viernes, 19 de abril de 2024

Lo inolvidable emergió en Coppélia (+Fotos)

Momentos que adquirieron dimensión histórica ocurrieron en esta temporada del Ballet Nacional de Cuba, en la sala Avellaneda del Teatro Nacional…

Ada María Oramas Ezquerro en Exclusivo 23/05/2014
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Ballet Nacional de Cuba Coopelia
Yanela Piñera y Camilo Ramos, en perfecto acoplamiento en un diálogo de amor.

Este título fue el primero escenificado de este arte en el mundo, el 25 de mayo de 1870, en el teatro de la Ópera de París, y fue una de las primeras obras incorporadas al Ballet Nacional de Cuba por Alicia Alonso.

El primer montaje de esta pieza, en La Habana, fue traído por  León Fokín, a partir de una versión sobre la coreografía de Marius Petipa, la cual fue organizada por Alicia e Ígor Youskévitch, el 28 de diciembre de 1948, en el teatro Auditórium, hoy Amadeo Roldán.

A partir de aquel momento, la Alonso inició el trabajo coreográfico de lo que sería la versión definitiva de esta creación del ballet, la cual despojó de escenas reiterativas y se regodeó en la coreografía del segundo acto en los tres personajes de la escocesa, la muñeca y la española e incorporó una mayor complejidad al acto tercero, específicamente al pas de deux dedicado a las bodas de Swanilda  y Franz.

La Alonso incorporó una poética inscrita en un despliegue técnico. Apego al estilo de la obra y el sentido de la teatralidad que la convierten en uno de los títulos más significativos del Ballet Nacional de Cuba.

PRELUDIO DE UNA PUESTA DE ALTOS QUILATES

Momentos muy significativos caracterizaron esta temporada y la inscribieron en la historia, en especial la penúltima. Desde la segunda, que marcó el debut de Dayesi Torriente, quien mostró sus posibilidades como debutante, al transitar hacia una interpretación donde ya se avista la ansiada conjunción de técnica, estilo e interpretación, la cual mereció la entusiasta reacción en el auditorio.

Grettel Morejón, una bailarina que –en breve período de tiempo ha logrado asumir diversidad de personajes, a los cuales otorga una técnica propia de consagrados. Yanela Piñera denotó una apropiación de los claroscuros que perfilan a esta muchachita que no vacila en luchar por su amor a cualquier precio, incluso en sus engaños al doctor Coppelius. Su brillantez en la ejecución de la coreografía desde el vals del primer acto hasta las variaciones del pas de deux final, le permitieron ocupar un lugar importante en el recuerdo del auditorio.

Amaya Rodríguez confirió una naturalidad muy difícil de lograr, siendo tan joven, e insufló una simbiosis de energía, decisión y ternura a su personaje; con recursos dramatúrgicos muy válidos para obtener la arquitectura de su personaje. Aunque no cabe hablar de virtuosismo en una carrera tan reciente, Amaya se acercó a lo que se espera de una bailarina de larga experiencia.

Arián Molina hizo gala de sus cualidades excepcionales en las exigencias del diseño coreográfico al primer bailarín, mientras Ernesto Álvarez estableció un balance plausible en la dicotomía de la técnica y el arte, con respecto a la línea estilística.

Camilo Ramos tuvo un buen desempeño como partenaire, en la función que protagonizó junto a Yanela, pero sus variaciones no mantuvieron un nivel técnico de acuerdo a los requerimientos de una coreografía que implica constantes retos al protagonista.

Dani Hernández fue uno de los triunfadores de la temporada y otorgó a Franz un empaque de príncipe, con la sencillez del campesino, sin que ello fuera óbice para una interpretación visceral, la cual unió una labor dancística lograda, tanto en las variaciones como en su función de partenaire, a lo cual se une su impresionante presencia escénica.

Félix Rodríguez realizó una labor muy certera en la personificación del curioso fabricante de muñecos de cuerda, a quienes ama como a sus hijos y, por defenderlos, es capaz de cualquier felonía. Intérprete de hace una veintena de años del doctor Coppelius, este versátil bailarín realiza una interiorización muy peculiar de este creador con mucho de hechicero.

Ernesto Díaz se desdobló en el anciano juguetero con suma pericia y supo ocultar su juventud en la caracterización de este hombrecillo de múltiples facetas, en el amplio diapasón que exige el personaje, y otorgó a su concepción escénica los requerimientos de una orgánica personificación.

CLASE MAGISTRAL EN ESCENA

Como una función histórica pudiera catalogarse la penúltima de la temporada, que contó con la presencia de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, pues desde que se abrió el telón, la magia imperó en escena.

Viengsay Valdés reflejó la alegría e ingenuidad, unidas a sus inspiraciones de niña traviesa que le impele a determinadas acciones y reacciones, ante las veleidades de Franz, al contemplarla tras la ventana. Viengsay bailó de modo admirable. Ejecutó con maestría los pasos que implica esta coreografía, con la autoexigencia que la lleva a la más depurada técnica y la fluidez secuencial que caracteriza a una primera bailarina en la plenitud de sus facultades y madurez artística, aún en plena juventud.

Víctor Estévez realizó una impecable labor en Franz, con un trazado muy bien logrado en escena de este personaje tan juvenil y de gran empatía. A su calidad como ejecutante se unió a su destacada labor de partenaire, en una función a cuyo lucimiento contribuyó con creces.

Adolfo Roval, pleno de energía a sus 84 años, desplegó el virtuosismo que ha acumulado a lo largo de su carrera artística , de grandes triunfos en Cuba y el exterior, y dio vida con gracia sutil a su personaje, al cual envolvió en su halo histérico, que transita del amor al odio, y realizó en su totalidad las partes bailables, los movimientos escénicos y la gestualidad; con el lirismo con que lo ha arropado, hasta convertirlo en una leyenda del ballet cubano, en una transmutación que provocó continuas ovaciones en el público.

Los tres protagonistas, al igual que el cuerpo de baile, que engrandeció su unidad de acción hasta la perfección, al igual que el Amanecer, de Filian Pacheco y La Oración, de Estheisys Menéndez, fueron aclamados, Roval en especial, durante varios minutos, en reconocimiento a una función que, de la historia, ya trascendió a la leyenda.


Viengsay Valdés y Adolfo Roval en el pas de deux del segundo acto. (Foto: Nancy Reyes)

Amaya Rodríguez y José Losada en las bodas del tercer acto. (Foto: Nancy Reyes).


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Ada María Oramas Ezquerro

De larga trayectoria en el periodismo cultural. Premio de Oro, del Gran Teatro de La Habana y Miembro de la sección de la Asociación de Artistas Escénicas de la UNEAC


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