sábado, 11 de mayo de 2024

La danza como sombra del poder

Cuba es una amalgama, un reino de muchas magias...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 16/01/2019
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Festival Internacional de Danza Urbana, 23-Grupo Arlequín1
Las danzas folclóricas africanas nos recuerdan lo grandes que hemos sido. (Roberto Garaicoa Martínez / Cubahora)

Alejandro García Caturla se inspiró en esas danzas, también lo había hecho ya Ignacio Cervantes en el siglo XIX, porque hay en la música folclórica cubana una fusión de magias que llama a la creatividad. Esos movimientos son símbolos de poder, los cuales hablan, a golpe de tambor, como dijera Fernando Ortiz, sobre un pasado distante, que se hunde en los misterios de la historia.

Cuando Caturla compone “Tres Danzas Cubanas” se está refiriendo a esos largos periodos de su vida pasados entre los negros de la ciudad de Remedios y poblados aledaños, donde en cada bembé se manifestaba la deidad, ese tótem que atrae y atemoriza. La historia, por ende, se desborda en su estado vivo cuando vamos a estas ceremonias, se trata de la fuerza del mito, la mayor y más legítima de las interpretaciones según Nietzsche. El carácter teatral de las danzas afrocubanas infunde respeto aun a los no creyentes.

Fue uno de los grandes exploradores del África profunda quien dijo que, sin profesar la fe de las tribus, sentía una fuerza mágica siempre que entraba en las tiendas de los chamanes. A esa actitud originaria se dirigen los grupos que hoy practican esa danza en Cuba, siempre en diálogo con un pasado que se les pierde por momentos, al estar mezclado con el españolismo y tantos otros crisoles.

La dicotomía entre el poder de los reinos originarios de África y su posterior dispersión en la diáspora mundial, con las historias de esclavismo y vejación, le dan a la danza un tono a veces magistral y otras oscuro. El periodista Ryszard Kapuściński, famoso por sus dos libros sobre África, Ébano y El Emperador, nos narra el alma del habitante de aquellas tierras, siempre apegada al mito, una actitud que desconoce los convencionalismos occidentales o que los usa a discreción.

En Cuba, la diáspora que nos acompaña necesita quizás que sus aportes sean más visibilizados, pues existe una ideología que tiende a ver a los africanos solo como danzantes, cuando se trata de un capítulo de la historia cubana y mundial casi desconocido, todo un planeta aparte, como dijo Ryszard Kapuściński. En los reinos sojuzgados por el europeo hubo civilización y mucha, y esos retazos nos llegan a través de las sombras de quienes bailan las músicas revividas.

Le debemos a África quizás hasta nuestra independencia como nación, pues fueron ellos, los esclavos, quienes dieron más el cuerpo en la lucha ya que sabían que estaban allí para no volver a la ignominia del cepo y el grillete. Lo mismo aplica para el resto de los países excolonias del continente americano. Quizás la bravura que faltó en los reinos originarios africanos para enfrentarse al invasor, la tuvo la diáspora que se unió con los blancos en la América rebelde.

Pero todo ese patrimonio se quiso negar, luego de la independencia con la europeización de la vida en los países americanos. Los bailes llegaron a suspenderse, las religiones a proscribirse, incluso con la cárcel, y solo hace unas décadas nos acercamos a ese viejo amigo, casi desconocido, que es el africano de la diáspora.

La danza expresa, si vamos a verla, todo ese devenir, el de los reinos originarios y el de la resistencia en estos países, porque junto a los tótems están los santos blancos, en una confusión muy sana y propia de la visión democrática del que se sabe excluido.

En Remedios, esa historia de resistencia sobrepasa los 500 años, de hecho hay familias que conservan el mismo ritmo y costumbres de sus ancestros y sacan a relucirlos en fechas señaladas. El último fraile franciscano que hubo en la ciudad fue llevado ante las prendas y tótems y él mismo reconoció la autoridad de una cultura que, a pesar de la opresión, supo guardar las reliquias de su gloria.

Esta misma ciudad, hogar de tantos afrodescendientes, organiza toques de tambor espontáneos y bailes, donde los mismos grupos portadores son capaces de pagarlo todo y muchas veces no nos enteramos quienes velamos por la cultura. Porque ante cada acto hay que estar presentes en la salvaguardia y la apreciación. Por el contrario, en ocasiones prima el prejuicio contra el africano, ya tan poco justificado, a la vez que se les exige a los sacerdotes que restrinjan la celebración a sus casas culto.

Cuba es una amalgama, un reino de muchas magias, queramos o no. En este país se reinventó el mito que trajo la diáspora y que aún muchos quieren mirar como externo, foráneo, vivimos en la otra España y también en la otra África.

Increíble que a la altura del siglo XXI tengamos prejuicios europeos, esos mismos que llevan al practicante quizás a una cultura de resistencia que roza el fanatismo. Las danzas folclóricas africanas nos recuerdan lo grandes que hemos sido, son la expresión de siglos de historia soterrada, representan miles de libros no escritos.

Vale pues el estudio de las lenguas y los signos, la apertura de centros de estudios, la hechura de tesis; puesto que lo que no se toma con seriedad se olvida. Hace poco se quiso hacer, en la antigua residencia del matrimonio de Caturla, la Casa de África de Remedios, y no pocos fundamentalistas evangélicos protestaron. El inmueble siguió abandonado, sin finalidad alguna, carcomido por los años y la indiferencia.

Cada danza, cada ritmo, deberá ser un llamado a que hechos así dejen de ensombrecer la cultura mixta que nos ha definido, a pesar de tantos pesares.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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