Fue en la página 18 de mi agenda, marcada como un viernes, donde dejé hace semanas ciertas anotaciones sobre El socialismo y el hombre en Cuba. Releo y hallo una idea de Ernesto, algo así como que en la actitud de una vanguardia se avisa el hombre del futuro. Cavilo entonces si acaso en medio de la crisis, que todo lo golpea y lo estruja, aún queda espacio para la llevada y traída vanguardia que preconfigura al hombre nuevo. Mi respuesta inmediata es sí. Y mi respuesta reposada, también.
Luego de entrar y salir de la etapa de abstracción, sustento las cavilaciones sobre ejemplos concretos y cercanos. Pienso en mi amigo Marcos.
Mi amigo Marcos, sin llegar a ser lo que eufemísticamente se diría un caso vulnerable, sufre las dificultades de muchos, de cualquiera. No tiene casa propia, más allá de la de sus padres, no cuenta con un transporte expedito que lo lleve y lo traiga, diariamente, de su lejano San Miguel del Padrón, sin recalar en las tortuosas paradas de ómnibus o en los variablemente costosos asientos de un taxi. Su salario, como el de tantos y tantas, no cubre muchas cosas que debería cubrir, menos aún en medio de nuestras inflaciones.
Mi amigo Marcos es científico y profesor. Esto, en Cuba, al menos así lo consideramos él y yo, no tendría por qué significar que Marcos mereciese más que un obrero del calzado o de la elaboración del pan o que un campesino, todos ellos tan necesarios como él para que Cuba respire, no se enferme y se alimente. Pero el mundo no piensa igual. Y Marcos, el mundo y yo lo sabemos.
Recientemente, por su trabajo, Marcos conoció y laboró de cerca con un científico extranjero. El científico extranjero quedó impresionado por el modo en que mi amigo humildemente realiza su labor diaria, impresionado por el valor de sus conocimientos… y le propuso irse a trabajar con él de manera independiente en uno de los grupos de investigación más prestigiosos del mundo en su materia, donde mi amigo Marcos no solo ganaría en poco tiempo el dinero que aquí quizás no gane en toda su vida, sino que podría sumergirse de lleno en investigaciones de ensueño —y necesarias sin dudas— que, de tan costosas, no tienen cabida en nuestros dignos laboratorios de la periferia mundial.
Su servicio social ya está cumplido. Nadie se atrevería a señalarlo con el dedo, al menos no públicamente, si mi amigo dijese que sí. En algunos espacios del afecto tal vez lo felicitarían, para acto seguido ordenarle: “es tu vida, avanza y no mires atrás”.
Pero mi amigo Marcos no piensa como el mundo. Donde muchos ven oportunidad de crecimiento profesional, mi amigo también la ve, pero siente la caricia y el veneno del robo de cerebros y mira a sus colegas llenos de arrugas —que invitaciones suculentas también tuvieron muchas— dejando las últimas fuerzas de sus vidas en un aula de la universidad, de la que muchos se han ido, cuanto más jóvenes mejor; y ve el aula y a quienes tiene delante y piensa: si me voy yo también y tú y aquél ¿qué pasa con estos de aquí, quién trabajará para mis padres, mis vecinos, los tuyos y para el país de tus nietos que quizás nazcan acá?
- Consulte además: Gente buena… como la flor
Mi amigo sabe que hay viajes de los que es difícil volver, porque la vida se enreda y porque después de un proyecto siempre vendrá otro y otro más y sabe y siente, no sin que le tiemblen las piernas —a quién no les temblaría— que no, que mi vida es más compleja y cara que eso, que gracias por la oferta y el elogio, pero no.
Por otro lado, está mi amigo Alberto quien, a ratos, me cuenta, se descubre desayunando agua con azúcar. Friki de los que ya no se fabrican, no llega a los 35 años y tiene un hijo que se le parece tanto que inquieta. Albertico siempre la ha tenido muy difícil y, contra el pronóstico de muchos, se graduó por encuentros de Informática en una universidad de la Cuba extramuros.
Después de muchos empleos donde jamás superó el salario medio, después de soñar con mil proyectos imposibles desde el propio enunciado, un día, meses atrás, me abrazó diciendo que era empresario, que no iba a ser rico, pero que al menos por un buen tiempo no volvería a desayunar agua con azúcar.
El negocio iba bien, aunque de pronto comenzó a ir mejor, mucho mejor de lo que calculaba. Insistió en averiguar por qué y descubrió, poco a poco, que sus socios evadían impuestos burdamente “y sin necesidad, compadre, sin necesidad, estábamos ganando bien”. Y los precios hacia arriba, excesivamente hacia arriba, de un día para el otro, “sin justificación, compadre, sin justificación, estábamos ganando bien”.
A muchos les daría risa escuchar esto, porque, me dicen, se trata de algo, más que normal, normalizado e incontrolable
“Y me salí, compadre, me salí. Yo tengo que dormir tranquilo, aunque desayune lo que ya tú sabes, yo no puedo vivir, así como si nada, haciéndole a la gente lo mismo con lo que tantas veces me han jodido a mí”.
Por Alberto y por Marcos, por la victoria que es tenerlos, por que su raza no desaparezca en la desesperanza y siga brotando de nuestras aulas y barrios y alimentando las aulas y los barrios mismos, nos debemos la equivocación de no callarnos la boca, de jugarnos la vergüenza.
Alberto
2/8/23 11:51
De lo mejor que he leido, de los buenos de corazón quedan pocos. Saludos mi amigo
Rosa Margarita
30/7/23 2:35
Eres maravilloso escritor. Soy compañera de tus papás. Deben estar muy orgullosos de tí. Un saludo. No abandones nunca tus sueños y continúa siendo un cubano puro y digno. Mis felicitaciones
Orlando
25/7/23 19:21
Solo esto le puedo comentar: https://meteoradares.wordpress.com/2022/07/26/confiteor-ego-sum-deficiendi-mea-culpa/
Mariangeles
23/7/23 21:22
Excelente, como siempre, como este joven periodista suele escribir. Buscando lo singular y lo profundo. Cargado de contrastes, de sensibilidad y pasion, de todo aquello q puede hacernos sentir plenos de orgullo.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.