domingo, 5 de mayo de 2024

La experiencia de los Talleres de Transformación Integral

Estos modelos de participación ciudadana, creados hace más de tres décadas, son muy pertinentes y necesarios en el contexto sociocultural cubano actual...

Maya Ivonne Quiroga Paneque en Exclusivo 01/11/2020
3 comentarios
Georgina del Loreto Rey-arquitecta
Gina Rey Premio a la Vida y Obra de Arquitectura (2015) que otorga la Unión Nacional Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba. (Tomada de havanadentro.blogia.com).

Cuando se habla de planeamiento territorial, urbano y comunitario de inmediato viene a la mente el nombre de la arquitecta Georgina del Loreto Rey (Santa Clara, 1946). Y es que Gina, como todo el mundo la conoce, se desempeñó como directora provincial de Planificación Física durante muchos años.

Dentro de su ejercicio profesional estuvo además la dirección del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital (GPDIC), el planeamiento participativo, los programas de desarrollo nacional y regional, las políticas de desarrollo de hábitat, los asentamientos precarios, la rehabilitación urbana, el desarrollo local y la puesta en valor del patrimonio cultural.

Sobre ese y otros temas conversamos con la Doctora en Ciencias Técnicas, Máster en Ordenamiento Territorial y Urbano de la Facultad de Arquitectura de La Habana y Premio a la Vida y Obra de Arquitectura (2015) que otorga la Unión Nacional Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC).

¿Cuáles circunstancias condujeron a la formación del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital?

—En 1987, surge el GPDIC, por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro, con el propósito de guiar y asesorar al gobierno de La Habana en las propuestas de inversiones para el desarrollo de la ciudad del futuro. Esa experiencia sirvió de base para la creación de los Talleres de Transformación Integral del Barrio (TTIB).

“Se creó un equipo de trabajo que comenzó a funcionar de una manera muy entusiasta, integrado por arquitectos, investigadores, sociólogos, trabajadores sociales, ingenieros y líderes naturales de la comunidad.

”Además el GPDIC contaba con un grupo de consultores formado por arquitectos, ingenieros, sociólogos, economistas, geógrafos, hombres de la cultura, escritores, poetas, pintores… que fungían como asesores.

”A partir de ahí se analizó que era imprescindible, desde el punto de vista metodológico, contar con una estrategia de desarrollo de la ciudad. Para ello, primero debía realizarse un diagnóstico e identificar las verdaderas problemáticas y necesidades de la urbe.

”Ya existía el Plan Director de la ciudad de La Habana con el enfoque de Planificación Física. El GPDIC trató de emplear una estrategia más abierta, al incorporar aspectos sociológicos, económicos, otras visiones que hasta ese momento no había abordado en toda su extensión el Plan de la Ciudad”.

—¿En qué contexto ven la luz los Talleres?

—Desde el principio, la estrategia de desarrollo de la ciudad se concibió con un carácter participativo, donde la visión de la comunidad estuviera reflejada. Con ese diagnóstico un grupo de expertos identificó los tres problemas fundamentales de la ciudad: la vivienda, el transporte y la infraestructura urbana.

“Un año después de la fundación del GPDIC, este grupo promovió, de forma experimental, la creación de los TTIB para trabajar no solo desde la ciudad sino también a escala del barrio.

”Los talleres iniciales eran representativos de las principales problemáticas relacionadas con el hábitat: en primer lugar, con las zonas antiguas o barrios centrales, muy densamente poblados, con un fondo edificado en condiciones precarias; en segundo lugar, la problemática de los llamados barrios insalubres o asentamientos informales en la periferia y, una tercera problemática asociada a los barrios nuevos o zonas de desarrollo, como Alamar, que habían surgido en la década de 1960.

”Así nacieron los talleres de los barrios de Cayo Hueso y Atarés. En la zona central se creó el de La Güinera, un asentamiento informal de la periferia sur, y otro en Alamar, en representación de las zonas nuevas con carencias de infraestructuras y servicios básicos. Luego se amplía la cifra hasta completar veinte, de ellos, seis en los Consejos Populares de Marianao y otro en el Barrio de Príncipe, del Consejo Popular Vedado-Malecón.

”La experiencia se tuvo en cuenta para la creación de los Consejos Populares en la capital. Se hicieron coincidir los límites de ambos para que hubiera una correspondencia entre esa forma de gobierno de base y el taller. Por lo tanto, su equipo técnico actuaba junto a un asesor del Consejo Popular.

”Los TTIB estaban conformados por técnicos que, en su mayoría vivían en la barriada o, al menos, en el municipio. Además, había arquitectos, ingenieros, sociólogos, psicólogos, trabajadores sociales. Los talleres son un traje a la medida, de acuerdo con las problemáticas del barrio”.

—¿De qué referentes internacionales se valieron para fundar el GPDIC y los talleres?

—Fue muy valioso el asesoramiento de un grupo de urbanistas norteamericanos, entre ellos: Lisa Pitti, profesora emérita del Instituto Tecnológico de Massachusetts; la profesora Janice E. Perlman, de la Universidad de Nueva York, que en aquel momento dirigía un proyecto internacional llamado MegaCities y Jaime Lerner, urbanista brasileño, ex alcalde de Curitiba y ex gobernador del Estado de Paraná.

“Ellos y otros especialistas nos brindaron una ayuda muy grande. Apreciaron algunas iniciativas locales que existían en las comunidades y se quedaron muy impresionados con las características de la población cubana, su espíritu de cooperación, la solidaridad entre vecinos, como resultado del trabajo en colectivo desarrollado por las organizaciones de masas, como los Comités de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas.

”Los urbanistas dijeron que, en Cuba, como en ningún otro lugar del mundo, existían potencialidades para crear modelos de desarrollo comunitario encaminados al mejoramiento del barrio, con el apoyo de las universidades, los centros de investigación, los gobiernos locales, pero, a partir del liderazgo de la comunidad porque, aún en los barrios más desfavorecidos, vivían médicos, ingenieros, arquitectos, profesores y personas con un elevado nivel cultural”.

—¿Cuáles fueron los principales resultados de esa experiencia?

—Los talleres y el grupo tuvieron un impulso muy destacado y alentador en su etapa inicial. Sirvieron como referente para el desarrollo de proyectos comunitarios en otras ciudades.

“Se fortalecieron las investigaciones en esa línea realizadas fundamentalmente por sociólogos de las universidades y otros centros de estudios. Se tomaron experiencias de otros países latinoamericanos y de las Chabolas (tipo de asentamiento marginal e insalubre donde habitan personas excluidas en España) y de los barrios informales de Madrid.

”Llegaron a Cuba especialistas de muchos lugares y se organizaron encuentros sobre la temática. Para mí, el principal logro es que los TTIB llamaron la atención al país completo sobre el escenario comunitario y visibilizaron potencialidades que no se estaban aprovechando producto de un estilo de trabajo vertical donde todo partía de orientaciones desde arriba”.

—Entonces, ¿por qué no se han multiplicado por toda la ciudad y el resto del país?

—Más allá de los resultados, La Habana es una ciudad grande, con muchas complejidades, quince municipios, gobiernos municipales. En un momento determinado se entendió que, si existían los Consejos Populares, los delegados de las circunscripciones y las organizaciones políticas y de masas, los talleres no tenían razón de ser.

“Se ha ido debilitando su influencia sobre la comunidad. Muchas personas añoran el regreso de ese estilo de trabajo horizontal. Hoy siguen funcionando una veintena de talleres, pero están muy debilitados. Algunos mantienen su espíritu original pero no cuentan con el apoyo necesario de los gobiernos locales. Nunca trascendieron la fase experimental. Realmente no se llegó a comprender su esencia. Quizá se adelantaron a su tiempo”.

—En las nuevas circunstancias que se viven en Cuba, ¿los talleres pudieran convertirse en una alternativa para potenciar el desarrollo de las economías locales?

—Precisamente, a partir de que se elaboró la estrategia de la ciudad, los talleres crearon sus líneas de trabajo. Todos sus especialistas coincidieron en que era importante desarrollar la economía local y tuvieron iniciativas en ese sentido, pero fueron incomprendidas.

“En La Güinera se creó un taller para elaborar productos artesanales a partir de la planta de malangueta. En Atarés, también existía un taller de artesanía. Eso se veía como algo contracorriente y que no se correspondía con las líneas de desarrollo del país. En un momento determinado vino una racionalización de los talleres y los cerraron para centralizarlos en el municipio.

“El pensamiento burocrático, centralizador, ha atentado contra el desarrollo local. Los talleres no eran la única solución ni la mejor, pero sí un complemento, una contribución más al desarrollo económico del país, como se ve ahora con las cooperativas no agropecuarias”.

—Y precisamente a algunas de esas nuevas cooperativas les falta encauzarlas por el buen camino de la planificación estratégica.

—Creo que sí. Los talleres como promotores del desarrollo local parten del aprovechamiento de las potencialidades de la comunidad. En algunos barrios surgen pequeños negocios que son ajenos a las necesidades de la comunidad, donde ahora mismo se están creando muchas cafeterías y, a lo mejor, lo que la población necesita es una cooperativa de construcción para reparar sus viviendas. Eso sucede por la falta de planificación estratégica.

“Los gobiernos locales deben orientar a las personas e incentivarlas para trabajar en las actividades que se necesitan en cada localidad. Los talleres, en ese sentido, podrían desempeñar un papel muy importante pero no lo pueden hacer porque en estos momentos están prácticamente invisibilizados”, concluye Gina Rey.

Tanta experiencia acumulada, a lo largo de más de tres décadas, no debería desaprovecharse así. Hoy más que nunca estos modelos de participación ciudadana son pertinentes de aplicar en el contexto sociocultural cubano.


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Maya Ivonne Quiroga Paneque

Periodista, locutora, guionista y directora de radio y televisión

Se han publicado 3 comentarios


Ysabel
 22/6/22 3:07

Los Grupos de desarrollo integral, son una experiencia novedosa u adelantada, de la cual aún no se comprende su esencia, en la Provincia de Guantanamo existe uno, con resultados de trabajo, sería bueno analizar los resultados y experiencias de trabajo de este grupo en particular, ya que mediante la participación ciudadana que gestionó este grupo, sñLa ciudad cuenta hoy con su símbolo: la Fama, así como otros logros que tiene a lo largo de sus 32 años de existencia

Gloria Esther Artze Delgado
 11/9/21 17:14

Gina ha acumulado una experiencia práctica de alto componente participativo en el campo de las transformaciones urbanas comunitarias. Acompañada por equipos de profesionales de muy alto nivel, donde se visibilizo el aporte comprometido de grandes intelectuales de la arquitectura y el urbanismo cubano como fueron entre otros , el de los profesores Mario Coyula y Mario González. El valor de esas verdades practicadas con un compromiso social y revolucionario en calidad de protagonista de aquellas práctica transformadora, dejaron resultados tangibles en todos los campos de la participación comunitaria para el desarrollo loca con un fuerte impacto en todo el pais. Un ejemplo es la transformación del barrio Chico Padrón del Consejo Popular Condado Sur de Santa Clara. Cada uno de los comentarios de Gina Rey son lecciones de vida que en todo momento ha escrito y ha estado dispuesta a explicar a cuanto oido receptor ha tenido el interés de escuchar. El estudio de éstas experiencia en la Universidad cubana, ha servido a muchos vestigadores a fundamentar el irrefutable valor científico de éstos resultados. La principal aportación tiene que ver con el potencial transformador de la realidad circundante y requiere actuaciones conjuntas y comprometidas de las autoridades municipales y barriales. Cuando estos ingredientes se han logrado, la transformación se un hecho, como dice Gina, un trage a la medida.Y ella que tan convencida está de que éstas experencias adecuandolas a las nuevas circunstancias siguen teniendo vigencia, continúa relatandolas como una gran oportunidad en la que aprendió a participar. Sería un desperdicio continuar desaprovechando ese inestimable recurso en el contexto sociocultural cubano actual.

ernesto
 3/11/20 14:13

Gina es la inspiracion para muchos de los que trabajamos el urbanismo, muchas felicidades en este 8 de noviembre Dia del urbanista.

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