontrarse en algunos momentos, ayudaron a los esclavos a preservar su dignidad de hombres contra la servidumbre o la miseria, nos dice Jean Douvignaud, sociólogo y profesor francés de la Universidad de París VII. 

Siempre volvemos a Carpentier, quien nos aconsejaba que viéramos nuestra ciudad, nuestras fiestas, con mucha curiosidad de observador. “Por suerte, ahí está el pueblo, ese pueblo sorprendentemente impermeable a las influencias extrañas, que sigue concurriendo a bailes. El criollo del arrabal sigue produciendo música. Su folclor está más vivo que nunca. En Manzanillo se baila el son. En casas de Regla y Marianao percuten batás. Los carnavales siguen celebrándose en los campos y ciudades y, en las noches de ciertas aldeas se pueblan de tambores y cantos. Y sigue bien presente en el hombre de la calle, ese espíritu garboso, ocurrente y chévere de Papá Montero, el ñáñigo de bastón y canalla rumbero”.


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Rafael Lam Marimón


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