jueves, 25 de abril de 2024

Sí se puede acabar con el analfabetismo

Gracias al método cubano Yo sí puedo y sus revolucionarias acciones pedagógicas, al menos siete millones de seres humanos festejan en 30 países su entrada al universo de las letras …

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 08/09/2013
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El método Yo sí puedo se ha implantado en varios idiomas e incluso en lenguas autóctonas.

En el Día mundial de la alfabetización más de siete millones de seres humanos, en naciones tan distantes como Australia y Argentina, han dejado atrás, o lo van haciendo, la lacra del analfabetismo en los últimos años, gracias al poderoso dúo integrado por la voluntad política de los gobiernos y la solidaridad de los pedagogos cubanos que han implantado el método Yo sí puedo en varios idiomas e incluso en lenguas autóctonas de pueblos indígenas.

El programa de alfabetización cubano, ideado por la Doctora en Pedagogía Leonela Relys Díaz, apoyada por un grupo de especialistas en la rama educativa, ha sido implantado en 30 naciones, donde los iletrados han aprendido a leer y a escribir, y también a sumar. La mayoría de esos individuos luego siguen estudios hasta el sexto grado, como mínimo, con la continuidad del método, denominado entonces Yo sí puedo seguir, pues ya hay entre los primeros alumnos quienes asisten a la Universidad.

No se trata pues solo de alfabetizar a quienes, por razones de pobreza, o nunca asistieron a un aula o apenas sabían escribir su nombre, sino de abrir caminos que les permitan continuar la ilustración hasta los grados superiores, lo cual garantiza el desarrollo no solo personal sino de la sociedad en su conjunto, que recupera inteligencias y talentos para su crecimiento.

Es notable que, gracias a las campañas de alfabetización emprendidas desde el 2003 en 12 de las 19 naciones latinoamericanas, se detectó por los profesores la baja visión en muchos de los alumnos, lo que dio nacimiento a la llamada Operación Milagro, impulsada por Cuba y Venezuela, que ha devuelto la vista de manera perfecta a millones de personas, primero en Suramérica y El Caribe, y luego en otras latitudes.

El programa alfabetizador, puesto en práctica por la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA) —integrada por nueve naciones—  se ha extendido en el curso de los últimos años a otros Estados que reconocen la calidad de tal metodología, como España, donde hay dos millones de analfabetos. En Andalucía, por ejemplo, se detectaron 34 000 iletrados en Sevilla, la capital, y allí se trabaja en la reversión del problema con la colaboración de profesores cubanos.

También en Australia se determinó que el 60 por ciento de los integrantes de sus poblaciones aborígenes eran analfabetos funcionales, y también se realiza la campaña con el Yo sí puedo de la doctora Relys y su equipo.

Una de las características más nobles del proyecto educativo surgido en La Habana en el 2003 es su capacidad de adaptación al medio, en especial a lo referido al lenguaje de los receptores, teniendo en cuenta su efecto didáctico. También se le han hecho adaptaciones para que pueda ser utilizado por individuos discapacitados. Ya ha sido trasladado al sistema Braille utilizado por las personas ciegas.

Otra de las novedades del Yo sí puedo es que, antes del inicio de los cursos, se realiza un diagnóstico integral que considera las características socioeconómicas, geográficas, políticas, culturales y religiosas de la región a alfabetizar, y también el número de centros de radio y televisión de la localidad. El conocimiento previo de las peculiaridades de la población analfabeta facilita la elaboración de los cursos radiales y televisivos adaptados a los hábitos de las comunidades. Y así se va transformando de acuerdo con las necesidades, introduciéndole elementos educativos como la equidad de género, la involución de la violencia, la necesidad de acabar con la delincuencia, e informaciones sobre salud, entre otros acápites.

El  Yo sí puedo se elabora mediante tecnologías de la comunicación —radio y televisión— imprescindibles para una mayor rapidez en el aprendizaje, y la presencia del llamado “facilitador” o guía de las clases, previamente calificados por los pedagogos-colaboradores cubanos, máximos responsables de la alfabetización en las comunidades adonde llevan el aprendizaje.

Este método puede llegar a un alto número de individuos, ya que no precisa de aulas tradicionales —en las aldeas, por ejemplo, son abiertas, hechas con elementos rústicos—, lo cual posibilita el ahorro de personal, materiales y dinero.

Según explican sus creadores, se basa en el estímulo constante y su procedimiento es sencillo, ya que pasa de las cifras a las letras. Posee secuencias escucha/lectura y escucha/escritura, y se reparte en tres etapas (aprendizaje de base, enseñanza de la lectura y de la escritura, consolidación), permite el crecimiento del trabajo individual y familiar, pues se crean vínculos estrechos de cooperación entre los letrados y los que están aprendiendo.

Son cursos cortos, que siempre parten de la voluntad del individuo y que también pueden trasladarse a los hogares, siempre bajo la supervisión de los pedagogos, lo cual impide que el analfabeto pueda sentirse inhibido ante otras miradas. Las personas en proceso de aprendizaje reciben de cuatro a cinco clases de 30 minutos semanales por televisión durante tres meses (32,5 horas lectivas o 65 clases) y una serie de siete fichas numéricas. Para la radio, el set se compone de 25 casetes de 60 minutos, igual a 50 clases, 32 fichas y una guía del monitor.

Venezuela fue el primer país de América Latina en emplear el Yo sí puedo y también quien ocupa ese sitial entre los territorios libres de analfabetismo en la región después de Cuba, quien acabó con ese flagelo en 1961, mediante una Campaña nacional que llevó hasta los lugares más lejanos de la isla a miles de adolescentes que fungieron como maestros, acompañados por profesores de vasta experiencia.

A Venezuela le siguieron en el empeño naciones con alto número de iletrados, como Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Panamá, en especial en las zonas rurales más pobres y las poblaciones indígenas, siempre colocados en el último nivel de la sociedad por los gobiernos neoliberales.

El método cubano ha recibido numerosos premios internacionales, entre ellos el Rey Sejonh de la UNESCO en 2006, por su aporte a la educación de la humanidad y el XVIII Premio “Mestres 68”, otorgado en Calatunya, España, por un conjunto de instituciones, como la Universidad de Girona y la Asociación de Maestros Rosa Sensat, que reconoce la  labor de Cuba en el mundo de la educación.

Sin embargo, según la UNESCO —organización que hizo un llamado a reducir en un 50 por ciento el analfabetismo en el 2015—, en el planeta hay reconocidos 796 000 000 de adultos iletrados, o sea el 17% de la población mundial, aunque pueden ser muchos más. Más del 98% de ellos se encuentra en los países del Tercer Mundo y las dos terceras partes son mujeres. A esa cifra hay que agregar los millones de niños y niñas que carecen de acceso a la educación.

Para analistas, Cuba es el ejemplo a seguir en política social y cooperación internacional, y ponen como ejemplo la abnegada labor de los pedagogos de la isla en lugares remotos de las naciones a las que llevan una luz de esperanza con el aprendizaje y el fin del analfabetismo.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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