viernes, 10 de mayo de 2024

Cubanas

Cubahora comparte con los lectores algunas historias sobre mujeres cubanas y los convida a compartir con nosotros otras tantas que conocen...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 08/03/2017
3 comentarios
Mujeres, Cuba
Las mujeres tienen su día internacional pero les quedan otros 364 al año que muchas veces no tienen el color rosa de las celebraciones. (Abel Rojas Barallobre / Cubahora)

No son perfectas, ni pretenden serlo. A veces son fuertes, otras tantas no. También las hay buenas, malas, respetadas, queridas, admiradas, violentadas. Muchas se sienten realizadas con la maternidad, otras han decido no procrear y exigen no ser condenadas por ello. Casi siempre son el horcón de la familia, quizás por esa tendencia a la protección de los demás, aunque ellas se queden sin un hombro donde reposar.

Las tenemos maquilladas y en zapatos altos, también descalzas o con botas. Federadas y no; instruidas y no; liberales y conservadoras. Mujeres de todos los colores, que habitan esta Isla, femenina desde la mismísima médula.

Tienen su día internacional —todos los ocho de marzo—, pero les quedan otros 364 al año que muchas veces no tienen el color rosa de las celebraciones. Por eso Cubahora quiere compartir con sus lectores algunas historias de vida, reales todas. Y los convida a compartir con nosotros las proezas de las mujeres que conocen, esas que admiran por ser, sobre todo, cubanas inmensas.

Angélica

Ella venció al cáncer de mamas. Con sus 41 años y un hijo de cinco, no le quedó más alternativa que batallar, hasta desfallecer si hubiera sido necesario. Hoy se declara sobreviviente de la enfermedad. “Soy una triunfadora” —contó— “Una mujer que ganó la batalla con responsabilidad, optimismo, fuerza, amor. Me siento afortunada y feliz, porque pude vencer y quedarme aquí, dando a la vida mucho más valor que antes”.

Es periodista de la radio cubana, de las mejores del país. Y andaba demasiado a prisa como para detenerse en ella. “Jamás me hice un autoexamen de mamas, incluso habiendo escuchado tanto el tema en nuestros medios”.

Le diagnosticaron el cáncer en Venezuela, mientras trabajaba, y luego vinieron dos cirugías, la quimioterapia y veinticinco sesiones de radiaciones. Su mayor preocupación era no lograr estar presente cuando su hijo la necesitara. “Él fue quien más me ayudó. Un beso en mi cabeza cuando no tenía cabello, las manitos en mi cara, o simplemente, decirme “mamá”, era el mejor tratamiento para combatir la enfermedad".

Caridad

Ella se pasa el día limpiando oficinas. Parece que camina sin que sus zapatos suenen, como por el aire. Llega, dice buenos días bajito, como si le diera pena. Solo arrastra el carro donde monta la escoba, el palo de trapear, el cesto de la basura, el cubo que no puede cargar porque tiene demasiados años en sus manos, en su espalda.

Es una mujer constante. Despacito va quitando churres sin incomodarse, aunque sabe que quizás mañana todo esté igual. Al parecer no tiene prisa. A su edad cualquier apuro parece inútil. Tiene las manos callosas, pero su pelo luce siempre joven gracias a un tinte caprichoso, descubridor de alguna vanidad.

Mientras limpia, susurra una canción, casi siempre un bolero, de aquellos de victrola. Y si le buscan conversación, cuenta de arriba abajo el capítulo de la novela que pasaron la noche antes. Siempre anda con una flor prendida a la blusa, que cada tarde deja en la tumba del esposo, cuando va de camino a la casa. 

Ana María

Ella es miembro de la brigada médica cubana Henry Reeve. Siempre tiene lista la maleta, porque sabe que detrás de cualquier tragedia llega la convocatoria o, mejor dicho, la pregunta: “¿Estás dispuesta?”

Ya estuvo sanando en los terremotos de Pakistán y China. Pero la prueba de fuego fue el sismo de Haití. Su especialidad en Ortopedia la hizo imprescindible en Puerto Príncipe cuando empezaron a arribar por miles los heridos al hospital de los cubanos.

“Cuando llegué, 24 horas después de la catástrofe, me dediqué a los niños. Montamos tres mesas quirúrgicas más, y en una de ellas priorizamos a los pequeños. Es muy difícil ver cómo un niño pierde una pierna, muchos llegaban mutilados. En Cuba es muy raro ver una amputación de un niño, las más frecuentes son por tumores pero traumáticas casi nunca vemos. Eso te hace más sensible, pero no tenías tiempo ni de sensibilizarte, porque estaba en riesgo la vida del niño".

Para entonces era la única mujer ortopédica de la brigada médica cubana.

María del Carmen

Ella es ama de casa. Su día tiene mucho más de veinticuatro horas y parece que el trabajo no acaba nunca. Abre los ojos al alba y cuando todos se acuestan ella sigue pegada a la máquina de coser, porque también quiere traer dinero a casa.

Cuando los demás se van a sus quehaceres, después de haberles preparado el desayuno y todo lo que hizo falta, le toca fregar, limpiar, sacudir el polvo, regar las plantas, hacer almuerzo y comida, planchar, recoger, doblar la ropa lavada; en fin, dejarlo todo listo para cuando regresen. Y así será un día detrás del otro día.

Un velo de invisibilidad la cubre. Nadie la ve; no tiene la última palabra, mucho menos  la primera; de tan cotidiano, nadie se detiene a elogiar su trabajo; y su cansancio, al parecer, pesa menos que el que se genera de la puerta de la casa para afuera.

Pero allí sigue, constante como la estalactita que se vuelve inmensa, firme, eterna.

Bárbara

Ella es una mujer de éxito profesional, que no tuvo hijos. Pocos saben si fue por decisión propia o por cosas de la vida. Lo cierto es que sufre todos los días de las Madres, cuando la televisión la bombardea con tiernas imágenes.

No tiene hijos, pero sí un montón de gente que la quiere. Le sobran los sobrinos, los hijos y nietos postizos. Nunca dio el pecho, pero a su abrigo han estado muchos. Su casa siempre está abierta, su teléfono siempre está ocupado y se ha vuelto la asistente social de muchísimos amigos “desvalidos”.

Pero Bárbara ya nunca será madre. Y todavía hay muchos que piensan que por ello no es una mujer completa. ¡Si supieran cuánto se equivocan! Ella también es una mujer inmensa por los cuatro costados.


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Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...

Se han publicado 3 comentarios


Liss
 10/3/17 12:32

Muchas y variadas son las historias que podemos relatar. Pocas son las personas que saben reconocer el sacrificio y la batalla que vivimos las mujeres diariamente. A todas muchas felicidades, no el 8 de marzo sino todos los demas 364 dias del año.

 

Isela
 8/3/17 10:51

Conozco una mujer que por no herirla prefiero llamarle Amalia,nacida en pleno campo,lucho,desafio todos los obstaculos y triunfo,fue la primera en sus clases,incorporada a cuanta tarea se le encomendo,dirrigente estudiantil,desde que se graduo entregada a cargos de dirección,directiva30 años dedicados  a altas responsabilidades, internacionalista no he visto tanta pasión,entrega,humildad,honestidad,hoy  ha sido apartada,alejada casi nadie la recuerda ,yo si pudiera construia para ti un pedestal por conocerte y saber de que estirpes estas hecha que despues de tanto desbordas optimismo y confianza te quiero de corazón y te admiro ojalá me publiquen y cuando revices estas páginas identifiques este pequeño homenaje un abrazo Isela

Leticia
 8/3/17 11:48

Gracias Isela por este testimonio, para esa mujer que conoces y admiras todo nuestro reconocimiento...

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