miércoles, 1 de mayo de 2024

Michael Jackson, Cuba y la memoria del espectáculo

La figura del Rey del Pop es un ícono para varias generaciones de cubanos...

Julio Batista Rodríguez en Exclusivo 29/06/2014
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Michael Jackson 5 años
Cinco años después de su muerte, la leyenda de Michael Jackson ha crecido.

Cinco años después de muerto, Michael Jackson es aún parte de las noticias: cientos de miles de fanáticos congregados, homenajes escandalosos, peregrinaciones en su nombre, material discográfico inédito y su recuerdo perpetuo son algunos de los legados que dejó tras marcharse de este mundo el 25 de junio de 2009.

En Cuba, un archipiélago donde la música es parte del cóctel genético de sus habitantes, la figura del Rey del Pop es un ícono para varias generaciones que vivieron el auge de esta tendencia musical allá en los 80’ y 90’.

Por entonces Michael fue un referente obligado, la personificación del espectáculo y el genio sobre las pistas de baile. Por entonces, y aún hoy, el moon walker se convirtió un clásico de quienes imitaron por décadas el estilo tan particular de quien —definitivamente— transformó la extravagancia en atuendo diario.

En todo el mundo su fuerza sobre el escenario contagió a los fanáticos, que son los principales responsables de la leyenda de Michael, porque de nada hubiese servido todo el despliegue de virtuosismo si nadie tratase de imitar los pasillos de fantasía que se inventaba Jackson.

Cuando Michael llegaba a la pista se estaba seguro de presenciar a alguien que había nacido para bailar, un ser de otra galaxia que se encargó de convertir lo imposible en disfrute para millones que lo veneraron en vida, y lo siguen haciendo hoy después de muerto.

Para los cubanos Michael es mucho más que el baile y los brillantes de un traje legendario; mucho más que un guante y unas gafas de lujo; incluso, para los cubanos Michael es mucho más que una piel nueva o los numerosos escándalos.

Los nacidos en Cuba, poco viciados por la prensa sensacionalista, mínima influencia tuvimos de las perturbadoras noticias y acusaciones que formaron parte constante de la vida de Michael. Quizás por eso, por el desconocimiento y la lejanía, nos quedamos con el artista encumbrado, con el coreógrafo y los maquillajes, y ese es el recuerdo con el que cargamos aún.

Lo cierto es que los publicitados ocho discos inéditos y sus ganancias millonarias, poco dan para conversar a los cubanos, quienes tampoco harán peregrinaciones en memoria del cantante o llorarán a lágrima tendida la ausencia de Michael.

Sin embargo, cada vez que un chico intenta el moon walker, hace acrobacias con un sombrero o reproduce coreografías enteras al estilo de Thriller, crece la leyenda de quien hizo soñar a millones con sus movimientos. En momentos como esos se comprende la magnitud de la impronta que dejó Michael en Cuba, donde el pop jamás ha destronado la timba y Van Van tiene reservado el trono de los bailadores.

Michael no cautivó en Cuba por su voz, ni siquiera por sus letras. Michael nos entró en la memoria por los pies, porque luego de verlo todos quisimos imitar aquellos movimientos de lujo que antes parecieron imposibles de realizar.

En Cuba, donde la música y el baile son parte del coctel genético de sus habitantes, Michael no es noticia por sus millones, o por los escándalos que lo envolvieron en vida y siguen empeñados en acompañarlo después de muerto. En este país, muchos de quienes lo bailan —o bailaron— puede que no conozcan la fecha exacta de su muerte, pero eso no impide que lo recuerden.

Al fin y al cabo, Michael para los cubanos no es otra cosa que la personificación de un imposible, el espectáculo elevado al nivel de leyenda. Una leyenda que, cinco años después de su muerte, solo consigue crecer.


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Julio Batista Rodríguez


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